Invitado a un festival literario en Australia, que es un honor pero también son ganas, Enrique de Hériz fue a coincidir con Dorothy Porter, una premiada poetisa de las letras de nuestras antípodas. Prendado de su magnética personalidad, se hizo con una de sus cinco novelas en verso para leer durante el vuelo de regreso a Barcelona. Y del avión bajó tan conmocionado como decidido a traducir y lograr que entre nosotros se editara La máscara del mono, obra ciertamente especial en su forma, en su fondo y, como vemos, en las circunstancias que la han conducido a nuestras librerías. Jill Fitzpatrick, su protagonista, cumple uno por uno con todos los tics del héroe negro: ex pies planos que dejó el Cuerpo harta de corruptelas, tiene más éxito enamorándose de la mujer equivocada que resolviendo asesinatos y desapariciones; la última, la de una bella adolescente con ínfulas líricas que podría haber estado manteniendo relaciones con algunos vates de la escena local. Frente al tópico, no obstante, el ritmo frenético, los vacíos que el lector debe rellenar y las poderosas imágenes que van brotando de la narración versificada. Piensen en el legendario Black Love de The Afghan Whigs y descubran que la ausencia de música no le resta a este paralelo novelesco un ápice de sugerencia o de fuerza. Ya devorada por vez primera o releída, La máscara del mono multiplica incluso el casillero amargo propio del género: su autora falleció en 2008, con apenas 54 años, víctima del cáncer.
(Esta reseña ha aparecido en el número de verano de Go Mag.)
(Esta reseña ha aparecido en el número de verano de Go Mag.)
2 comentarios:
Yo también caí rendida.
Tiene gracia esto... Me acaban de avisar de que me ha llegado ya este libro que había pedido y estaba yo pensando: ¿Quien lo recomendó (o a quién le robé la recomendación?
Y aquí, al final de google, estabas tú.
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