domingo, mayo 29, 2005

El Liverpool de Dante

Veinte años ha, la pasión futbolística de este ladrador crepuscular se hallaba bastante desarrollada. Contaba sólo diez, pero había tenido ya algunas modestas experiencias relacionadas con el cielo (la Recopa de 1982, la liga de Venables) y el purgatorio (la final de la Eurocopa 84 en París) balompédicos. Y fue una tarde de mayo de 1986, al regresar del colegio, que encendí el televisor para darme de bruces con el apartado más infernal de la materia. Los muertos de Heysel (y, sobre todo, la decisión de la UEFA de permitir que se disputara aquella maldita Copa de Europa, que la Juve celebró sobre la sangre de cuarenta de sus seguidores) atemperaron desde entonces mi fervor. El Liverpool, cuyos hooligans habían provocado la matanza, fue castigado con un lustro de exclusión de las competiciones continentales. Pero la locura no entiende de fronteras (ni siquiera de banderas): no mucho después, en el británico estadio de Hillsborough, una avalancha de hinchas rojos sin entrada provocó la muerte de casi un centenar de hinchas rojos con entrada. Y todos, absolutamente todos apartamos la mirada, intentamos olvidar para siempre a aquella institución que había enterrado su fútbol legendario bajo un alud de alcohol y vileza y sinrazón. Porque, amigos, en este deporte los nombres vienen y van, sólo los colores (y aquellos que los esgrimen temporada a temporada) permanecen. Y los de Anfield Road no merecían permanecer.
Veinte años después de Heysel, dieciséis después de Hillsborough, el Liverpool regresaba esta semana pasada a una final de la Copa de Europa (hoy día, Liga de Campeones). Y lo hacía con un equipo de mercenarios, jugadores mediocres, estrellas caídas en desgracia y un único talento, Steven Gerrard, cuya temporada de lesiones y altibajos nada bueno hacía presagiar. Frente a ellos el todopoderoso AC Milan, a la caza de su segundo trofeo del trienio. Pero los Rojos llevaban meses saldando cuentas con su pasado. Rindieron homenaje a los muertos juventinos justo antes de eliminar a la Vecchia Signora en Turín. Y se abonaron a la agonía salvando el escollo del Chelsea, su bestia negra durante toda la temporada. Fue a continuación que con el coraje de los desheredados empataron un partido que iban perdiendo 0-3 a la media parte, que su portero se transmutó en tarántula y comenzó a sacar manos y pies imposibles mientras tejía la victoria con una espectacular danza sobre la línea de gol. Y sucedió a continuación que el fútbol en Liverpool recobró el carácter que nunca debería haber perdido: exhibición de fe, motivo de orgullo, la lírica de los muchachos de barrio que de repente logran llegar a lo más alto. Imposible olvidar la vergüenza, claro. Pero qué emoción poder ver a jugadores y seguidores dedicándose mutuamente el You’ll Never Walk Alone. Una canción que unos y otros nunca han dejado de entonar, pero que esta vez tenía un matiz añadido: sabía a regreso del Averno.

Rachel Corrie

Rachel Corrie fue lo que yo nunca me atreveré a ser. Una persona consecuente con sus ideas, capaz además de transformar la indignación teórica en una serie de acciones prácticas. Habrá quien discuta la utilidad de tumbarse ante una excavadora del ejército israelí para evitar la demolición de una casa palestina: Rachel acabó muerta y la casa no menos demolida. Pero, más allá del simbolismo, es de suponer que, como buena idealista, Rachel jamás creyó que se la pudiera asesinar con tamaña demostración de sangre fría y brutalidad institucional.
Rachel Corrie era una veinteañera norteamericana que cambió los conciertos de música alternativa por el activismo social en Oriente Próximo. El País Semanal de hoy le dedica un artículo, dos años y dos meses después de su muerte. De su asesinato. Y, una vez más, lamento el miedo de nuestros medios a mostrar la verdad. Porque quien haya visto las instantáneas tomadas aquel 16 de marzo de 2003, quien haya visto las imágenes de la excavadora aplastando lentamente ese cuerpo rubio y juvenil, sabrá que son ideales para remover estómagos y conciencias, para que el sacrificio de Rachel tuviera algún sentido. Apenas un artículo más, un domingo más. Y una oportunidad menos.
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sábado, mayo 28, 2005

Sobre la rata catalano-catalana

Dicen que si te plantas ante la puerta de casa el tiempo suficiente acabarás viendo pasar el cadáver de tu enemigo. Y debe ser cierto, porque casos más extraños se han dado. Esta mañana, por ejemplo, he estado leyendo el artículo de El País dedicado a los líos de la Feria de Frankfort el tiempo necesario para dar con una postura cabal por parte del sector catalán-catalán (en cuyo seno, como es sabido, existe cierta querencia hacia la exclusión de los castellano-escribientes del evento literario que se celebra en la urbe germana). Ha dicho Narcís Comadira: “La invitada ha sido la cultura catalana y no los escritores catalanes, que para mí son solo los que escriben en catalán. A los otros yo les llamo catalanes escritores y, por tanto, están incluidos”. De fondo, políticos aparte (se mueven por intereses más terrenos y aún está por demostrarse que sepan leer), la Associació d’Escriptors en Llengua Catalana como paradigma de mezquindad y resentimiento, de la rata pequeña que un día se encuentra un pedazo de pastel y que prefiere atrincherarse en una esquina del callejón y morir de indigestión antes que compartir el festín con sus semejantes (las otras ratas, cultas y respetables ellas, saben que un libro será la mejor compañía mientras aguardan a que el cadáver de la primera pase ante sus hocicos –claro que, en esta ocasión, la espera se antoja corta).

jueves, mayo 26, 2005

You'll Never Walk Alone!!!

