domingo, enero 30, 2005

De GO al gol, parte I

Franjas horizontales verdes y blancas: tales eran (son) los colores de guerra del Club Natació Montjuïch. Aún hoy experimento un asomo de anticipación al recordar aquella camiseta, pantalones, calcetines. Algún amigo de mi padre, sabiéndolo argentino con pocos años de estancia peninsular, había sugerido que se dedicara al fútbol. Pero muy pronto se demostró que no existía rastro alguno de la esencia sudamericana tras su toque y, dado su físico fornido, decidieron reconducir su carrera deportiva hacia el rugby. Así que mi padre comenzó a lucir aquella zamarra blanquiverde. Por entonces, el rugby me resultaba bastante aburrido. Recuerdo los entrenamientos nocturnos a los que a veces acudía, también los partidos, más por los espectaculares bocadillos de jamón serrano y pan con tomate que manufacturaban en el bar del club que por cualquier otro motivo. Pero algo de instinto deportivo se iba colando en mi ser, y a veces me sorprendí fabulando heroicos encuentros de los que surgía victorioso y, quizá, con un par de costillas rotas (mi padre regresó en un par de ocasiones en este último estado, no siempre acompañado del anterior).
Tiempo después, a una escala humilde pero ciertamente gozosa, he podido satisfacer aquellas fantasías infantiles. Practico el fútbol con pasión británica, sentido táctico germano, ocasionales destellos de fantasía argentina y resultados eminentemente hispanos (aunque alguna copa exhiben mis vitrinas). El recuerdo de dos o tres tantos decisivos o especialmente estéticos me hincha las entrañas, y me siento con ello razonablemente satisfecho en este apartado. Pero mucho más placer me produce el saberme profesional (pues recibo contrapartidas económicas) en el deporte que años ha escogí como propio: la escritura.
Escribir es una disciplina que también exige de entrenamientos diarios pero que rara vez se presta al éxtasis comunitario. Nadie viene a abrazarte cuando has finalizado una gran página. Nadie te aplaude por una metáfora razonablemente bien hallada. Todo surge de la intimidad y a la intimidad regresa. Algún comentario puntual, si acaso, pero la consecución suele darse de forma privada, ajena a celebraciones espontáneas y populares (una prueba más de que los premios literarios suelen estar concedidos de antemano: aún no he visto a ningún escritor quitándose la americana y corriendo gesticulante hacia las mesas para abrazarse con su público). Ni rastro de comparación con el gol, vamos.
Pero he aquí que anteayer recibí una noticia que estoy viviendo con entrañable emoción. Los lectores de GO han escogido mi entrevista a Jeff Tweedy, líder de Wilco, como el mejor artículo aparecido a lo largo de 2004 en esa publicación. ¿Tiene algún criterio el lector de GO? ¿Buen gusto cuando menos? ¿A alguien le importa? Lo trascendental es que uno de mis textos ha permanecido en la memoria de un grupo de personas, y que ese grupo de personas (bajo el aliciente de ganar un reproductor de mp3) lo ha regurgitado en forma de votación para alborozo de un servidor.
Es bueno sentirse ligeramente acompañado a la hora de escribir. No estamos hablando de Koeman después de Wembley, pero gracias de todos modos. Sólo cabe añadir, quizá, que en la ausencia de público directo uno intenta hacer las cosas bien para responder a las expectativas propias y a las confianzas ajenas. En este caso, las confianzas tienen nombre de mito erótico y de buen amigo. Respectivamente, Janina Canet y Manu González. Gracias gracias gracias por el pase de este tontorrón pero no por ello menos valioso gol.

De GO al gol, parte II (repetición de la jugada)

Wilco: Primavera en Chicago
Reniega de la perfección, pero dice buscar la belleza. Habla de desnudar sus canciones a la par que introduce en una de ellas diez minutos de ruido electrónico. La traumática grabación de su anterior disco, Yankee Hotel Foxtrot, fue para él una etapa feliz... La mente de Jeff Tweedy no es apta para ideas preconcebidas o lugares comunes. El maravilloso A ghost is born, tampoco. Antes (y durante) la visita de Wilco a Barcelona como uno de los cabezas de cartel del festival Primavera Sound, dialogamos con su peculiar líder en una doble sesión: primero fue una llamada telefónica desde las oficinas de Nonesuch Records de su Chicago natal; después, un encuentro cara a cara en un hotel de la Ciudad Condal. Y, entre lo uno y lo otro, acabamos compilando este exhaustivo Wilcocedario.

A.M. [1995]: “Fue el primer disco que grabamos tras la desaparición de Uncle Tupelo. Y fuimos muy rápido, creo que lo terminamos en el plazo de dos meses. Así que se trata de un álbum muy cercano a Uncle Tupelo, aunque con un punto pop. Todas las canciones eran mías, y tiendo más a la melodía que Jay Farrar... Es lo que es. Ojalá nos hubiéramos entretenido un poco más con él, pero me trae buenos recuerdos cada vez que lo escucho”.
Being there [1996]: “Nos permitió explorar aspectos no necesariamente relacionados con Uncle Tupelo y cosas que definitivamente jamás formaron parte de Uncle Tupelo. Sentó el tono de lo que ha sido la banda desde entonces. Nos satisfizo mucho ser capaces de cambiar y de mostrarnos honestos respecto a nuestra música. No intentamos asegurarnos un público. Primero hicimos el disco que queríamos, y a continuación comprobamos que había un público para él”.
Cline, Nels y Sansone, Pat [últimas incorporaciones de Wilco]: “Conozco a los dos desde hace tiempo. Pat toca con John [Stirrat, bajista de la banda] en The Autumn Defense, y Nels ha sido uno de mis guitarras favoritos desde hace ocho años, así que era una buena oportunidad. Cuando nos fuimos de gira con Yankee Hotel Foxtrot todos tocábamos muchos instrumentos diferentes, cambiábamos de instrumento de una canción a la siguiente, y funcionó bastante bien. Pero esta vez va a ser divertido que cada uno pueda sentarse y dedicarse a un solo instrumento. El que haya una persona de más nos permitirá centrarnos en nuestro trabajo”.
Chelsea Walls [film dirigido por Ethan Hawke cuya banda sonora fue compuesta por Tweedy]: “Ethan me llamó. Glen Kotche y yo fuimos a ver la película, y comenzamos a improvisar sobre las imágenes. Además añadieron otras canciones, como un tema sobrante de A.M. No sé si el film me gustó demasiado, pero sí que disfruté mucho trabajando en él”.
Directo [el de Barcelona, el viernes 28 de mayo, fue apenas el segundo concierto de esta nueva gira]: “Estoy impaciente por presentar A ghost is born en vivo, porque lo grabamos en directo y sonará de maravilla. Me gusta mucho cómo suena la banda, creo que ésta va a ser la mejor versión de Wilco en directo que haya habido”.
Estudio: “No queríamos pasar mucho tiempo con las remezclas; queríamos tocar. Hacer música en grupo. Así que minimizamos ese aspecto del proceso de grabación. La idea es que todo resultara más apasionado. Para mí el tema de fondo nunca fue alcanzar la perfección. Pero también es cierto que grabamos nuestras canciones una y otra vez. Hay temas en A ghost is born que fueron completamente grabados cinco o seis veces antes de llegar a la versión definitiva”.
Fertilidad: “Aún quedan unas cincuenta o sesenta canciones de las sesiones de Yankee Hotel Foxtrot. No sé, irán apareciendo en caras b o lo que sea, pero desde luego no van a evaporarse”.
Golden Smog [proyecto que reunió a Tweedy con, entre otros, el líder de The Jayhawks, Gary Louris]: “Adoro a Gary. Le conozco desde hace 15 años y fue fantástico trabajar con él en esos discos. Ambos hemos estado muy ocupados, así que es raro que encontremos tiempo para reunirnos. Pero volvería a tocar con él en cualquier lugar, en cualquier momento”.
Howlin’ Wolf: “Hay muchísimos artistas a los que me gustaría homenajear, pero necesito que haya una conexión especial con ellos. Howlin’ Wolf no dejó demasiadas letras, pero no me importaría hacer con él algo parecido a lo que hicimos con Woody Guthrie” [véase la letra M].
I am trying to break your heart [documental de Sam Jones sobre la accidentada grabación de “Yankee Hotel Foxtrot”]: “Me gustó, pero me cuesta hablar de él. La película se ve bien, la fotografía es bonita... Pero hasta ahí llega mi objetividad al respecto”.
Jaquecas [mal que afecta a Tweedy de forma crónica, que le ha conducido a desarrollar una dependencia de los analgésicos y, de últimas, a un proceso de desintoxicación que provocó la cancelación de numerosos conciertos de la banda]: “Me encuentro bien”.

