Entre el Dead Man de Jarmusch y los payasos de la tele discurre el reencuentro, nueve años después, de Young con la Santísima Trinidad del Caballo Loco. Se ha dicho ya: los once cortes que componen Americana son propios de coro de parvulario en las barras y estrellas (tal y como se ha añadido que, a tan seminal repertorio, el canadiense le ha respetado los versos truculentos que remiten al carácter fuera de la ley o directamente asesino de la génesis de los Estados Unidos). Interpretada menos con seis cuerdas que con idéntico número de cables de alta tensión, la propuesta ampara fogonazos de inspirada y distorsionada belleza las más de las veces (Clementine, Oh Susannah), pero cae también puntualmente en la anacrónica ingenuidad que marca su punto de partida (This Land is Your Land). A medio camino entre la épica guitarrera marca de la casa y esa interpretación en piloto automático, se agradecen, en fin, los guiños cincuentero (Get a Job) y sesentero (Travel On) de su tripa.
(Esta reseña apareció en el número de verano de Go Mag.)
(Esta reseña apareció en el número de verano de Go Mag.)
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