¿Proyecto alimenticio o fijación personal? Sea como fuere, Linklater nos
cuenta una historia mil veces vista y sólo ciertos apuntes en el diseño
de los personajes, una mínima resonancia emocional, hacen que no los
deseemos víctimas de un cardumen de pirañas modificadas genéticamente
cuando van a bañarse al lago. Entre guiños ombliguistas y gags ya
gastados allá por Porky's II, un pequeño hallazgo de
guión: limitar la acción a las 72 horas previas al primer día de
universidad (tal y como Dazed and Confused acontecía durante el último
día de instituto). Todos sabemos lo que sucede cuando se acaba el
verano y ese regusto amargo, acentuado por la sonrisa del plano final,
es lo único que emparenta este título con los mejores trabajos del
amigo. Por lo demás, el ejercicio de nostalgia (y estulticia) tiene sus
instantes simpáticos, asentados principalmente en el diseño de
producción (la discoteca, la fiesta de los estudiantes de teatro), pero
el resumen invita a declarar estas dos horas tan perdidas como nuestra
(sniff) juventud.
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