Krmpotic’, Milo J. [el entrevistador, impresiones tras dos asaltos]: Recién salido del proceso de desintoxicación, Jeff Tweedy parece de buen humor y razonablemente ilusionado. Ríe con amabilidad ante varias de las preguntas, pero bien es cierto que hay otras que parecen descolocarle. El alegato anti-Bush de la letra ‘P’ brota con militante naturalidad, pero la sugerencia de que quizá el adiós de Jay 2 (Bennett) haya influido en los resultados de A ghost is born parece enervarle. Ello contrasta con su extrema sinceridad a la hora de recordar el desmembramiento de Uncle Tupelo y, sobre todo, el dolor que le causó su amigo Jay 1 (Farrar) al prescindir de él. Aunque a partir de los veinte minutos de cada charla el cansancio hace mella, la cuestión final sobre Ryan Adams le suscita, antes que rencor, un ramalazo de paternalista condescendencia.
Less than you think [penúltimo y prolongadísimo corte de A ghost is born]: “Es una canción sobre el libre albedrío, así que me quité de en medio para desarrollar una forma de música lo menos participativa posible. Hicimos que un montón de máquinas tocaran por sí mismas y aceptamos el resultado. Y personalmente opino que es muy bonito. Probablemente no es algo a lo que uno quiera enfrentarse en cada escucha, pero no lo hubiera mantenido en el disco si no creyera que es bonito. En el peor de los casos, me gusta la idea de que Less than you think [‘Menos de lo que crees’] sea la canción más larga del álbum”.
Mermaid Ave. I & II [1998 / 2000, álbums en los que Wilco y Billy Bragg pusieron música a unos textos inéditos de Woody Guthrie]: “No sé cómo llegamos a ello, pero cuando supimos que íbamos a conocer sus archivos y a leer sus textos y a musicar algunos de ellos... Bueno, nadie que yo conozca hubiera dejado pasar tal oportunidad”.
Nonesuch Records [sello de Warner que acogió a Wilco tras la espantada de Reprise, también perteneciente al conglomerado Warner, ante el supuestamente arriesgado y poco comercial sonido de Yankee Hotel Foxtrot]: “El apoyo de la gente de Nonesuch ha representado una nueva experiencia para nosotros. Que haya alguien que... bueno, gente que aunque no te entienda al menos te da la oportunidad de explorar”.
O’Rourke, Jim [miembro de Sonic Youth y, a juicio de muchos, responsable del derivar sonoro de Wilco en sus últimos dos trabajos]: “Jim es muy importante. Para comenzar, se trata de mi mejor amigo. Y además es un tremendo músico y productor. En Yankee Hotel Foxtrot lo suyo fue más bien una colaboración destinada a transformar algo que yo había ya terminado. Pero con A ghost is born estuvo metido en el proceso desde mucho antes, así que ha sido una especie de productor tradicional. Se sentaba en la sala de control y decía cosas del tipo ‘eso es una porquería’, ‘podemos hacerlo mejor’ o ‘ralenticémoslo un poco’. Es una de las pocas personas en las que confiaría para hacer algo así”.
Política: “Como banda estamos haciendo todo lo posible para ayudar a que esta administración sea puesta de patitas en la calle. Opino que la música es de por sí un profundo manifiesto político que te coloca a un lado u otro de lo que sucede. Cada vez que creas algo e intentas que sea bello... es una declaración política. Pero todo eso no resulta suficiente a día de hoy. Nos encontramos en un momento de la historia en que hay demasiadas cosas en nuestro mundo que son un completo desastre, en mi opinión al menos. Así que vamos a hacer todo lo posible, desde recaudar dinero para la campaña hasta dar voces para que se sepa lo que está sucediendo”.
Química [la existente entre Tweedy y Jim O’Rourke y Scott McCaughey, a quienes se unió en los proyectos paralelos Loose Fur y Down with Wilco de The Minus Five]: “Me pidieron que tocara en el Noise Pop Festival, y que colaborara con alguien de cara a hacer algo diferente respecto a mis shows acústicos. Me dijeron que llamara a Jon Langford o a Sally Timms, a alguien de la ‘insurgente escena country de Chicago’. Pero yo quería trabajar con Jim O’Rourke. Ya le conocía, pero no tenía su teléfono. Así que concertaron una cita, le gustó el trato y se trajo a Glen Kotche para tocar la batería. Nos lo pasamos tan bien que decidimos grabar un álbum. Y habrá otro disco de Loose Fur a lo largo de este año. En cuanto a The Minus Five, se trata de Scott McCaughey y de todo aquel al que pueda pillar para hacer un disco. Y tuvimos la buena suerte de que nos preguntara si queríamos ayudarle. Le conozco desde hace 18 años y fue una pasada. Adoro ese disco”.
Rivalidad [la que se estableció a mediados de los años 1990 entre Wilco y Son Volt, la banda de Jay Farrar tras la escisión de Uncle Tupelo]: “Había muchos motivos para competir. Ambos trabajábamos con la misma gente. Ambos teníamos los mismos fans... Y muchos de esos fans siguen hoy día convencidos de que deben compararnos para decidir quién es mejor. ¿Eres de Jeff o eres de Jay? ¡No puedes ser de los dos, por el amor de Dios! Así que creo que Jay y yo... Bueno, no puedo hablar por Jay. Creo que la rivalidad era más externa que interna, pero no se trataba de algo que yo pudiera ignorar porque la tenía delante de las narices a diario. Poco después de A.M. salió Trace, que es el mejor disco de Jay hasta ahora. De hecho fue el mejor disco de Uncle Tupelo. Porque Uncle Tupelo eran las canciones de Jay. Comencé a componer porque él no tenía suficientes canciones, y como Jay no quería cantar mis temas tuve que comenzar a cantar también. Pero nunca quise competir con él. Simplemente intentaba hacerlo lo mejor posible. Así que me dolió que Jay dijera que no quería volver a tocar conmigo. El hecho de que A.M. tuviera un punto pop llevó a mucha gente a pensar que yo no había tenido nada que ver con el éxito de Uncle Tupelo. En aquel momento no fui lo suficientemente maduro para admitir que Trace era un gran álbum. Representaba una prueba más de que yo no merecía seguir haciendo discos. Pero me liberé con Being there. Era una estupidez, porque yo había querido hacer música desde mucho antes de conocer a Jay. No se trataba de Uncle Tupelo, sino de lo que yo quería decir, de lo que yo quería tocar. Así que la rivalidad se acabó más o menos ahí”.
Summerteeth [1999]: “Nos esforzamos por coger todo lo que habíamos descubierto en Being there para a continuación hincharlo, darle otra proporción. Pero principalmente se trató de esconder una serie de letras muy oscuras en un envoltorio musicalmente dulce. De nuevo me siento muy satisfecho por haber experimentado, por no habernos dejado llevar por ideas preconcebidas sobre lo que debía ser nuestro sonido”.
Textos: “No sé si mis letras son autobiográficas o si estoy creando personajes. Ambas cosas, posiblemente. Pero no sé cuándo hago la una y cuándo hago la otra”.
Uncle Tupelo [banda seminal del country alternativo en la que Tweedy se fogueó a la sombra de Jay Farrar]: “No recuerdo esos días en términos de banda pionera, sino por lo bien que nos lo pasábamos. Era la banda que tenía con mis compañeros de instituto, y era muy divertido. Subirse a una furgoneta para ir de gira, grabar discos... Es lo que siempre habíamos deseado, y nos las arreglamos para conseguirlo. Me gustaba la música que hacíamos. Y posiblemente hubiera sido feliz de seguir así durante bastante tiempo. Pero me siento agradecido de que la banda se rompiera, porque todo ha sido mejor desde entonces. Tuve que madurar mucho a la hora de aceptar lo que había sucedido. Aquello había sido toda mi vida durante años. Pero no estoy triste.”
Vituperios [los que Ryan Adams suele dedicar a Tweedy cuando realiza algún concierto en Chicago]: “Sé que Ryan ha estado hablando sobre mí, pero no me cabrea en absoluto. Es un chaval con mucho talento. Bueno, no exactamente un chaval. Pero todo tiene que ver con esa actitud de estrella de rock... Y me parece bien, a la gente parece gustarle”.
Wilco: “Es una señal para comunicarse por radio. Roger quiere decir ‘de acuerdo, recibido’. Y Roger Wilco significa ‘te he escuchado y procedo, cumpliré con ello’ [“Wilco” es, pues, el acrónimo de “I will comply”]. Me pareció un nombre bastante irónico para una banda de rock, porque la mayoría de bandas no suelen cumplir”.
X [esto es, variable e indeterminado: el número de instrumentos que toca Jay Bennett, penúltima gran deserción/expulsión en el seno de Wilco]: “El minimalismo de A ghost is born no tiene nada que ver con la ausencia de Jay. [Respecto a su salida de la banda] Nos encontrábamos en un período de interacción negativa. Tomamos una decisión y abandonamos aquella dinámica pidiéndole a Jay que se fuera. Fue una decisión de la banda y todos nos sentimos muy bien al respecto. No porque quisiéramos hacerle daño a Jay ni nada por el estilo. Simplemente era lo mejor para la banda”.
Yankee Hotel Foxtrot [2002]: “Todo el mundo se llena la boca hablando de Yankee Hotel Foxtrot, diciendo que resultó una experiencia tortuosa y demás, cuando no fue así. Yo me lo pasé muy bien. Y, lo creas o no, no me importó para nada que la compañía dijera que odiaba el disco y que no iban a lanzarlo. Acabó siendo lo mejor que nos podía pasar. Nunca me sentí desanimado por todo ello. Me había acostumbrado a que no les gustaran mis discos”.
Zoología [varios temas de A ghost is born hacen referencia a animales: Spiders (Kidsmoke), Muzzle of bees, Hummingbird...]: “No sé si existe una orientación general, creo que estaba intentando llegar a un lugar de mi propio subconsciente antes que al de los oyentes. O quizá sea lo mismo. Simplemente me gustaron las sensaciones derivadas de esas letras. Quería que el disco sonara natural, y quería que nuestro modo de interpretarlo sonara natural. El caso es que los animales comenzaron a aparecer a medida que iba escribiendo”.
A ghost is born [2004, un nuevo comienzo]: “El proceso de grabación ha sido mucho más relajado. Nos encontrábamos más unidos en la consecución de lo que buscábamos, en grabar un disco juntos. Creo que cuando grabamos intentamos ir lo más lejos posible, y quizá eso sea ir cada vez un poco más lejos, no lo sé. Hemos intentado hacer un disco que nos sonara bien en este momento, pero yo escucho discos diferentes cada año y es posible que por ello acabe haciendo un disco diferente cada año”.

viernes, enero 28, 2005

La fiesta de la democracia

En Irak, el terrorismo mata a una media de 186 personas por mes. Un 11-M cada cuatro semanas, como quien dice, aunque tales cálculos suelen mostrarse traidores: en realidad, 256 iraquíes murieron en noviembre de 2004, 368 en diciembre y, a día 28, la cuenta de enero asciende a más de 214. Este próximo domingo, Irak celebrará unas elecciones que los grupos insurgentes han prometido bañar con la sangre de los votantes. George W. Bush ha emplazado a los iraquíes a que den una lección de democracia. Pero alguien tendría que haberles enseñado antes de nada qué es eso de “la democracia”, y el presidente de las barras y estrellas no ha sobresalido precisamente por su desempeño pedagógico. Si Irak fuera el País Vasco, la celebración de estas elecciones se nos antojaría un imposible metafísico. Demasiado terror. Demasiada muerte. Ya no se trata de votar con libertad, sino de atreverse siquiera a salir de casa (porque es de prever que el voto cibernético no cuente con excesivo predicamento en un país devastado, donde agua y electricidad son artículos de lujo). Pídanle a un padre de familia que entregue la vida que no le arrebataron los bombardeos, los tiroteos y los coches bomba, pídanle que la sacrifique por el intenso placer democrático de introducir un boleto en una urna…
En verdad los iraquíes tienen motivos para estar hasta los cojones. Invadieron su país a sangre y fuego, descabezaron sus instituciones y desmantelaron sus ejércitos, sólo para convertir la zona en la Disneylandia del terrorismo internacional (el cómputo desde el 20 de marzo de 2003 arroja un saldo total de 17.703 muertos: seis veces las Torres Gemelas). Ahora bien, ¿son mejores estas elecciones de mentirijillas que la dictadura baazista instaurada por Sadam Hussein? Es posible que sí. ¿Y acaso suspender las elecciones no implicaría seguirle el juego a Al-Zarqawi y sus secuaces? Sin duda, sin duda. Deberíamos por tanto apoyarlas, quizá como mal menor, quizá como primer y titubeante paso hacia la normalidad de un país que ya ha sufrido demasiado. Es más, no solo deberíamos, podríamos apoyar estas elecciones… (siempre y cuando olvidáramos antes que forman parte de la pantomima de Estados Unidos para mantener el control geopolítico del lugar). Este domingo los iraquíes se encontrarán de nuevo en la primera fila de un show inacabable. Ojalá la mayoría de ellos sepa huir de los fuegos artificiales.

miércoles, enero 26, 2005

La nazionalidad y el millón de muertos

Reza el lugar común que es privilegio de los vencedores redactar la Historia, pero un somero repaso diacrónico a tal disciplina y un vistazo a la actualidad informativa quizá nos lleven a dudar de esta proposición. La sensación es que cada cual, vencedores y vencidos, opresores y oprimidos, redacta una historia diferente según sus propios gustos, y que tarde o temprano, por aquello del movimiento pendular que caracteriza el discurrir de las naciones y/o ideologías, se encontrará en condiciones de aupar su versión a la categoría de discurso predominante. Observa, lector crepuscular, la paciencia del pueblo judío a la hora de recuperar los terrenos que Yahvé, S.L. les tenía reservados merced a un contrato curiosamente denominado Biblia (esto es, del griego biblion: “papeles, pergaminos, cartas”). Hizo falta un Holocausto y la madre de todas las diásporas para que la comunidad internacional diera el visto bueno, pero cuán evidente que fue un conjunto de textos con más de dos mil años de antigüedad el que ofreció legitimidad de base al asunto (pobres palestinos, sin una triste fábula primordial y/o creacionista que contraponer en su defensa). Los escritos de hoy son cimientos del poder de mañana, no conviene olvidarlo.
Es así que estos últimos días andaba el Parlamento Europeo enfrascado en la redacción de una resolución conmemorativa sobre el sesenta aniversario de la liberación de Auschwitz. Tarea sencilla a priori, pues muy poco cuesta oponerse al Horror superlativo, especialmente cuando éste ya ha caducado. Pero un “quítame de ahí ese adjetivo” ha acabado con la paz que debería haber rodeado de principio a fin tan institucional iniciativa. Leemos en La Vanguardia que una diputada británica propuso la fórmula “campos de exterminio en Polonia”, sintagma perfectamente válido si nos atenemos a la actual legislación internacional en lo que a líneas fronterizas se refiere. Dos colegas polacos sugirieron entonces que se aclarara que tales campos habían sido obra de “los alemanes”, que una cosa es el antisemitismo típico de cualquier país europeo de la época y otra muy diferente la industrialización del genocidio diseñada desde el Reichstag. Pero la idea se juzgó políticamente incorrecta porque, claro, “no todos los alemanes eran nazis, ni todos los nazis eran alemanes” (lo cual descartaba de paso las opciones de “Alemania nazi” y “nazis alemanes”). Total, que finalmente se ha optado por hablar de “campos de concentración hitlerianos”. Y el debate sobre culpas y connivencias que desde hace décadas venía afectando a la sociedad germana ha dado un espectacular paso atrás. A la que nos descuidemos, leeremos que Adolf Hitler in person se desplazaba diariamente de Berlín a los alrededores de Cracovia para, en un descuido de los confiados y bonachones guardianes de Auschwitz, meter a grupos de prisioneros en una habitación y asesinarlos uno a uno (y así hasta un millón) con sus propias manos. Pero qué condenadamente malo era el führer, hay que ver… Y qué desgraciados se sentirían a día de hoy los nazis, despojados gracias al Parlamento Europeo de la nazionalidad que tanto orgullo les procuró.