En esta vida hay ciertos imposibles metafísicos.
El orgasmo múltiple masculino...
Que Carod Rovira sea pregonero de las fiestas de San Isidro...
Salir de un restaurante de Ferran Adrià con el estómago lleno...
Que un equipo italiano se deje empatar un 3-0 en la final de la Copa de Europa...
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Afortunadamente, algunas cosas están cambiando.

miércoles, mayo 25, 2005

Magistrado

"Funcionario judicial con jurisdicción limitada e incapacidad ilimitada".
Sé que Ambrose Bierce no pensaba en él al realizar esta definición, pero vive Dios que a Pedro Martín le viene que ni pintada. Por sensibilidad. Por consideración hacia quienes (presuntamente, claro) han sido víctimas de abusos. Por humanidad y por sentido común, en definitiva.
De repente siento un arranque de curiosidad. ¿Cómo definía Bitter Bierce la figura del idiota?
"Miembro de una tribu grande y poderosa cuya influencia en los asuntos humanos siempre ha sido inmensa y prominente. La actividad del idiota no se restringe a un campo específico del pensamiento o la acción sino que impregna y regula la totalidad. Tiene la última palabra en todo; su decisión es inapelable. Impone las modas en el gusto y la opinión; dicta los límites de lo que se puede decir y circunscribe las conductas con un tope infranqueable".
Sí, va a ser que algo de eso habría...

Otegi, el humilde

Decepcionante, por estancado e inútil, el discurso de Arnaldo Otegi durante su entrevista con Mònica Terribas anoche en La nit al dia. Preguntado sobre la voluntad de las partes para llegar hasta las últimas consecuencias de un hipotético diálogo, el portavoz de Batasuna (y de EHAK, por lo que se ve) afirmó estar convencido de la buena disposición de ETA y no tener tan claro que José Luis Rodríguez Zapatero sea consciente de dónde se encuentra el fin de la negociación. Posiblemente no era ni el momento ni el lugar para revelar a qué estaría dispuesta a renunciar la izquierda abertzale a la hora de solucionar el "conflicto", pero bajo su educada sonrisita de 'cara amable del mal' Otegi reveló la misma falta de carisma político, el mismo enrocamiento miedoso que viene impidiendo a HB y sucesores erigirse en protagonistas del fin de la violencia en el País Vasco. No hay acercamiento posible cuando uno de los interlocutores concibe el diálogo como aceptación de todas y cada una de sus posiciones. Y menos cuando se niega a esgrimir el papel que democráticamente le corresponde. Porque añade Otegi que ETA se encuentra a la espera de una señal del gobierno. Es decir, que se lava las manos y acepta una vez más su rol de convidado de piedra. Certifica su grave falta de liderazgo. Demuestra que, ilegalizada o no, la izquierda abertzale no sirve para un pimiento.

martes, mayo 24, 2005

Una vida en Episodios

Me preguntaba mi hermano A., nada más salir del cine, qué haré cuando tenga un hijo: ¿le programaré los Episodios según su orden cronológico interno (1-2-3-4-5-6) o tal y como fueron rodados (4-5-6-1-2-3)? No es cuestión baladí, así que pienso dedicarle dos o tres semanas de reflexión. He aquí, en cualquier caso, mi orden íntimo y personal e intransferible de preferencia:
1- The Empire Strikes Back, Irvin Kershner: Por sus paisajes (Hoth, Dagoba, la Ciudad de las Nubes), por su oscuridad, por el tono hamletiano del enfrentamiento final.
2- Star Wars. A New Hope, George Lucas: Porque el sábado la visioné por vigésima vez y seguí botando durante el asalto a la Estrella de la Muerte, porque era la primera ocasión en que veíamos (y oíamos) a Vader, porque allí nacía una leyenda.
3- Revenge of the Sith, George Lucas: Por devolvernos a Vader, por tratarnos como los adultos que somos, por sus inmensísimas secuencias de acción, por su inteligencia (no obvia) a la hora de dejarlo todo atado y bien atado.
4- Return of the Jedi, Richard Marquand: Por sus monstruos (Jabba, el Sarlac), por su carácter de punto y final.
5- Attack of the Clones, George Lucas: Por Jango Fett.
6- The Phantom Menace, George Lucas: Por Darth Maul y porque no tengo otro lugar donde ponerla y, sin embargo, hay que ponerla (sin amargura: bienvenida sea pues fue un paso necesario para llegar a este glorioso Episode III).
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domingo, mayo 22, 2005

