lunes, septiembre 05, 2011

In memoriam

Se cumplen precisamente el próximo día 9 -constato gracias a una vieja agenda que ha sobrevivido al tiempo y a las humedades que lo acompañan cuando uno tiende a almacenar las cosas- dieciocho años de mi primera y última visita a Córdoba, Argentina. Dieciocho años desde que fui recibido en el barrio de Argüello por los Martínez en general y los Lascano Martínez en particular, primos y tíos y tíos-abuelos, una variopinta avanzadilla de lo que me esperaba durante las jornadas siguientes, con su visita al pueblo de Los Molinos (un clásico de la mitología veraniega de mi madre y sus hermanos), el asado en una villa de Carlos Paz, etc. Podría recitar completa la alineación de familiares a los que conocí aquella mañana de sábado, tras pasar la noche en el auto con mi tía Mele y su pareja de entonces, Carlos Villasuso. Pero quiero, debo más bien, detenerme en Celina Lascano, en ese momento una adolescente de mirada inteligente (lo cual, en términos argentinos, indica que probablemente te están tomando el pelo), de quien pronto descubrí, con el intenso interés que estas cuestiones suelen despertar cuando suceden dentro del linaje de uno, que había nacido exactamente en la misma fecha que mi hermano Ivo. Fueron sólo cinco días, pero la sucesión de partidas de truco y dados, la magnética personalidad de adultos como el tío Jorge o la dupla Goyo-Jambá, el cariño y la complicidad con que me acogieron Celina y sus hermanos, los grabaron a fuego en mi memoria emocional, al punto que la partida me sumió en un estado de shock del que no logré desperezarme hasta varias horas después de pisar de nuevo Buenos Aires. Creo recordar que volví a ver a Celina en la capital durante mi no muy gloriosa estancia de 1995, cuando intenté establecerme allí. Sí puedo asegurar que a lo largo de algunos años, dos o tres, me escribí con ella y los demás Lascano. Y que el tiempo y las humedades que lo acompañan cuando uno tiende a almacenar las cosas jamás alteraron el intenso cariño que por ellos sentí y sigo sintiendo.

Anoche supe, Facebook mediante, del fallecimiento de Celina. Llevaba tiempo padeciendo un cáncer, tiempo en el que yo había ido preguntando por su situación a Mele, a su hermano Jorge (antaño Jorgito). Sabía, pues, de la gravedad de la situación. Pero, como siempre, nunca esperé un desenlace tan... definitivo. Y pensaba hoy, esta mañana, que precisamente insistí en informarme sobre su estado, como si el conocimiento me otorgara alguna forma de control, pero que no se me ocurrió, diría, solicitar algo mucho más directo y evidente: pedir que le dieran un beso de mi parte, que le dijeran que este primo gallego desaparecido se acordaba y la tenía muy presente. Sirvan estas líneas de despedida para que ese mensaje llegue al menos a los suyos, a todos los que, hace casi dieciocho años, comenzaron a ser muy míos.

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