martes, enero 25, 2005

Próxima parada: Irán

Uno de los principales motivos que contribuyeron a la reelección de George W. Bush, también uno de los más obviados por los analistas europeos en las semanas previas a los comicios, tiene que ver con el carácter de comandante en jefe de las fuerzas armadas que acompaña al cargo de presidente de los Estados Unidos de América. Se ha dicho (a toro pasado, que es cuando las cosas se dicen con más posibilidades de acierto) que el pueblo norteamericano no quiso cambiar de caballo en medio del río, con una situación bastante tempestuosa en Irak y una guerra al terrorismo en marcha. Bush, por su parte, acaba de dar comienzo a su segundo mandato con una declaración de intenciones pseudo-bélicas, y aunque la situación en la antigua Babilonia sigue al rojo vivo bien harían los ayatollahs iraníes en ir poniendo sus barbas a remojar (Corea seguirá como asignatura pendiente, que allí ya tienen la bomba atómica para disuadir a posibles libertadores y demás cruzados por la paz y la democracia internacionales). Se siente Bush respaldado por su gente en una campaña alucinada por las dictaduras del tercer mundo. Y, como buen protestante metodista, entiende que tal apoyo es indicativo de que el mismísimo Dios Todopoderoso integra sus filas y bendice sus decisiones. Caso de duda, allí estarán Wolfowitz, Rumsfeld y Cheney para apuntalar su infalibilidad. Y, paso a paso, estaremos acercándonos a la que puede ser una de las legislaturas más nefastas en la ya larga tradición de mandatos intervencionistas propios del imperio de las barras y estrellas.

lunes, enero 24, 2005

Adler en el Paraíso

Steven “Popcorn” Adler ocupó la posición de batería en la formación original de Guns n’Roses. Hombre de golpes tan contundentes como imaginativos, fue responsable de algunas fases particularmente inspiradas de Appetite for Destruction, álbum capital del hard rock de los 1980. Su adicción a las drogas, no obstante, hizo de él el primer nombre de la que iba a ser una interminable lista de expulsiones y deserciones en el seno de la banda (hoy día tan solo el proyecto personal, megalómano y alucinado de un Axl Rose transmutado en fantasma de la ópera). El año pasado, tras una década larga de travesía por el desierto, Adler se presentó en Barcelona como líder de Adler’s Appetite, grupo dedicado a la revisitación de los clásicos de GN’R que cuenta entre sus filas con otros varios descastados de la escena angelina: Jizzy Pearl (correcta pero nada carismática voz de los simpáticos Love/Hate), Keri Kelli (voluntarioso mercenario de las seis cuerdas que ha pasado por Slash’s Snakepit, Dad’s Porno Mag o Warrant) y Robbie Crane (Ratt). Llenaron Bikini con un show razonablemente entrañable, y prometieron regresar por nuestros fueros en cuanto les resultara posible. Anoche, esto es, apenas doce meses después, Adler’s Appetite visitaron la Sala 2 de Razz con la misma necesidad de cariño pero, es justo reconocerlo, con un concierto bastante más deslabazado que el anterior. Viéndolos sin la menor incomodidad (algo más de media entrada, siendo generosos), mi amigo O. se preguntó qué debía pensar Adler sobre la etapa de los Use Your Illusion, cuando Guns se convirtió en la banda de rock más grande del mundo y el puesto de batería estaba ya ocupado por Matt Sorum. No es cuestión baladí. Imaginen a este hombre entre 1991 y 1993, azotado tanto por los síndromes de abstinencia como por el bombardeo mediático desencadenado por GN’R en aquella época. Véanlo a día de hoy, emocionándose frente al cariño de doscientos, trescientos incondicionales, pero sin duda consciente de que fue su propia debilidad la que le llevó a caer de un Paraíso de audiencias de setenta mil personas, de lujo mastodóntico y de, se intuye, unos beneficios económicos ciertamente apetitosos. El rock, donde el fervor de las masas suele ser un asunto bastante puntual, es fenómeno propicio a la melancolía y al ansia por reverdecer laureles. Y apuesto mis discos de los Beatles a que más de uno debe acabar golpeándose la cabeza contra la mesa de sonido, incapaz de entender el éxito cosechado por alguno de sus trabajos y la inanidad en que se movieron los restantes. Adler es sin duda consciente de cuanto él mismo se arrebató. Anoche, en Razz, cerró su actuación con Welcome to the Jungle; dejó al público con la miel en los labios al no emprender el último (y quizá más emblemático) de los clásicos que debían componer su repertorio. Curiosamente, el que lleva por título Paradise City.

domingo, enero 23, 2005

¿Sueña el PP con alzamientos nacionales?

No me hace falta ser vasco, gallego o catalán (aunque esta última categoría vengo ejerciéndola de nacimiento) para aspirar a salirme de un país que ampara a sujetos como los que ayer, en el transcurso de una manifestación de apoyo a la Asociación de Víctimas del Terrorismo, aterrorizaron y victimizaron con gritos y golpes a los representantes del gobierno. José Bono y Rosa Díez, ni más ni menos, que miedo me da imaginar lo que hubiera llegado a ocurrir si por ahí se pasan un Josep Borrell o Zapatero mismo. Todas las nacionalidades, todas las estructuras sociales y, por tanto, todas las formaciones políticas tienen sus manzanas podridas, de acuerdo. Pero tal ejercicio de rabia y violencia en una tesitura no especialmente sangrante (ETA de bomba caída, once meses ya desde el 11-M, sólo el Plan Ibarretxe removiendo las aguas) carece incluso de la última de las justificaciones (que no legitimaciones) de la ira ciega: la que presta un contexto al rojo vivo. Los agresores de ayer son los mismos que hace escasas semanas gritaban a la salida de la comisión del 11-M: "Metéos vuestros muertos por el culo". Son el resentimiento y la falta de empatía llevada a extremos psicópatas, aquí concretamente los rottweilers de un partido político que durante cuatro años hizo bandera de la crispación, que cayó del gobierno a raíz de un ambiguo estallido de indignación popular, y que ahora espera retornar al poder fomentando esa misma indignación. Ecos de 1936, por un lado. Por otro, las ya comentadas ansias secesionistas, sino en lo geográfico quizá en lo espiritual. Por algunos vecinos tapiarías hasta la última de tus ventanas.

sábado, enero 22, 2005

A este lado del Estigia

Israel se presenta, a día de hoy, como un país de grandes posibilidades. Existe la opción de que te encuentres a cien metros de tu casa, hablando con los amigos del barrio en un banco, y de que el cielo se abra para arrojarte un misil artesanal encima. Es lo que le sucedió a Ella Abukasis, una muchacha hebrea de 17 años que fue herida de muerte por su exceso de celo y reflejos: al oír el proyectil no corrió en busca de refugio, sino que se lanzó sobre su hermano Tamar para protegerlo y recibió en su lugar el impacto de la metralla. Pero la cultura de los espacios cerrados tampoco garantiza la supervivencia, pues se hace perfectamente plausible que te tiroteen en el interior de tu domicilio -o, cuando menos, así han fallecido recientemente dos jóvenes palestinos de Rafah y Jan Yunes. Claro que las perspectivas se multiplican cuando nos enteramos del caso de Salahadin Darahma, chaval de 13 años al que se le ocurrió esgrimir su pistola de juguete frente a un soldado israelí, quien ni corto ni perezoso le descerrajó un balazo en la frente.
Todos estos episodios aparecen reunidos en la página 3 de la edición de hoy de El País. Son noticia por mera acumulación, pues el goteo trágico viene siendo tan continuado que ya no basta un solitario muerto menor de edad para llamar nuestra atención periodística. Además, el titular se refiere únicamente al primer caso, quizá porque, salvo atentado suicida en autobús urbano, el asesinato de adolescentes en Israel es una práctica no tan común como en los territorios ocupados.
A falta de saber si hay algo más allá de la muerte, un único deseo: descansen en paz, algún día, los que a este lado del Estigia restan.

