lunes, junio 13, 2005

Confluencia

Precisamente porque su voluntad general es distinta a la mía, hallo perversa (por placentera) ratificación en algunos pasajes particulares de Yo y Kaminski (Acantilado, 2005), de Daniel Kehlmann, apartados ciertamente paralelos a otros que poblaban las páginas de Sorbed mi sexo. Propone el autor alemán una sátira del mundo de la crítica de arte, y lo hace a través del encuentro entre un retirado discípulo de Matisse, que debe la fama menos a su arte que al rumor según el cual pintó sus mejores obras estando ciego, y un periodista de ego desatado, obscenamente desmedido (de ahí la preponderancia del "yo" en el título). Se trata, cuando menos hasta el instante en que redacto estas líneas (página 76, si mal no recuerdo), de una narración bastante clásica y lineal. Pero el capítulo en que el periodista, Sebastian Zöllner, pasa revista a las cintas de sus entrevistas con todos aquellos que rodearon a Kaminski en sus años de gloria es marcadamente boisseliano. Y de veras que me congratulo. Quizá porque el de los diálogos es uno de los apartados en que más inseguro suelo sentirme (y sucede que precisamente los diálogos de Kehlmann, nacido en Munich un año después que un servidor, han sido alabados por el mismísimo Marcel Reich-Ranicki).

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