La cultura de la pataleta

La información es poder (el cuarto, si no me fallan las cuentas).
La información genera corrientes de opinión, ha hecho que cayeran presidentes.
La información es un arma, pero, a diferencia de la Justicia, no es ciega.
La información, eso sí, es un valor relativo. Y diversos son, por tanto, los resultados a que conduce su mercadeo. En Galicia le han puesto un precio muy concreto y redondo (dos millones de euros ha pagado la Xunta para que se informara sobre su gestión), pero la misma noticia que pone en pie de guerra a la mitad del mundo islámico pasa de puntillas sobre la conciencia de la sociedad norteamericana (claro que, si las pirámides de cuerpos desnudos no causaron gran impresión, qué esperábamos respecto al vapuleo de un libro religioso que ni siquiera habla del verdadero Dios).
Alfredo Urdaci, uno de los profesionales que mejor han comprendido la sumisión de la información respecto a intereses de mayor enjundia, inventó en las páginas de su libro Días de ruido y furia unas declaraciones de Fernando Delgado. Ahora, requerimiento judicial de por medio, su editorial se ha visto obligada a retirar la obra y a lanzar una nueva edición corregida. Estoy por correr a la librería para hacerme con un ejemplar y seguir jugando a las siete (nueve, veintiséis) diferencias. Pero sobre todo temo que el error de Urdaci haya sido mentir sin un objetivo político concreto, por el mero deseo de secundar a sus amos en la pataleta post 14-M. Urdaci esperaba que le rascaran detrás de la oreja y se ha quedado compuesto y sin hueso por ser demasiado tonto incluso para mentir a bulto (esto es, por ignorar que una buena demagogia vale más que mil entrecomillados –los entrecomillados, por comprobables, son traidores: primero de carrera, Alfredo).
Mientras tanto, Josep Lluis Carod Rovira abandona el homenaje a Yitzak Rabin de su tour israelí por no encontrar una bandera catalana que llevarse a la mirada en los momentos de mayor emoción. Ignora, quizá, que ante la ausencia del símbolo de tela cobraba mayor importancia el símbolo de carne y hueso, y que no era él quien debía erigirse en protagonista del evento. Pero, falto una vez más de conciencia política, prefirió hacerse el ofendido a representar a aquella sociedad e instituciones que tanto dice amar.
A veces la derrota no es tanto un estado pasajero como una condición. Por ello, ni el vencedor ni el vencido ocasionales están a salvo de su influjo.
Tal es la situación en que se halla ahora mismo el PP. Y tal es la etiqueta que acompañará a ERC de por vida a menos que logre conjugar sus excelentes resultados electorales con una nueva gestión del catalanismo que obvie los victimismos del pasado y sepa mirar al futuro con el gesto confiado y bonachón de un Laporta.

Dos textos para lelos

“De todos los problemas que hay en el mundo ahora mismo, probablemente hay dos que, en el momento de escribir esta unidad didáctica, tienen muchas semejanzas con el genocidio nazi (...): son la construcción del muro de la vergüenza en Palestina y el encierro de prisioneros talibanes en la base militar que Estados Unidos tiene en la isla de Cuba, en Guantánamo”. Sostienen tal opinión los profesores de la UAB Joan Pagès y Montserrat Casas, y la esgrimen en Republicans i republicanes als camps de concentració nazis, manual escolar editado por el Ayuntamiento de Barcelona que se repartirá en institutos de secundaria el próximo mes de septiembre.
“Un imbécil, un fascista que se cree parte de una raza superior, algo peor que Hitler”. Así ha calificado Hugo Chávez, presidente de Venezuela, a José María Aznar a raíz de una conversación mantenida años ha entre ambos en la que el segundo presuntamente manifestó que Haití y los países africanos habían perdido “el tren de la victoria y están condenados a desaparecer”.
Ante todo ello, lamentar tan pobre capacidad comparativa. Y es que relacionar la Alemania nazi con el sionismo, con los Estados Unidos neocon o con el presidente de la FAES equivale a comparar al Real Madrid de las cinco copas de Europa con el Alcoyano: por mucha voluntad que los segundos términos le pongan, vamos, que ni por asomo.
Un poquito de por favor, señores. El genocidio nazi sólo tiene parangón (e incluso superación) en el genocidio estalinista. Y, mal que le pese, José María Aznar no llega a la suela de las botas de Adolf Hitler (sus palabras eran si acaso darwinistas, además).
Evitemos que nuestros alumnos piensen que Auschwitz fue una prisión donde cuatro judíos murieron por el exceso de celo de sus interrogadores y donde siete más fueron obligados a desnudarse y a simular prácticas sexuales (a cada infamia el valor que le corresponde, ni más ni menos).
Y, sobre todo, intentemos que nuestro ex presidente no pase a la posteridad con un mérito mayor que el derivado estrictamente de su rabiosa mediocridad.

Qué infútbol es el justo...

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miércoles, mayo 18, 2005

Héroes, heroínas y bichos peludos

10-Jar Jar Binks – El personaje más odiado de la saga también tiene sus incondicionales. En palabras de Lord Vallbarbas: “Jar Jar es un símbolo de los que quieren hacer bien las cosas y, pese a su empeño y buena voluntad, la cagan”.
9-R2D2 – Jamás entendimos ni papa de cuanto decía, pero se comportó como un campeón en su rol de copiloto de dos generaciones de Skywalker.
8-Chewbacca – La mascota de la primera trilogía esconde bajo su peluda austeridad a todo un cachondo (¿cómo si no iba a ser compañero de Han Solo?). Let’s wookie!
7-C3PO – En más de seis millones de formas de comunicación es capaz de darnos la vara este androide con cierta propensión a acabar despedazado.
6-Princesa Leia – Más allá de la doble ensaimada capilar, encomiable su capacidad para dejarse de tonterías y empuñar como está mandado una pistola láser. Además, se cargó a Jabba el Hut con una práctica erótica bastante popular en Australia.
5-Lando Calrissian – El único actor de color de la trilogía inicial traicionaba a Han Solo con alevosía y nubosidad, señal de que a Lucas le trae al pairo lo políticamente correcto.
4-Han Solo – El Michael Schumacher del hiperespacio siempre tiene un comentario sarcástico en los labios para rebajar los subidones místicos de su amigo Luke. Eso sí, lo carbonizaban tanto en El Imperio Contraataca que se tiró todo El Retorno del Jedi sonriendo como un gilipollas.
3-Obi Wan Kenobi – El Maestro que todos quisimos siempre tener. El penúltimo Caballero Jedi. También el tipo que dejó que Anakin se le subiera a las barbas. Pero, en cualquier caso, el enunciador de una de las más grandes líneas de diálogo de todos los tiempos: “Que la Fuerza te acompañe”.
2-Yoda – Verde en sosias de Jordi Pujol es (maltratada jamás la sintaxis estuvo tanto). Exiliado en el planeta Dagoba desde el advenimiento del Imperio, aprovecha la visita de Luke para impartir dos lecciones de Jedismo y, a continuación, palmar. Es de lejos el mejor actor de El Ataque de los Clones.
1-Luke Skywalker – De granjero en Tatooine a principal representante de la estirpe Jedi pasa el caminante de los cielos, un muchacho rubiales y apocado que habría de convertirse en el gran referente heroico de toda una generación. Con él lo aprendimos (casi) todo. Por de pronto, que los padres pueden ser unos cabrones pero, en el fondo, nos quieren.

