Para ulular lastimeramente:
Nada: no hay una sola manzana corrompida en sus casi dos horas de mágico celuloide.
Para aullar efusivamente:
Los actores en general y Maribel Verdú en particular: en el año de las tres Blancanieves, Julia Roberts y Charlize Theron se lo habían pasado ya pipa interpretando a la malvada reina, pero la Verdú, además de disfrutar, demuestra una sabiduría interpretativa al alcance solo de los más grandes. La puesta en escena de Berger, sutil en el homenaje, sugerente en el simbolismo, tan práctica como lírica. La fotografía de Kiko de la Rica, a ratos buñuelesca, a ratos soviética y germana, una y otra vez efectiva. La banda sonora de Alfonso Vilallonga, que en más de una ocasión nos hace olvidar la ausencia de voces. Y su espléndido sentido del humor. Y su maravilloso último plano. Y, en definitiva, que salga victoriosa de su apuesta, porque...
El juicio crepuscular:
...cuando de una película muda y en blanco y negro se trata, no hay The Artist que valga: siempre se parte de cero, hay que seducir al espectador fotograma a fotograma, cosa que esta Blancanieves hace con sencillez y emoción, inteligencia y picardía (véase el clímax de la corrida en La Colosal de Sevilla, que tan fácilmente podría haber pasado de pintoresco a controvertido).
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