viernes, enero 21, 2005

¿Llorar de amor? 2074 vs. 2046

El 2046 es una cuarentena. Un ser sin las diversas posibilidades del estar. Una sucesión de túneles cuya entrada no se recuerda, donde la salida deja de ser un fin en sí mismo. Cada cual carga con (y es transportado por) su particular 2046. El 2046 es el abandono, el amor no correspondido pero también el amor despreciado. Y, en efecto, uno suele conseguir el billete jugándoselo todo a la carta más alta.
Me reconozco ligera, intelectualmente en la metáfora propuesta por Wong-Kar Wai, no así desde lo emocional. Mucho se llora por y de amor durante su aterciopelado discurrir. Pero, allí en la sala de cine, mi momento poco tuvo que ver con las imágenes proyectadas contra la pantalla. Por un instante creí percibir el muy sutil aroma que desprendía la piel de la persona sentada a mi izquierda. Y se me antoja mal asunto que el más denostado de nuestros sentidos genere mayor turbación que una estudiada (quizá demasiado) conjunción de imágenes de gran esteticismo y sonidos declarada, reiteradamente dramáticos.
Realidad vs. Ficción, claro. ¿Quién podría compararlas a un mismo nivel? Y, sin embargo, cuan a menudo se solapan, acompañando la segunda a la primera desde esa vía paralela que es nuestro imaginario, quizá nuestro subconsciente. He ahí el conflicto: la mera intuición olfativa no halló pareja de baile en las dos horas largas de voluntarioso despliegue cinematográfico.
Es por ello que me siento impelido a proponer mi propio expreso, el 2051 quizá. O, mejor, el 2074. En 2074, de un modo u otro, cumpliré cien años. Espero no estar ahí para verlo. Espero no estar ahí por un buen motivo. No soy hombre particularmente dado a las certezas. Aspiro, simplemente, a obviar las cuarentenas. Aspiro a ser en las diversas posibilidades del estar. Aspiro al silencio. Mi silencio será señal de paz. El amor debe hablarse en su justa medida, debe hacerse en su justa medida. Pero improbable controlar sus tempos, la multiplicación de las variables en una aventura eminentemente dual. Es así que… ¿Llorar de amor? ¿O se lloraba el desamor, la no correspondencia? ¿O el miedo? ¿La vergüenza? ¿La desnudez que sigue a la exposición? Tentaciones dolientes, hay que convivir con ellas. Ingenuo, porque me sé mutante, me declaro en cambio ilusionado. Sentir, el resto es silencio.
Esta mañana, el 2046 ha pasado puntual a las 5:33. Mis vecinos también deben haberlo oído, pues un minuto más tarde la luz se desplegaba sobre la galería interior (y, por tanto, sobre mis sábanas). He dado dos o tres vueltas en la cama. Y, un día más, he decidido levantarme, aprovechar el tiempo. Tras lavarme los dientes he escupido los habituales rastros de acidez. Y, mientras me duchaba, he creído hallar en el repiqueteo de las gotas los ecos del 2074 de anoche. Anoche, el 2074 estuvo pasando largo rato. Su traqueteo me acunó en espera del sueño. Anoche, el 2074 sonaba a rima anclada en la infancia. Lluvias de verano en larga sucesión de seis sílabas: nibu nibu nibu… Y me dormí. 2074.

jueves, enero 20, 2005

El mal menor, el mal peor

Un día después de que las declaraciones de Juan Antonio Martínez Camino, secretario general de la Conferencia Episcopal Española, condujeran el pensamiento eclesiástico hasta los albores del siglo XX (casi cuatrocientos años de golpe y porrazo, avance nada desdeñable), las aguas han comenzado a volver a su cauce. Dijo Martínez Camino, tras reunirse con la ministra de Sanidad, Elena Salgado, que “los preservativos tienen su contexto en una prevención integral y global del sida”. Con la habilidad metonímica que la caracteriza, la prensa nacional tomó al componente por la institución y anunció a los cuatro vientos que “La iglesia acepta el uso del preservativo”. Aparentemente, el Vaticano se despachó con un “sin comentarios” (aunque es de suponer que suerte tiene el amigo secretario general de que el vudú sea considerado por aquellos fueros práctica pagana y pro-satánica). Pero, no fuera alguien a pensar que quien calla otorga, ahí surgió la figura de José Luis Redrado, secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, dispuesta a desinflar las ilusiones de la industria profiláctica. Y, acto seguido, el Episcopado se descolgó con una nota titulada Sobre el sida y el preservativo, que contó con el visto bueno de Roma antes de ser enviada a los medios. He aquí, exiguamente comentada, la visión de la Iglesia Católica Apostólica Romana sobre el asunto:
Existen cuarenta métodos para evitar el sida, pero no todo lo que producen los laboratorios se puede utilizar. Es necesario tener en cuenta los aspectos morales” – En efecto, es sabido y reconocido que, en determinados contextos de inmoralidad, los medicamentos son víctimas de su propia conciencia y se colapsan provocando efectos inversos a los esperados. Del mismo modo, no deberíamos tentar al creyente, cuyo subconsciente sin duda buscará reventar el preservativo (y anular su acción) a través de una mayor fricción y/o violencia en el embate amoroso.
La falsa confianza creada lleva a mayor promiscuidad y a más contagios” – Pues claro que sí. Cualquiera que haya utilizado un preservativo sabe que, nada más desprenderse de él, los deseos de abrir la caja, extraer otro, colocarlo y darle vidilla resultan de una violencia desmesurada.
La abstención de relaciones sexuales indebidas y la fidelidad mutua entre los cónyuges constituyen la única conducta segura generalizable frente al peligro del sida” – Paralelamente, podríamos prevenir la alopecia eliminando el uso de peines y evitar la obesidad alimentándonos única y exclusivamente de hojas de lechuga y algún que otro tomatito.
La iglesia colabora eficaz y racionalmente en la prevención del sida” – Por evidente, me remito a la doctrina vaticana sobre la polémica: sin comentarios.
Sabe casi mal ironizar groseramente sobre una postura tan trasnochada. Se cae en la obviedad y tal. Pero no conviene olvidar los muchos peligros que la acompañan. Dicho de otro modo, uno se pregunta por la confesión del médico o ATS que el pasado fin de semana se negó a suministrar un supositorio a un bebé de siete meses con gripe aduciendo que tal medicamento fomenta la homosexualidad.

lunes, enero 17, 2005

Adelantarse a Dios

Hubo un tiempo, no muy lejano pero previo al estallido cibernético de finales de los 1990, en que me di a la por entonces excitante disciplina del ‘penpaleo’. Para aquellos que solo han conocido la inmediatez del e-mail, añadiré que el término “correo” presentaba entonces otras connotaciones: hacía falta escribir (o imprimir el texto de word, cuando menos), agenciarse sobres y sellos, acometer laboriosas manualidades con los elementos hasta aquí mencionados, desplazarse hasta un buzón callejero y, por último, caso de contar con el beneplácito de los todopoderosos señores de los Correos nacionales y/o extranjeros, aguardar pacientemente entre una y tres semanas para recibir debida respuesta. Una de mis compañeras en aquella romántica aventura respondía al nombre de Antonella Costa. Se trataba de una joven argentina, aunque nacida en Italia si mal no recuerdo, que aspiraba a labrarse una carrera como actriz. A través de un retrato que me envió deduje que atractivo no le faltaba, así que al talento y la suerte iba a quedar encomendado su destino artístico. Durante meses supe de sus cástings, pequeñas alegrías y medianas decepciones. Hasta que con estrépito me hizo partícipe de su primer gran éxito: la habían escogido como protagonista de un film sobre los años del Proceso, sobre la dictadura y la tortura institucionalizada por personajes tan siniestros como Jorge Rafael Videla (perdona la incoherencia estilística, lector crepuscular, me resisto a utilizar la negrita con él). Me rebeló los entresijos del guión de Garage Olimpo en exclusiva, como quien dice, y solía comentarme cuánto le afectaba documentarse para el papel. El caso es que fue también por entonces que otro reconocido genocida, Augusto Pinochet (sin negrita), fue retenido en Londres a la espera de un examen médico que dictaminara si se hallaba en condiciones de afrontar un juicio por alguno de las decenas de miles de casos de tortura, desaparición y/o asesinato ocurridos en Chile durante su mandato. Y, comentando el tema en una de nuestras cartas, se me ocurrió escribir que la edad y la salud mental de Pinochet impedían una condena como la que merecía, que encerrar a un anciano en una villa de la campiña inglesa no iba a devolvernos gran cosa, que quizá olvidar a los verdugos era el primer paso para dejar de ser víctimas. Y Antonella no volvió a escribirme (mas sí a protagonizar títulos de alcance internacional, como demuestra la reciente Diarios de motocicleta).
Recuerdo el “incidente postal Costa” tras visionar, anoche, Caminar sobre las aguas (Lalecet al hamaim, 2003), film del hebreo Eytan Fox que inauguró la última Berlinale y cuyo argumento sería a grandes trazos el siguiente: un agente del Mossad que responde al nombre de Eyal recibe el encargo de vigilar a los Himmelman, nietos de un criminal de guerra nazi que, tras varios años de retiro argentino, ha desaparecido. Pia Himmelman se enamoró de un israelí y pasa sus días en un kibbutz, donde recibe la visita de su hermano Axel, quien quiere convencerla de que regrese a Berlín para celebrar el cumpleaños paterno. Y, en su papel de guía turístico del muchacho, Eyal deberá enfrentarse a sus prejuicios hacia el pueblo germano, a su actitud hacia el pueblo palestino y, de paso, a una tara de carácter físico que le impide llorar. Bienintencionada, aunque (o quizá por ello) en ocasiones algo ingenua, Caminar sobre las aguas parece decirnos que la dinámica de violencia a la que se encuentra abonado el pueblo judío tiene el perdón como única salida. Frente a una generación que, representada por Menahem, el superior de Eyal, aspira a “adelantarse a Dios” a la hora de aplicar castigos (ya a los antiguos jerarcas nazis, ya a los actuales cabecillas de la revuelta árabe), la responsabilidad moral debe recaer en los jóvenes. No hay propuestas concretas ni ideario político alguno: el film de Fox busca un perfil humanista y sentimental y, por tanto, es probable que convenza a los ya convencidos de antemano. Aunque también podría ser que, en efecto, el tiempo y la desaparición de los verdugos y las víctimas de la Solución Final se convierta en una Solución Primera. Más allá del buen sabor de boca cinematográfico, mis sensaciones sobre el tema siguen nebulosas. “¿Hasta dónde debemos practicar las verdades?”, se preguntaba Silvio Rodríguez en Playa Girón. O, mejor: ¿hasta dónde llegaremos practicando nuestras supuestas, respectivas verdades?