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(No tiene entidad dramática para ingresar en el Top 10, pero a ver quién le discute a Amidala el derecho a mostrarse de cuerpo presente… -¡gracias, George!)

martes, mayo 17, 2005

Los más peores de la galaxia

10-Darth Tyranus, aka Conde Dooku – Gracias a él supimos de las habilidades de Yoda, Nadia verde la Comaneci, con una espada láser.
9-Jabba el Hutt – Un turbador parecido con Néstor Luján y, sobre todo, una comprensible afición a las princesas ligeritas de ropa. (Literalmente) inmenso.
8-Grand Moff Tarkin – Su gesto de burócrata nazi escondía una difícil elección: ser acogotado por el padre o saltar por los aires gracias a la puntería del hijo.
7-Guardia del Emperador – Su uniforme burdeos fue lo más in de El Retorno del Jedi (la boa de pelo de ewok no era aún políticamente correcta).
6-Tropas de Asalto – Los famosos clones. Omnipresentes y, a ratos, entrañablemente patosos.
5-Moradores de las Arenas – De mala leche más que comprensible (no sólo viven en el desierto sino que deben aguantar el calor de dos soles), fueron responsables del primer gran flirteo de Anakin con el lado oscuro de la fuerza.
4-Darth Sidious, aka Emperador, aka Senador Palpatine – Ideólogo en la sombra de todo el mal rollo de la saga. De ahí sus ojos perpetuamente inyectados en sangre.
3-Darth Maul – Su ferocidad era terriblemente desaprovechada en La Amenaza Fantasma. Eso sí, tenía la espada más larga (por bicéfala) que la de Liam Nelson. Y ya es decir.
2-Boba Fett – El cazarrecompensas menos dicharachero del Imperio tenía a Han Solo entre ceja y ceja a raíz, luego lo supimos, de un trauma infantil relacionado con la mala cabeza de su padre. Dentro de unos 978 años el Sarlac habrá acabado de digerirlo.
1-Darth Vader, aka Anakin Skywalker – Respira como un asmático y, bajo el casco, esconde a un tipo más quemado que Han Solo tras dos semanas sin bajar del Halcón Milenario. Es una especie de padre de Hamlet en versión gore-ciberpunk. Y nadie, ni siquiera Clint Eastwood en plan sargento de marines, nos ha impuesto tanto en la sala de cine. No sólo es el Gran Villano: además, es de lejos lo mejor de la saga.

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Necesidad de lo femenino

O cuando Alfred Polgar se dejó tentar por el lado oscuro…
“La misión de la mujer consiste en garantizar al hombre el desarrollo y el perfeccionamiento de capacidades absolutamente necesarias para vivir: la brutalidad, la crueldad despiadada, la imperturbabilidad para pisar cadáveres. En el amor, el hombre aprende a reconocer la necesidad moral de la mentira funcional, el fundamento ético de la infamia y la honesta costumbre del perjurio. Las mujeres vuelven elástico nuestro cerebro, de manera que pueda dar por justo lo injusto sin riesgo de explotar.”
Motivos (La vida en minúscula, Acantilado, 2005)

