CENTRO-MATIC, “Fort Recovery”
La Historia señala que, en 1962, los misiles de Kruschov fueron retirados de la cubana ínsula, que ninguno de ellos llegó a dispararse y estallar sobre suelo norteamericano para dar inicio a la tercera (y última) guerra mundial. Pero la historia que Will Johnson nos viene sugiriendo durante la última década, ora desde Centro-Matic, ora desde South San Gabriel, ora en solitario, resulta en verdad diferente: gran parte de Estados Unidos quedó devastada cuando la Guerra Fría comenzó a ponerse candente; los escasos supervivientes del holocausto nuclear que arrasó las costas este y oeste del país buscaron refugio en los espacios rurales del interior; sus hijos crecieron rodeados de granjas abandonadas y vientos tempestuosos, tuvieron que crear variantes orales y musicales para explicar la crepuscular realidad que les había caído en suerte. Las palabras, las notas y los estilos, todos ellos heredados de sus padres, eran los de siempre. Pero no así la disposición en que comenzaron a presentarse. Una nueva sintaxis. Un nuevo (viejo) mundo…
Lo mismo que Ben Marcus (en el terreno de la literatura), Johnson parece surgido de esas barras y estrellas de llanuras solitarias y sometidas a la lluvia ácida, de veletas oxidadas que gimen melancólicamente y de graneros que han perdido su raison d’être. Reza la leyenda que su espectacular prolificidad se encamina hacia alguna de sus dos bandas (integradas, a todo ello, por los mismos miembros) según el punto cardinal hacia el que señale la cucharilla del café esa mañana. Pero la diferencia radical entre los alternantes álbums de SSG y C-M vendría a radicar en la colaboración o no de Brent Best, líder de Slobberbone y vecino, lo mismo que Johnson, de la localidad de Denton, Texas. El resto, textual y melódicamente, no es objeto de mayores divergencias.
Esta novena entrega de Centro-Matic vuelve a mezclar, pues, sobre una base de americana en extremo alternativa, composiciones de gesto pop, medios tiempos minimalistas y piezas de guitarrazos tan sonoramente graves que se hace difícil no mentar al gran Neil Young. Y, una vez más, el global se nos antoja extraño y bello, con elementos tan accesibles como herméticos se tornan algunos de sus vericuetos. En última instancia, caso de vernos a la intemperie, abandonados a los rigores de una estepa salvaje y post-atómica, Fort Recovery será sin duda el nombre de la construcción que, elevándose contra el sol poniente, se erija en nuestra vital, postrera, esperanza.
La Historia señala que, en 1962, los misiles de Kruschov fueron retirados de la cubana ínsula, que ninguno de ellos llegó a dispararse y estallar sobre suelo norteamericano para dar inicio a la tercera (y última) guerra mundial. Pero la historia que Will Johnson nos viene sugiriendo durante la última década, ora desde Centro-Matic, ora desde South San Gabriel, ora en solitario, resulta en verdad diferente: gran parte de Estados Unidos quedó devastada cuando la Guerra Fría comenzó a ponerse candente; los escasos supervivientes del holocausto nuclear que arrasó las costas este y oeste del país buscaron refugio en los espacios rurales del interior; sus hijos crecieron rodeados de granjas abandonadas y vientos tempestuosos, tuvieron que crear variantes orales y musicales para explicar la crepuscular realidad que les había caído en suerte. Las palabras, las notas y los estilos, todos ellos heredados de sus padres, eran los de siempre. Pero no así la disposición en que comenzaron a presentarse. Una nueva sintaxis. Un nuevo (viejo) mundo…
Lo mismo que Ben Marcus (en el terreno de la literatura), Johnson parece surgido de esas barras y estrellas de llanuras solitarias y sometidas a la lluvia ácida, de veletas oxidadas que gimen melancólicamente y de graneros que han perdido su raison d’être. Reza la leyenda que su espectacular prolificidad se encamina hacia alguna de sus dos bandas (integradas, a todo ello, por los mismos miembros) según el punto cardinal hacia el que señale la cucharilla del café esa mañana. Pero la diferencia radical entre los alternantes álbums de SSG y C-M vendría a radicar en la colaboración o no de Brent Best, líder de Slobberbone y vecino, lo mismo que Johnson, de la localidad de Denton, Texas. El resto, textual y melódicamente, no es objeto de mayores divergencias.
Esta novena entrega de Centro-Matic vuelve a mezclar, pues, sobre una base de americana en extremo alternativa, composiciones de gesto pop, medios tiempos minimalistas y piezas de guitarrazos tan sonoramente graves que se hace difícil no mentar al gran Neil Young. Y, una vez más, el global se nos antoja extraño y bello, con elementos tan accesibles como herméticos se tornan algunos de sus vericuetos. En última instancia, caso de vernos a la intemperie, abandonados a los rigores de una estepa salvaje y post-atómica, Fort Recovery será sin duda el nombre de la construcción que, elevándose contra el sol poniente, se erija en nuestra vital, postrera, esperanza.
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