domingo, enero 16, 2005

The Daniel Johnston file: Naked Truth, part II

En El idioma imposible, tercera parte de la trilogía de “El día del Watusi”, Francisco Casavella habla de los músicos “penita”, aquellos que “exhibían sin empacho la incompetencia extrema sobre todo lo que no fuera el absoluto”. Y a Daniel Johnston, considerado por muchos un genio compositivo pero desde hace años lisiado en sus facultades mentales a causa de un mal viaje lisérgico, la definición le va que ni pintada. La transcripción literal de la entrevista que con él mantuve, en diciembre de 2003 y a raíz de la publicación de Fear Yourself (Sketchbook / Decoder), tiene como único objetivo constatar nuestro desencuentro (uno más en el haber de la parte interrogante). Obviando el absoluto musical, Barcelona y Texas se mostraron ciertamente incompetentes.
You are quite a prolific songwriter. How is your creative process?
I write all the time.
Could you go a little deeper?
I write all the time, so I am always writing.
And the songs just come to you…
Yes, I am always thinking about them, always writing.
Do you have a particular moment when you feel more creative?
Night and day.
To what extent were the songs you gave to Mark Linkous finished?
I got the songs already written by the time he came. And the last song I wrote was LEAVING IT FOR THE MOMENT…
Are you happy with his production?
Well, what do you think?
I think it’s a great...
You like the album?
Yes.
Alright.
FEAR YOURSELF… Is that some kind of advice for the listener?
Yes, I think it’s an advice.
And what should we be afraid of?
(silence) Yourself.
What part of ourselves?
(long silence) You should be scared when you just said something and you don’t know what you are going to say next. But there is someone deep inside of us making all the decisions and we don’t know who we are.
Is that the subconscious you are talking about?
It really is ourselves but sometimes we do things that are wrong. I think that we should watch, that sometimes we are doing wrong when we think we are doing right, that`s all I am saying.
Is the drawing in the cover of the album reflecting that?
Well, I just thought it was a good title. There’s a lot of people, like your friends, and there is like this party atmosphere and everybody’s partying and having a good time. And in the midst of that is like Hell, they are treating you bad about something, they are giving you Hell about something. But they can’t see the light of day, they just don’t know that they are a bad person. They are getting high on being wrong, they don’t understand that they are mistaken, they don’t see themselves. But if they knew that they are wrong in a certain way, maybe, they would change.
What is your daily schedule nowadays?
Well, I write songs and draw pictures.
All day? I know you enjoy going out one day per week to buy records and comic books…
Yes, it’s like… (silence) How do you know about that?
I read some interviews.
Oh really? (laughs) What’s the echo? Is it here?
It’s a long distance call…
OK.
You are a huge Beatles fan, but have you ever turned to the Fab Four in search of musical inspiration?
Yes, definitely, they are my favourite. For sure, yeah.
And for a living inspiration?
I listen to music the most. I got into the Beatles when I was trying to write my own songs. And I was writing a lot. But once I got into the Beatles, about 1980, the whole music theory of the Beatles and everything really inspired me. Changed my whole life, I just started writing all the time. And other things that happened at the same time… I met a girl whose boyfriend worked at a funeral house and I really liked her a lot, and she told me that she liked my song, and it was at the same time that I was into the Beatles, and because she said she liked my songs I just went crazy and wrote night and day. That kept me going.
I’ve noticed many of your drawings are about Captain America. What do you like about him particularly?
Well, Captain America was drawn by Jack Kirby. And Jack Kirby was one of my favourite comic book artist. When I was young I bought so many comic books of creatures, monsters that drill upon us, stuff like that, without knowing that all the comics that I just kept buying were Jack Kirby comic books. Then I saw this one comic book, Captain America, giant size Captain America, I saw it and I was like wow, Captain America, I got it at the grocery store while I was with my mom shopping, and read it and saw that Captain America was a legend of World War II, and he’s my favourite. Stan Lee and Jack Kirby, Jack Kirby is always on my mind. It was just Captain America, that’s all I could think about, Captain America. Buying Captain America and stuff. Captain America was my favourite, and Jack Kirby the artist.
Your father being a World War II fighter pilot, how do you feel about the war in Irak?
Well I just wish it was over and they finished it up…
So you’re following John Lennon’s lessons…
No more war? I agree. This is Christmas, a good song for this Christmas.
Definitely.
War is over.
Hopefully.Thank you very much, Mr Johnston.
OK, thank you for calling and take care.
Best of lucks with the album.
Merry Christmas war is over.

jueves, enero 13, 2005

Quod natura non dat...

¿Imaginas, lector crepuscular, al retoño del rey de Indonesia pataleando dentro de la bañera al grito de: "¡Papá, papá, soy un tsunami!"? ¿Resulta concebible que alguna de las hijas de George W. Bush ejerza de Capuleta del siglo XXI, se case con un islamista radical y por siempre más esconda sus adorables rizos texanos bajo una burka? ¿Contemplas la posibilidad de que el príncipe Harry, tercero en la línea sucesoria del trono británico, se calce el uniforme de oficial nazi para acudir a una fiesta de disfraces? Ah, pues va a ser que esta última opción como que sí...
En su reciente Spartan, David Mamet imaginaba a la hija de un presidente de Estados Unidos vendida a las redes internacionales de trata de blancas para evitar la mala prensa derivada de sus pendoneos. Pero que Santa Lady Di nos libre de sugerir alguna solución paralela para el rebelde y tontorrón príncipe pelirrojo... En su lugar, hallemos consuelo recurriendo al bardo de Stratford-upon-Avon, quien ya nos mostró cómo un infante descerebrado, Hal, podía aspirar a convertirse en todo un Henry V. Esperemos que Harry dé, algún día, con su Agincourt particular.
Y si no que juegue al rugby, oye.

martes, enero 11, 2005

En defensa de un gladiador

Desde aquí, romper una lanza a favor de Paolo Di Canio. El bravo capitán de la Lazio viene siendo crucificado por la prensa de todo el continente a causa de un malentendido gestual ocurrido tras el partido que hace escasos días enfrentó a su equipo contra la Roma, derby capitalino por todo lo alto que concluyó con una victoria de los laziales por 3-1. He aquí que el jugador se fue a celebrar el triunfo junto a los tifossi, y que un cámara lo retrató con gesto rabioso y el brazo derecho en alto cual si estuviera ejecutando el llamado "saludo romano", de tan peliagudas connotaciones fascistas.
Ahora bien, una somera visita a las hemerotecas cibernéticas nos permitirá apreciar que Di Canio, como todo italiano que se precie, es un hombre que no sabe abandonar sus extremidades superiores a la posición de relax que dicta la fuerza de la gravedad. Celebrando un gol (o no), protestando ante el árbitro (o no), intentando escapar de la presión de un defensa rival (o no), el jugador es dueño de un amplísimo surtido de movimientos articulatorios y, en efecto, sus brazos no paran quietos. Por aquello de la ley de la probabilidad, resultaba evidente que tarde o temprano alguien lo iba a pillar en una posición comprometida. El día ha llegado y, en medio del clamor hipócrita y tiquismiquis, aquí estamos para defender su inocencia.
El que di Canio luzca un tatuaje con la palabra 'Dux', y el que su camiseta interior rezara el lema "Hay dos formas de regresar del campo de batalla: con la cabeza del contrario o sin la tuya propia", no son sino anécdotas relativas al rigor militar y al inestimable y envidiable compromiso que este gladiador moderno despliega domingo a domingo en la defensa de sus colores.

