Lo que cuenta: Tres años después de haberlo solicitado por vez primera, el crítico de arte y novelista Maubert consigue una cita con Francis Bacon, en ese momento (mediados de los 1980) el pintor más cotizado del mundo. Será el primero de varios encuentros generalmente celebrados en el estudio-domicilio del artista, en torno a una botella de vino (o varias) y con el francés como lengua vehicular.
El ya tradicional pero: Quizá por conocer bien otras obras tan paralelas como previas, quizá porque el material no era para tirar cohetes, Maubert limita la transcripción de sus cinco charlas a apenas 65 páginas, presididas a su vez por un espíritu de apostilla que difícilmente invita a considerar El olor a sangre humana... como una obra de referencia. Y su único apartado claramente original (un ensayo que relaciona al pintor con el célebre filósofo homónimo a través de un texto largamente perdido del segundo sobre la decadencia de los cuerpos) tampoco se nos antoja precisamente un hallazgo.
Razones para el regocijo: Pese a su ya comentada brevedad, el conjunto consigue conformar un retrato bastante razonable del Bacon septuagenario. Su prólogo y referencias bibliográficas, además, sitúan fielmente al personaje e invitan a la lectura tanto del neófito como del experto.
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