jueves, mayo 11, 2006

La fábula y yo

Reflexión: El peligro de la fábula radica en su carácter recurrente. Se retroalimentan, las muy… ellas.

Ejemplo práctico: Tras dos años de silencio, una conocida (amiga de mi ex novia) se pone en contacto conmigo para que le ayude a corregir un texto religioso en latín. Y en su mail, a modo de introducción simpática, se pregunta si aún tengo la cortina de ducha de Epi y Blas o si ya la he cambiado por una de los Lunis. De inmediato aparece en mi mente la imagen de aquella cortina desplegándose de norte a sur sobre mi bañera, la legendaria pareja (patito de goma incluido) estampada sobre su fondo de plástico blanquinoso. Entonces me pregunto cuándo y en qué circunstancias pudo ella visitar mi cuarto de baño y testimoniar tamaña caída en los abismos del infantilismo galopante. Y sólo a continuación, tras eliminar diversas opciones, caigo en la cuenta de que la cortina jamás existió. De que la inventé durante una conversación quizá ligeramente beoda, con un bar por escenario, en un tiempo ya tan lejano que parece propio de otra vida.

Confesión: No siempre logro repeler las arremetidas de la fábula con tanta facilidad.

No hay comentarios: