"Con una sonrisa entre confusa y admirada reconocía entonces antiguos sentimientos, penas del corazón tempranas y entrañables que, asfixiadas por el severo oficio de toda una vida, retornaban ahora, extrañamente transformadas. Se ponía a meditar, a soñar; lentamente sus labios formaban un nombre y, sin dejar de sonreír, con el rostro vuelto hacia lo alto y las manos juntas sobre las rodillas, volvía a adormecerse en su sillón."
De La muerte en Venecia, de Thomas Mann.
De La muerte en Venecia, de Thomas Mann.
No hay comentarios:
Publicar un comentario