Porque los aires de Altea parecen estar sentándole la mar de bien a Josh Rouse, porque sus trabajos grabados no bajan el listón un solo centímetro y en directo se muestra cada vez más desenfadado, alegre y comunicativo, no cabe esgrimir aún los fantasmas de Yoko y de Courtney. Pero sobre su horizonte, eso sí, comienza a planear la sombra de uno de los escasísimos errores profesionales del Boss: Patty Scialfa. Es así que, en el que constituía su último directo del año, pese a no hallarse sus cuerdas vocales en las mejores condiciones, Rouse iba camino de firmar un concierto entre apañado y atractivo cuando se le ocurrió que su media naranja valenciana subiera al escenario para presentar a su lado ¡tres temas! Con el resultado de que la parte femenina dejó a las claras sus escasas tablas y la parte artística ingresó en una espiral de desconcentración y tontería de la que tardaría otro par de canciones en recuperarse. Una lástima doble, pues Rouse comienza a mostrar maderas de (pequeño) clásico y ella, que sepamos, no tiene siquiera una amiga violinista.
(Esta crítica apareció publicada en el número de diciembre de GO Mag. La fotografía, que no pertenece a ese show, es de Stephen Dowling).
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