martes, diciembre 13, 2011

"Jane Eyre" de Cary Joji Fukunaga

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Para ulular lastimeramente:

Un solo despiste, una única salida de tono, una sola toma fuera de lugar: durante el primer beso de la pareja, la cámara abandona esa súbita y anhelada intimidad para darse a un plano largo en exceso romántico, más celebratorio de cara a la galería que respetuoso con la emoción de los personajes. El resto de peros (que Jane se enamore de tamaño cenutrio -aquí dueño de un físico bastante más atractivo que en la novela, todo sea dicho- o la escasa fuerza del clímax) son adjudicables a Charlotte Brontë antes que a los responsables de esta (o cualquier) adaptación. 


Para aullar efusivamente:
Prácticamente por orden de aparición: sus góticas localizaciones (terribles, hermosas, agrestes, solitarias, amenazantes) y su sabio uso de la naturaleza como elemento metafórico, la banda sonora de Dario Marinelli, una maravillosa Mia Wasikowska, la capacidad de Cary Fukunaga para mostrarse contemporáneo y clásico a la vez, su pulso para exhibir una marcada personalidad y reconocer también los momentos que requieren de una mayor austeridad narrativa (ese primer recuerdo de Lowood... ¿está tomado de Bergman o me lo parece a mí?), el acompañamiento que a todo ello presta la fotografía de Adriano Goldman, una ajustadísima Judi Dench y un notable Michael Fassbender... Finalmente, que nos emocione, que suspenda tanto nuestra incredulidad como el conocimiento previo que de la historia tengamos para sumergirnos en los grandes sufrimientos y pequeñas alegrías de su heroína.


El juicio crepuscular:
Por experiencia propia y ladradora, mucho me temo que no es requisito imprescindible una sensibilidad victoriana para rendirse ante ésta, una de las experiencias fílmicas más emotivas e impactantes de los últimos dos o tres años. Jane Eyre 2011 está orquestada con genio y sentido común, se deja conducir por una actriz que aquí revela un control sencillamente prodigioso de su disciplina, nos sume a lo largo de dos horas en un trance hipnótico del que tan sólo salimos durante los diálogos entre Wasikowska y Fassbender, convencidos como nos dejan de que el celuloide se está viendo trascendido: un hito espectador que debería ser también, desde ya, historia viva del cine. 

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