Autodestrucción germana

Ha ocurrido en Frankfurt, según recoge la prensa del día de hoy, que el servicio de recogida de desechos dio en plena vía pública con una escultura de plástico del artista Michael Beutler y, con germana diligencia, procedió a retirarla e incinerarla. Frankfurt es hoy una ciudad un poco más limpia y un poco menos artística. Las interpretaciones del "desliz", en palabra del responsable del departamento Frankfurt limpio, son legión. Personalmente, abogo por unos servicios de limpieza competentes y por un arte que no me haga pensar, cada vez que bajo a la calle, que hoy también toca recogida de muebles.
En otro orden de cosas, pasé la tarde de ayer jugando al billar con mi muy querido compañero A.L. Tan querido, de hecho, que tras ganarle una primera partida le entregué las cuatro siguientes, tres por introducir un servidor la bola negra cuando (y/o donde) no tocaba. Es así que, al igual que deberían hacer los basureros de cierta urbe alemana, me preocupo muy seriamente por las tendencias auto-destructivas de mi subconsciente. No era la primera vez ayer en que yo atentaba contra mis propios intereses. En casa, logré no golpearme la cabeza contra ninguna estantería.

lunes, enero 10, 2005

El Fantasma de los veranos pasados

Era noche cerrada y me caí de la cama. Lo cual no sería del todo correcto: la cama se desplomó, sus patas anteriores habían cedido a causa de un montaje negligente, y mi persona se fue al suelo con metálico estrépito y taquicárdica sorpresa. Tampoco era mi cama, en realidad. Pero me servía de ella en aquellos días, pleno agosto de 1987, la familia paterna (padre y segunda señora, hermanos y hermanastras) reunida en un exquisito paraje de la Costa Brava que respondía, y quizá aún responda, al nombre de Torre Valentina. Tiempos de vacas gordas y de veraneos en concordancia, cuando menos durante la mitad del estío (la otra mitad, bajo tutela materna, era de corte más humilde –cuando no directamente laboral, en la cervecería que mi padrastro regentaba en Castelldefels). Total, que iba la noche por su apogeo cuando me caí de la cama. Y ya no pude recuperar el sueño. Debí de leer un rato, pero ni por esas. Mi pulso continuaba acelerado, y sin duda notaba la molesta presión de las venas parietales contra la almohada. Es así que, para relajarme, apagué la luz y enchufé el walkman a mis oídos. Mi dedo surcó el dial en el acostumbrado zapping radiofónico. Fue entonces cuando escuché por primera vez al Fantasma…
La historia de amor de un servidor con el musical de Andrew Lloyd Webber comenzó aquella madrugada, y se ha prolongado hasta el día de hoy con ciertos fetiches a modo de mojones luminosos: el casete con la banda sonora (reducida, era el único disponible) que a mi regreso a Barcelona corrí a adquirir a Discos Algueró, la camiseta que recibí como souvenir de un viaje paterno a Londres, el libro de Gaston Leroux que devoré con expresión reconcentrada, el CD con la banda sonora (reducida, era el que económicamente me podía permitir) que adquirí cuando la cinta magnética decidió abandonar este mundo de penurias… Todo ello con la postergada visita al Her Majesty’s Theatre de Haymarket como culminante suma y sigue.
Pese a todo, o precisamente por todo ello, no esperaba gran cosa de una adaptación cinematográfica que, aún contando con la bendición de Lloyd Webber (co-autor del guión y dueño de seis de los millones de dólares que sirvieron para financiar el proyecto), venía firmada por un realizador tan poco de fiar como Joel Schumacher. Y debo decir (de acuerdo: no debo, pero quiero) que El Fantasma de la Ópera es no solo tremendamente respetuosa para con el musical que le sirve como base, sino que presenta tres o cuatro instantes de gran fuerza y sugerencia visual, y que hacia su final incluso logra contagiar al espectador un par de gotas de los torrentes de emoción y pasiones que llevan a sus protagonistas a desgañitarse en gorgoritos operísticos. Aprecio, no obstante, un error de cálculo que no por grave dejaba de tener muy sencilla solución. En la secuencia inicial de la película, un prólogo en blanco y negro donde dos de los personajes, ya envejecidos, acuden a una Ópera en ruinas que subasta a precio de saldo algunas de sus reliquias, Schumacher sienta un tono de verosimilitud, no realista, pero sí propio de quien se dispone a contar una historia en términos tradicionales. Ello es responsable de que la aparición del canto como método de transmisión del relato dé, en efecto, el cante. Pero, especial y dolorosamente, lleva a que muchos de los planos con los que el director ilustra los números musicales parezcan más propios de un videoclip hortera que de una superproducción que se pretende, aunque desde la exageración barroca, estéticamente aceptable. Pienso en el telón que se abre para introducirnos en el mundo de Moulin Rouge (“esto es purita representación”, nos dice Baz Luhrmann), o en el niño que pasa las páginas de un cómic al inicio de Superman, por poner dos ejemplos evidentes. Aquí partimos de los recuerdos de un anciano, y es bien sabido que los recuerdos no suelen darse musicados. En su lugar, Schumacher debería haber situado un muñeco de paja ajeno a la historia entre la acción y su narración de dicha acción (¿un contemporáneo a nosotros que asiste a una de las representaciones del musical? ¿un fan de la obra que adquiere el CD de la misma, reducido o no, y se dispone a escucharlo en su domicilio? ¿una introducción documental sobre el que fuera gran fenómeno del teatro londinense a finales de los 1980?). Contextualizada de buenas a primeras, su mirada no habría quedado comprometida en planos que rozan el ridículo (el caballo al que Christine es alzada para recorrer cinco metros escasos o esos candelabros brotando de las aguas al paso de la barcaza del Fantasma, sin ir más lejos), decisiones visuales que ponen en peligro la credibilidad de los actores y que, en definitiva, nada añaden desde la perspectiva del pacto inicial que el espectador creía haber suscrito.

sábado, enero 08, 2005

El hombre y la gran pelota azul

Podía ser pregunta de quesito: "¿Cuál es el único monumento construido por el ser humano que se ve desde el espacio?" Y la respuesta era "La gran muralla china". Tiempo después he leído que el astronauta a quien se debe tal leyenda confundió un río oriental con la milenaria pared, y en efecto tendría su lógica: la muralla será todo lo larga que se quiera, pero ancha como para llamar la atención a cientos de kilómetros de distancia perpendicular, pues como que no. En cualquier caso, me viene esta anécdota a la cabeza tras constatar la fría belleza de las reproducciones del mapa tridimensional debido a una misión cartográfica de la NASA de 2000 y terminado recientemente. Desde el peñón de Gibraltar hasta el monte Ararat, pasando por el Etna ("imágenes" que hoy reproducía El País), no hay indicios de presencia u acción humana y sí una austera veracidad geográfica digna del Jardín del Edén. No anda muy lejano el día en que nuestro planeta será disfrutable únicamente desde la distancia, asomando la cabeza a través de las escotillas de un transbordador espacial. Aunque tranquiliza saber que ni siquiera la gran muralla podrá en ese momento distraernos.

