Francia, su ideal de viñas y escargots versus su urbana realidad de cinismo y banlieues: la elección del tema bien vale un Goncourt. Aún más hábil que torturado, Houellebecq se sale con la suya remedando Las partículas elementales. Donde dijo ciencia, dice arte; el gesto desencantado es el mismo. Hay una sorpresa, un tercer acto criminal donde, cuentan, rinde homenaje a Jonquet, el amigo fallecido. Porque esta gelidez arde en sentimiento. Es lo que nos vuelve a seducir: el vitalismo marca de la casa, sabedor de que respirar es tedio, enfermedad, muerte.
(Esta breve reseña ha aparecido en el número de enero-febrero de Go Mag. Aquí, el análisis en más profundidad que dediqué al libro en Sigue Leyendo.)
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