domingo, mayo 15, 2005

Disquisición dominguero-celebratoria

Eran tiempos de El Libro Gordo de Petete, me temo, y yo estaba fascinado con todas aquellas ramificaciones del saber más o menos antiguo, más o menos anecdótico. Debí aprenderme de memoria las siete maravillas del mundo clásico. No me pidas que las enumere ahora, lector crepuscular: los jardines colgantes de Babilonia, las pirámides de Egipto... Como que casi me quedo ahí. Confesaré si acaso que mi favorita era el Coloso de Rodas, estatua monumental cuyas piernas abiertas a lo Solo para tus ojos enmarcaban la entrada al puerto de la ciudad griega, obra siglos ha descabalgada por un terremoto y que hoy duerme el sueño de los justos en los abismos mediterráneos. A trozos, se entiende.
Las siete maravillas, los diez mandamientos, los siete pecados capitales... Son las únicas listas con las que puedo comulgar, una tradición milenaria les proporciona aquellas tres cualidades a las que según mi absolutista parecer toda lista debería aspirar: la objetividad, la exhaustividad y la universalidad.
Estos últimos días, no obstante, la proliferación de blogs entre mis conocidos o entre los conocidos de mis conocidos me enfrenta a un curioso fenómeno de confluencia a vueltas con el arte de la catalogación numerada (recordemos que ejerzo el periodismo: dos coincidencias ya marcan tendencia). Primero fue Carolink quien, en un post del 11 de mayo, señalaba el top 5 de canciones con (sobre, desde, hacia, según) las que gustaría de bailar en vertical y/o horizontal, las interpretaciones divergen. Cuatro jornadas más tarde, posiblemente ignorante del texto anterior, la cangurita Camallonga comenta el libro 31 canciones de Nick Hornby mientras en cierto modo critica la costumbre adolescente, tan bien tratada por el escritor en Alta fidelidad, de elaborar tales clasificaciones.
Será que la música es uno de los escasos apartados en los que aún nos podemos pretender absolutos.
Será que, fieles a nuestro carácter posmoderno, somos ya capaces de relativizar cuanto nos echen. La subjetividad al poder o para-eso-tengo-un-blog,-¿no?
Como ante las celebraciones populares, experimento sentimientos encontrados. Desconfío de cualquier lista que me tenga por elaborador, pero disfruto sobremanera leyendo las ajenas. Soy incapaz de sumarme al jolgorio general, huyo de la turba, pero me descubro encantado como observador catódico de la felicidad de miles.
Anoche, mientras media Barcelona celebraba el título liguero, yo me metía en la cama a soñar bocinazos (fue un trabajo sucio, pero alguien tenía que hacerlo).
Así las cosas, comentado todo lo anterior, emprendo esta tarde de domingo ansioso por pontificar, con hambre de auto-contradicción. Y desde aquí lanzo a la eternidad cibernética, en orden de importancia ascendente, mi top 5 vital de episodios de intensa felicidad deportiva.
5- Liga 1984-85. Me entero de la victoria de Valladolid (con el penalty detenido por Urruti como clímax) al salir del cine Atenas, donde acababa de visionar Los Cazafantasmas.
4- Copa de Europa de Basket. Llamo a mi hermano a Londres para confirmar la nacionalidad de Bodiroga: jamás un serbio me hizo tan feliz...
3- 20 de mayo de 1992: ¿hace falta decir más? Desde luego que no, pero añadiré dos palabras: Wembley. Koeman.
2- Segunda liga de Cruyff, obtenida después de que el Tenerife le remontara un 0-2 al Real Madrid.
1- Tornados campeón de las 24 horas de fútbol-sala de La Palma de Cervelló con un servidor haciendo las veces de entrenador-jugador.
Constato, por último, que hoy mi hermana Jana es yo hace veinte años. Su primera liga de verdad (tenía 9 años cuando la última de Van Gaal, no fanatizaba aún). Mi felicidad es básicamente la suya.

Evolución

A veces nos convertimos en aquello que más odiamos. A veces simplemente no podemos dejar de ser lo que somos.
De El País del domingo 15 de mayo de 2005: “Jesús Parejo (39 años), uno de los ocho hijos de Ana Orantes, fue detenido ayer en Santa Fe (Granada) por presuntos malos tratos a su compañera sentimental, que tuvo que ser atendida de contusiones en la cabeza, según fuentes de la Guardia Civil. El padre del agresor, José Parejo, roció de gasolina y quemó viva a su mujer, Ana Orantes, en diciembre de 1997, días después de que ella contara en televisión 40 años de vejaciones y golpes”.

sábado, mayo 14, 2005

Dignidad

Es cuanto transmiten hasta la fecha las reacciones de la comunidad de deportados y familiares de deportados a los campos nazis ante el desenmascaramiento de Enric Marco. Ejemplo de ello es la Carta abierta a la hija de Enric Marco que firma Llibert Tarragó en la edición de Catalunya de El País de hoy. Señal, quizá, de que el horror absoluto limita bastante la capacidad de demagogia. Invita a hablar desde la cordura. Obliga a tener siempre en cuenta el dolor, propio y ajeno.
(Por cierto que, en la misma página, Pilar Rahola se arroga el derecho a sentirse indignada en una de sus habituales muestras de exhibicionismo periodístico: a su lado, las palabras de Tarragó lucen doblemente).

viernes, mayo 13, 2005

Götterdämmerung

La Fortaleza de la Soledad. Así bautizó Supermán su refugio ártico, como si la condición de Hombre de Acero en un mundo de carne y hueso no fuera ya motivo de suficiente aislamiento. No recuerdo qué contemporáneo deconstructor de la mentalidad del súper-héroe, quizá Kevin Smith (*), observó la pobre opinión de Supermán para con la humanidad. Clark Kent sería a sus ojos el terráqueo tipo: patoso y desgarbado, una suerte de mascota inútil a la que solamente toleramos porque nos cae simpática. Le caemos simpáticos, por eso nos salva. Por eso, porque no le cuesta gran cosa y porque nobleza obliga, claro. Y, cuando está hasta las narices de nuestro mundo de rateros y psicópatas, se escapa al Polo Norte en busca de la Soledad Absoluta. Allí, reflejado en las imponentes masas de hielo, se reconoce tal cual es: el sueño pre-mortem de un genio llamado Jor-El. La fantasía última de Nietzsche despojada de romanticismo. Porque Supermán jamás escribiría un poema. Supermán, en cambio, sería un excelente corrector de estilo. Supermán es la perfección. Su cerebro, al igual que su músculo, es de una pieza. Jamás duda. La clausura para él es una obligación que cumple no ya con gesto marcial, sino con satisfacción incluso. Supermán, de por sí oculto los días hábiles a la sociedad de los hombres, pasa las vacaciones como el Supremo Anacoreta que es.