viernes, enero 07, 2005

Adam Green and I: The Naked Truth

No soy un buen entrevistador. En el a priori, saleroso yo, comienzo poniéndome la zancadilla al intuir que el personaje en cuestión ha dicho ya lo que tenía que decir en su disco, libro o película. Y en el durante me veo incapaz de derribar barreras, de conducir a mi interlocutor más allá de la respuesta de turno que, invariablemente, tenga o no que ver con la pregunta por mi formulada, repetirá durante las treinta entrevistas que le quedan antes de acabar el día. Juraría que sorprendí a Jeff Tweedy durante nuestro tête-à-tête barcelonés, aunque también es posible que aquel acceso de sinceridad fuera más debido a su carácter voluble que a la perspicacia de mis inquisiciones. Y recuerdo con cariño la charla telefónica que mantuve con Greg Dulli, si bien antes por el rato que dedicamos a comentar el Mystic River de Clint Eastwood que por la jugosidad dialéctica que brotó de exprimir mi cuestionario. La ironía de Jonatham Lethem, por otro lado, es siempre un acicate. Pero no, no puedo estar orgulloso de mi trayectoria entrevistadora. Como demostración palpable de lo ajustado de tal autocrítica, me gustaría publicar aquí la transcripción completa de la charla que mantuve con Adam Green el pasado mes de noviembre, en un hotel de la Ciudad Condal. Fue a cuento de la aparición de Gemstones, y el artículo al respecto puede ser leído en el número de enero de la revista GO bajo el ya legendario lema de “Adam Green. Me ha parecido ver un lindo cantautor”. En fin, pasen y lean:
How would you define anti-folk?
Oh no… (se remueve en su silla) It’s a community of songwriters that know each other from the same bar in New York City, Side Rock Café.
Do you still feel close to that label?
No, I haven’t been around there for a long time. I don’t know what’s going on.
And what about the style?
I don’t think it’s a style. It’s more just like a community.
Would you consider applying for the role of 21st century crooner?
Sure… (mira hacia el cielo, ofreciéndome su despeinado perfil, una mueca de fastidio abriéndose paso) Next.
GEMSTONES sounds more dynamic and energic than your prior albums…
It’s like faster, songs are faster in general. They may have more twist and turns inside, more surprises. Tempo changes, I really don’t know…
Ok, then why the change?
Well, I wrote a lot of the songs for GEMSTONES on the tour, and I suppose that I was inspired to write songs that would be good for a live performance.
What about the eclecticism in GEMSTONES, the song?
Say it again…
GEMSTONES, the song, is more eclectic… It’s the one with more changes, with more…
There’s a few like that. And… What was your question?
The question was… all the eclecticism in the song…
Wait, I have to look up the word eclectic. What does that mean?
It means a lot of different influences and styles in one single unit.
Ah, ok. (Long silence) I just made it up, you know, whatever feels right. (Long silence) To me it’s more what the song is about than anything else.
It’s hard to know what your songs are about…
GEMSTONES is about coming of age and increasing in power while looking back at a world of corruption that you’ve just left behind.
Is it autobiographical?
I suppose. To some extent.
What would be the corruption?
You know, old age and disease.
I get the feeling sometimes you are composing not against, but maybe besides other songs and styles. Making them your own. Is that the way it works?
You usually just walk around and find a particular groove that I can really feel comfortable in, one that I want to live in for a while. And I usually spend a long time there. I walk around for weeks writing the song, making it up. And then it’s all done. I go for a different kind of feeling.
Do you laugh a lot while writing your lyrics?
Do I live a lot?
No, laugh a lot.
Oh, laugh. Hmmmm… Yes. Next. Adiós. Fotográfica.
And you are not afraid of kitsch. Are you?
I’m merely just trying to find things that I feel comfortable with. It doesn’t matter what it is as long as I am ok singing it. There’s a lot of different things that could fall under the category of kitsch, some which I wouldn’t ever wanna sing about and some that are just fine with me.
First it was Jessica Simpson and now you mention the singer of Beachwood Sparks and Johnny Depp… By referring to such pop items are you consciously trying to establish a difference between you and them?
These are people that stood up for whatever reason. And, you know, they are moving one way or the other. You know, it’s not really a big thing to put someone’s name in a song. A song is not sacred truth. It’s just a song.
George Bush is mentioned also. He wouldn’t like that, right?
Doubtful. I mean, I didn’t vote for him, I voted for the other guy. And he won anyway. And that’s that.
Are you into politics or it was just for this one time?
Well, I am into politics in the sense that I vote, but like most people I am making songs about me and my friends, and I try to recapture them the best way I can.
I’ve read you are preparing a short film with footage from your last tours. Are you interested in cinema? Maybe training your skills in that field?
I am. I am interested in editing, we did a lot of editing. It’s pretty short. Ten minutes. I was happy with it. There’s a longer cut that I hope gets out, but I think it’s going to be a shorter, sort of promotional… movie about the tour.
Who do you like when it comes to movies?
My favorite movie is GROUNDHOG DAY. (Long long silence) The… (long silence) To me movies is… ah… ah… it’s entertainment. I don’t know anything about that. I liked the movie SHADOWS.
By John Cassavettes.
Yes.
And what about writers?
Yeah… Yeah… Hmmmm… John Steinbeck. Hmmm… I am not someone that reads all the time.
One final question: are you very very very tired or you just don’t feel comfortable with interviews?
Ah… Is it there? (señalando el cuestionario de la entrevista)
No.
Yes, I am very tired.

miércoles, enero 05, 2005

De un extraño a otro

Leo en las Memorias de un extraño de Jorge de Cominges, publicadas por Seix Barral, el siguiente fragmento:
"En el colegio se hablaba también exclusivamente en castellano y solo los internos se expresaban en catalán. Mis primos Trías Sagnier han dicho en alguna ocasión que la actual normalización lingüística en Cataluña ha sido la venganza de los internos. Los amigos de mis padres hablaban en castellano y el catalán solía ser el idioma utilizado con los carpinteros, fontaneros y otros miembros de la menestralía. Además de los payeses. Todavía no había llegado el momento en que el catalán fuera el instrumento usado por los charnegos para intentar ascender socialmente."
Al margen de la distante elegancia connotativa de ese "menestralía" (de "menestral", persona que se dedica a un oficio manual y, por tanto, etimológicamente hablando, entiendo que derivada del sustantivo latino 'manus -us' antes que del adjetivo 'minus' -con el que yo, en una primera lectura, lo había subconsciente y erróneamente asociado), no puedo evitar pasar revista a mi personal encuentro con el catalán, ocurrido en plena fiebre de la "Norma" pero, por cierto, carente de aristas traumáticas. Fue la nacionalidad argentina de mis padres la que permitió que, en 1974, se me registrara con un doble nombre "extranjero", Milo Jordi. Mi padre solía decirme que Jordi Cruyff (nacido ese mismo año y de progenitores también foráneos, claro) y un servidor habíamos sido de los primeros en lucir oficialmente el nombre del Patrón. Pero tal posibilidad fue menos motivo de orgullo nacionalista que una bala más en mi arsenal de anécdotas privadas...
En cualquier caso, tengo la sensación de no haberme asomado a la lengua catalana hasta principios de los '80. Mi ingreso (debidamente becado) en una escuela de orientación catalanista debió ayudar, y ahora mismo me viene a la cabeza la queja de un viejo (tiempo ha desaparecido) amigo maño ante la obligatoriedad de estudiar el ochenta por ciento de las materias en la lengua de Llull. Mas jamás concebí el aprendizaje de otros idiomas como una afrenta o una carga penosa.
Es decir, que busco y rebusco pero no doy en lo personal con el encontronazo que desde hace ya muchas décadas viene siendo en este país motivo de polémica lingüística general. Antes sudaca que charnego, si se quiere, el catalán fue para mí el instrumento para entender un contexto que sentía como propio en la misma medida que me resultaba ajeno (lo de ascender en sociedad... uffff, eso ya no se lleva, creo). Siempre intuí, quizá con escandalosa ingenuidad, que la dialéctica bilingüista quedaría superada gracias al trilingüismo. Y que el tetralingüismo sería el acabóse, oigan.
Continuará... (supongo)

martes, enero 04, 2005

Quoque me?

Parece que esto de los blogs se ha puesto de moda. Admito que no fui consciente de ello hasta hace cuatro días, como quien dice. Desde entonces, no sólo he comenzado a colaborar en uno de carácter múltiple y talante amargo-cafeteril, sino que me he vuelto incondicional de dos de ellos, el de un amigo escritor y otro más privado que... Pero no aburriré al silencio reinante con tanto detalle. Sirvan estas breves y desabridas líneas a modo de imprescindible presentación. Ignoro qué sucederá de aquí en adelante. Puesto que no he anunciado a nadie la existencia de esta dirección me siento de momento eximido de cumplir el sagrado mandamiento de no aburrir. El blog tenía hambre desde esta mañana, cuando por pura curiosidad cibernética he ido cumplimentando cada uno de los pasos que confluían en su creación. Había que alimentarlo.
Bienvenidos, pues.
Bienvenido, por tanto.
Quoque me? Ufff, va a ser que sí...