Woody Guthrie tuvo una guitarra que mataba fascistas y, con el paso del tiempo, una ristra de seguidores dispuestos a transitar el camino que parte de la imitación, visita la recreación y culmina en el genio. Podríamos mentar a Dylan o Springsteen, claro, pero pensamos ahora más bien en ese extraño matrimonio (al final mal avenido por motivos creativos y financieros) que compusieron Billy Bragg y Wilco en sus dos Mermaid Avenue (1998 y 2000), álbums que ahora, coincidiendo con el centenario del nacimiento de Guthrie, reaparecen en una caja con extras como el documental Man in the Sand y un tercer disco de piezas que no llegaron a ver la luz y, por ello, han permanecido en distintos grados de producción. Nada que añadir, pues, a la leyenda (la hija del cantautor permitiendo a Bragg el acceso a 3.000 letras de su padre, Bragg embarcando a Wilco fascinado por los sonidos de Being There…) y sí al disfrute musical: allende de lo ya conocido, entre los diecisiete descartes hay auténticas joyas… para matar fascistas o para acunarlos, lo mismo da.
(Esta reseña apareció en el número de verano de Go Mag.)
(Esta reseña apareció en el número de verano de Go Mag.)