Por su parte, la distancia se tiñe de misantropía en Batman, un héroe que por demasiado humano no sabe encontrar simpático al género humano. Batman no lucha desde el deber, sino desde la rabia. En ella radica su disciplina, de ella brota su fuerza. Engullido por un trauma infantil, Batman es la identidad real del farsante Bruce Wayne. Batman quiere creer que, caso de que el crimen y la muerte no se cruzaran constantemente en nuestro camino, todos podríamos llegar a ser millonarios de sonrisa Profidén y mandíbula cuadrada, hombres y mujeres de bien que dan fiestas de alto copete y que apadrinan niños del tercer mundo. Batman odia al maleante, claro. Pero también desprecia a la víctima. Por su debilidad. Por no ser como él. Por no ayudarle en su Cruzada. Y siente repugnancia por sí mismo. Por ser lo que es. Por no tener nada más que su Cruzada. A la hora de recluirse, Batman se sumerge en las entrañas de la tierra. De su subconsciente. Busca la oscuridad total de la Batcueva, no le gusta la imagen que le devolvería el espejo. Batman es una criatura de Jean Genet, el homosexual resentido y reprimido, blasfemando a gritos desde el interior del armario, dispuesto a abandonarlo para contagiar su dolor. Batman quiere dudar pero no puede permitírselo. Batman sigue adelante porque no encuentra ningún otro lugar al que ir.

De ahí, de todo ello, el acierto de Frank Miller al oponer a uno y otro en las páginas de su legendario El regreso del Señor de la Noche. Batman ha cruzado la raya de la psicopatía. Supermán lucha de incógnito al servicio de los intereses imperialistas de Ronald Reagan. Batman se convierte en una amenaza para el statu quo. Supermán se debe encargar de erradicarlo. ¿Tiene alguna opción un simple murciélago ante la fuerza más poderosa de este universo? La respuesta es sí. De algún perverso modo, cuando los dioses se revuelcan por el lodo es el más cercano a aquella bajeza, el más terreno, quien prevalece.

Levanta la vista hacia el cielo, lector crepuscular. ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No, es Supermán, que vuela lo más lejos posible de nosotros. Siempre por encima, siempre en otra dimensión. Mira ahora a lado y lado. Detrás de cada mueca hay un Batman en potencia. Todos, absolutamente todos podemos llegar a ser Señores de la Noche. Tiempo ha que aprendimos a caer.

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(*) Me recuerda el amigo Graps que esta interpretación se la debemos a Quentin Tarantino, autor del guión de Kill Bill 2, y no a Smith.

miércoles, mayo 11, 2005

El juego de los muertos

Mientras Alemania sigue purgando su pasado genocida con un monumento tan dudoso estéticamente como moralmente interesante, nuestro Mariano Rajoy regresa a las cavernas del PP y, saltándose pactos antiterroristas varios y cualquier asomo de decencia política, lanza un envite de sangre y vísceras en la mano por recuperar el liderazgo de su partido y, si cae, la presidencia del gobierno. José Luis Rodríguez Zapatero "ha traicionado a los muertos de ETA", señala. Aunque deleznable no es mala táctica la demagogia a vueltas con el terrorismo, que se lo pregunten si no a José María Aznar. Rajoy no presenta en su currículo el plus de haber sobrevivido a un atentado, pero es sabido que la porquería bien esparcida siembra dudas y obnubila percepciones. Claro que una cosa son los GAL y otra casi cuarenta años de despedazamiento y tiros en la nuca. Parece que el amigo no ha aprendido del 11-M, ignora aún que con los muertos no se juega. Y ahí lo tenemos, mentando a las víctimas con fines eminentemente partidistas. Él, que nunca ha sido ni será verdugo, comienza a sembrar de losas el futuro de su conciencia.

La memoria es una losa

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2711, concretamente.

lunes, mayo 09, 2005

Famous last words

"Si no vamos a llegar a ninguna parte, ¿para qué seguir avanzando?".
Tales fueron las últimas palabras de Sonam Gyarma instantes antes de despeñarse por uno de los desfiladeros del Manaslu. Pero no entraré a discutir la posibilidad de un suicidio. Quien conociera a Sonam sabrá a la perfección que todo género de violencia (y especialmente la que uno puede ejercer contra sí mismo) distaba años luz de su carácter.
A continuación reproduzco la última instantánea de mi amigo. Ahí lo tienes, lector crepuscular, escoltando a dos conocidos de nuestro círculo parisino que habían aceptado sus reiteradas invitaciones para visitar el Tíbet (el Manaslu pertenece en realidad a Nepal, pero era una de las cumbres preferidas de Sonam). La foto fue realizada el pasado 23 de abril por Jean-Claude Rigadeau, y a unos cincuenta metros a la espalda de Sonam podemos ver a Nadia Rigadeau.

