Una de dos: o aceptamos “don Alonso Quijano” cual paradigma del humor inglés o, caso de querer insistir en los orígenes castellanos de su ingenio y peripecia, deberemos aceptar que no ha habido tradición como la británica a la hora de heredar, asimilar y reproducir su melancólico sentido de la comedia, su hilarante tratamiento de este muy serio absurdo que llamamos vida. Allende el Canal les costó siglo y medio igualar la propuesta pero, de Tristram Shandy a esta parte, son legión los ejemplos y memorables los resultados, con el Michael Beard de Solar, Sancho Panza en lo físico y quijotesco su despistado empeño, como último gran exponente.
Beard es un Premio Nobel tirando a achaparrado, coleccionista de adulterios y por consiguiente de esposas, cuyo intelecto languidece en la dirección y asesoramiento de diversas instituciones. O al menos es así hasta que la confluencia de un nuevo abandono marital, un viaje al Ártico para testimoniar de primera mano el drama del calentamiento global y un estrambótico accidente doméstico lo llevan a abrazar la causa medioambiental, cuyos problemas aspira a solventar convenciendo a la industria de que las bondades monetarias que se esconden tras el aprovechamiento de la energía solar nada tendrán que envidiar al negocio de los combustibles fósiles.
Sublimaciones amorosas y percances eróticos, jamelgos transmutados en motos de nieve, rivales imaginarios y otros que no lo son tanto; el peligro, en definitiva, de entender el mundo en una única clave, la de los libros de caballería o la de los textos científicos… Todos esos ingredientes, elementos de una tradición a la par que retrato del signo de los tiempos, se asientan en perfecta disposición gracias al protagonista de la historia, personaje de insultante, entrañable humanidad que marca la diferencia respecto a sátiras moralistas recientes pero algo menos logradas, como el Perro amarillo de Amis. McEwan borda el registro, un diez que sumar en su casillero a los tipos de drama en que ya era un maestro: intimista, histórico, grotesco…
(Esta reseña fue publicada en la ya desaparecida página web de crítica literaria 330.)
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