martes, junio 28, 2005

De la ventosidad al viento suicida

Contrariamente a lo que nos ha transmitido el cine, Japón no comenzó a servirse del fenómeno kamikaze hasta bien entrada la guerra del Pacífico, cuando ésta se decantaba ya del lado de las barras y estrellas. Maldita la falta que le hacía al Sol Naciente perder hombres y aparatos en encuentros como el de Pearl Harbor, donde lo traicionero de su táctica le había permitido vencer por goleada. Pero, una vez el dominio técnico norteamericano se fue haciendo más evidente, allá por el otoño de 1944, el vicealmirante Takijiro Onishi decidió adoptar la desesperada (y desesperante) opción de los aviones suicidas.

Kamikaze es la lectura occidental del término nipón shimpu, "viento divino", en referencia a los tifones que en 1241 y 1281 acabaron oportunamente con los veleros mongoles que habían partido a la conquista de Japón.

Ignoro, lector crepuscular, quién será el Takijiro Onishi del PP. Pero comienza a quedar claro que, ante el excesivo desgaste sufrido ya por Acebes y Zaplana, alguien ha dado orden de lanzar ataques shimpu contra el gobierno. El primero, protagonizado por un tal Aquilino Polaino, más que sembrar vientos sonó a ventosidades de otra época. Pero la estrategia se va perfeccionando, y mucho cuidado habrá que tener con Francisco José Alcaraz, presidente de la AVT, quien viene demostrando que tiene la línea de flotación de ZP entre ceja y ceja. No nos libraremos de la tempestad, no.

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