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viernes, mayo 06, 2005

Dormir, tal vez hablar

Cuando de veras has dormido acompañado, eres consciente de lo bien que se duerme solo. Cuando de veras has dormido solo, echas de menos la incomodidad de dormir acompañado. La posibilidad de tender puentes de piel a piel para cruzar la noche con garantías. Es quizá la mayor de las intimidades, la prueba definitiva: no te ruborices, lector crepuscular, si confieso que renuncié a alguna relación altamente satisfactoria en lo físico por no sentirme capaz de dormir al lado de esa persona.
En cierta ocasión, una amiga me sugirió que solventara las emergencias abrazándome a un cojín. Pero yo ya sabía de lo efectivo de tal solución cuando tu subconsciente se presta a dejarse engañar por una mera disposición de los brazos. Y, desde luego, los cojines no hablan.
Hay noches en las que todo cuanto necesitas es una voz a tu lado. No una voz cualquiera, eso ya lo sabemos. Y, porque el dormir esconde la mayor de las intimidades, te muestras dispuesto a cambiar de escenario, a renunciar a la tibia complicidad de la inconsciencia. Una cerveza en un bar serviría. Sin ánimo de grandes confesiones, simplemente un encauzar la oscuridad con dos o tres anécdotas y opiniones intrascendentes. Alguna broma privada, como mucho.
Pero quién eres tú para reclamar la voz y la mirada de otra persona. No, sin duda reclamar no. Ni, en el otro extremo del espectro emocional, suplicar. Sugieres, si acaso. Y cruzas los dedos.
Y puede perfectamente suceder que la noche jamás te dé respuesta.
Así que, en el mayor de los silencios, procedes a meterte en la cama. Cómodamente solo, el estado que nos resulta más natural. No es ningún drama. Habrá muchas como ésta. Pero, con razonable disimulo, echas de menos el tender puentes de piel. Y todas esas simples palabras que no has podido lanzar, todas aquellas que no has logrado escuchar... Bueno, de algún modo permanecen ahí. Flotan a tu alrededor. Son las sombras que se proyectan contra el techo de la habitación.
Tan sólo quieres dormir, y en verdad duermes tan solo...

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To dream the impossible dream...

jueves, mayo 05, 2005

Ética balompédica

No he podido ver las imágenes, hablo de oídas (o, en honor a la exactitud, escribo de leídas). Fue durante el Werder Bremen-Arminia Bielefeld del domingo pasado. Miroslav Klose, delantero del equipo de casa, entró en el área rival y se fue al suelo ante la entrada del portero Matthias Hain. El árbitro, Herbert Fandel, marcó el punto de penalti. Y aquí las versiones difieren. Según El País de este martes, Fandel fue llamado a consultas por su juez de línea y, toda vez sembrada la duda sobre lo justo de la señalización de aquella pena máxima, acabó preguntando directamente a Klose si Hain le había derribado. Y el jugador contestó honestamente que no. Otras fuentes rezan que fue Klose quien desde el principio intentó sacar al colegiado de su error, que incluso corrió hacia él para indicárselo. Sea como fuere, Fandel revocó la decisión inicial y mandó reanudar el juego con un bote neutral. El resultado era de 0-0, y el Werder Bremen tenía sesenta minutos para obtener un triunfo imprescindible a la hora de seguir optando a una plaza europea. Si añado que el partido acabó 3-0 y que Klose firmó uno de los tantos, ¿estaré sugiriendo que su buena acción obtuvo debida recompensa?
Nada más lejos de mi intención.
Así que citaré un segundo caso de ética futbolera acaecido durante la misma jornada y mucho más notable si cabe. El Eibar se jugaba sus opciones de ascenso a primera en el estadio del Lleida. Con 1-1 en el marcador y ya en el minuto 92 de partido, el joven David Jiménez Silva (19 años) se encontró solo en el área, cara a cara frente al cancerbero local. Y, al entender que tan privilegiada posición se debía a la lesión de uno de los defensas, en aquel momento tendido sobre el césped, lanzó el balón fuera. El encuentro terminó con empate y es bastante probable que el Eibar no suba esta temporada a la división de honor.
El caso es que tanto Klose como Jiménez Silva antepusieron su personal sentido de la justicia al interés corporativo, algo que los medios han ensalzado bajo la etiqueta de "fair play" pero que se me antoja flagrantemente erróneo. Porque los árbitros se equivocan bien sin mirar a quién, y la balanza suele equilibrarse tarde o temprano. Y ningún equipo del mundo se desprenderá de uno de sus jugadores para competir en igualdad de condiciones si has realizado los tres cambios y se rompe uno de los tuyos. ¿O acaso hay una medalla especial para el marathoniano que desfallece a un quilómetro de la meta, para la gimnasta que sufre una contractura durante las finales de suelo? Todo ello son gajes del deporte, y lo del juego limpio dista bastante de tales ejercicios de vanidad personal, me temo.

Sorbiendo, como quien no quiere la cosa...

Mientras me llueven sugerencias sobre cómo titular una hipotética segunda parte de Sorbed mi sexo (Rasgadme el himen si opto por un femenino punto de vista; Con la boca llena no se habla / ¿Quién te ha dicho que pararas? caso de permanecer fiel a Boissel), aparece en www.dosdoce.com la primera crítica al libro. Crítica que procedo a reproducir aquí con ánimo menos vanidoso que testimonial y celebratorio:

"Ni siquiera sabemos si es biografía, patraña o novela. Así nos preparan, desde la contraportada del libro, para lo que vamos a encontrar en sus páginas. Y lo cierto es que el relato pasa por momentos que aseguraríamos que responden a una biografía real y por otros donde brilla claramente la imaginación del autor.
Un periodista, encarnado en el libro por el propio autor, lo que potencia la veracidad del relato, decide escribir la biografía de Paul Boissel, célebre cocinero francés fallecido en 1992, famoso tanto por lo exquisito e innovador de sus platos como por su extravagancia y las connotaciones sexuales de su cocina. Obsesionado con el sexo, se nos revela como un poeta y filósofo de su propia vida, escribiendo en sus "Cuadernos" sus pensamientos, sentimientos, temores y teorías. Su obra está plagada de metáforas, al igual que su cocina. Serán famosas sus "comidas sexuales", cargadas de simbolismos, que sirve en su pequeño y famoso restaurante "La Chatte", al que acude el París con intención de estar a la última, así como personalidades y políticos extranjeros (por allí pasarían Franco y el rey Juan Carlos), además de escritores, actores, músicos, pintores y artistas en general.
Diseccionando su vida sexual y su propia existencia (nueve años de carne, diez años de pasión,…) y utilizando cuatro personajes metafóricos (Cristo, Hitler, el biógrafo y el payaso) para establecer diferentes formas de pensar y posturas ante la vida, Boissel decide buscar la redención; para ello, analiza desde varias perspectivas su pasado, presente y futuro e intenta liberar culpas con el fin de acallar la conciencia, llegando a la conclusión de que la solución a todos sus males se encuentra en la amputación de su propio pene.
En el libro se establece una comunión entre periodista y cocinero; el espíritu del segundo va apoderándose del primero, de manera que a veces es difícil diferenciar quién es quién. El relato concluye con una recreación del cierre del restaurante al más puro estilo de "El Club de la Comedia" donde Boissel, sobre el escenario en "La Chatte" y con un foco iluminándolo, se despide de sus clientes y amigos, incluso del biógrafo Krmpotic, allí sentado, y tras repasar anécdotas e historias da por concluida la vida del local y la suya propia.
Milo J. Krmpotic nos acerca a través de una interesante labor de investigación al personaje del cocinero Boissel. La estructura del libro nos trae a la memoria El libro de las ilusiones, de Paul Auster, y aunque en el que nos ocupa se echa de menos una mayor profundización en los personajes principales, se ve compensado con la faceta de escritor de Boissel que compite y se complementa con el propio trabajo de Krmpotic. Ciertamente original es la cronología sobre la vida y los hechos de Paul Boissel que aparece al final del libro. Real o ficticia, es lo de menos. Una obra elegante, interesante y bien escrita
."

martes, mayo 03, 2005

Devoción y muerte: la carne en Lucian Freud

Cincuenta años de edad separan a los dos modelos de El pintor sorprendido por una admiradora desnuda. Y alberga uno la intuición de que, al margen de las notabilísimas virtudes estéticas y conceptuales del lienzo, es dicha anécdota la que ha alimentado la rabia (falsa, siempre con fines estrictamente comerciales) de la prensa amarillo-británica. Lucian Freud, el pintor, cuenta 83. Y ahora sabemos que la admiradora desnuda responde al nombre y rasgos de Alexandra Williams-Wynn, una mujer hecha y derecha de 32. Imposible por tanto comulgar con los titulares que, desde las islas, clamaron contra el cuadro en cuanto “apología de la pederastia”. Pero sí, quizá, podríamos escarbar ligeramente en la vertiente menos pueril del profundo malestar generado por la obra en esta sociedad occidental que, por haberlo visto todo, se suele creer a salvo de la influencia del arte.
Nada hay en El pintor sorprendido… que resulte novedoso en la trayectoria de Freud. El estudio es el de tantos otros retratos: tablones de madera, sábanas retorcidas por el suelo, un magma pictórico que brota tridimensional de las paredes… Y mucho menos destacaremos la presencia del desnudo o lo macilento (cuando no corrupto) del tratamiento de la humana carne. Ahora bien, prestemos atención a los actores. Él, completamente vestido, parece en disposición de pintar, eleva el brazo derecho en dirección al cuadro y gira tres cuartos la cabeza, quizá buscando el reflejo de un espejo situado fuera de campo, quizá molesto al verse distraído (“sorprendido”) por ella. Ella, completamente desnuda, se aferra a una de las piernas del artista; sentada tras él, parece atraparlo entre sus rodillas mientras, con gesto de libidinosa devoción, lanza una mano como a la caza del genital masculino. Ambos se hallan situados en el centro mismo de la composición, pero a una irrazonable distancia del espectador. Ecos de Las Meninas, el artista que se cuela en el retrato y reclama con radical modernidad su cuota de protagonismo creador. Pero no hay aquí infantas y mascotas que rellenen la escena: pintor y modelo parecen extraviados; ceden gustosos el primer plano a una silla alta, el segundo al cuadro dentro del cuadro, se conforman con ese tercer nivel lleno de dudas. Porque la vacilación y el enfrentamiento brotan incómodos. El vacío del tercio inferior frente al amasijo de la superficie restante. Las actitudes contrapuestas y la tensión sexual que de ellas se deduce. Todo cuanto separa a Freud de su “work in progress”: no sólo un espacio imposible de atravesar cuando alguien te sujeta la pierna, también una silla tan violenta en sus colores como dueña de agresivas diagonales.
El nieto del padre del psicoanálisis se las arregla para contarnos de modo perversamente original una historia recurrente, tan antigua como la humanidad misma. Adán y Eva. El cuerpo femenino y la devoción eléktrica cual manzana. La inútil protesta de un hombre que se sabe apartado de su deber: la taza con pinceles que se tambalea, el pecho hinchado que contra toda lógica se cuela entre los listones y travesaños del asiento. Claro que Freud consigue al fin rematar la faena, ahí está, expuesta en la National Portrait Gallery de Londres. Pero es una gloria efímera. Una suerte de punto y aparte. Un testamento. Frivolidad y estulticia al margen, El pintor sorprendido… nos produce desazón en su inclemente retrato de la amargura erótica y la omnipresencia de la muerte. Intelectual pero directo a las entrañas, nos enfrenta a un Eros que corretea bajo la sombra de Thanatos. La carne que nos da la vida es la misma materia cuya corrupción nos borrará de este mundo. Tal es la dicotomía a la que Freud ha dedicado casi toda su carrera. Tal es la espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas. Y, puesto que a nadie le gusta que se lo recuerden, de repente el artista se vuelve imprescindible.
Una vez más. Quién lo iba a decir, a estas alturas del partido…