jueves, agosto 26, 2010

"Inception" de Christopher Nolan

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Para ulular lastimeramente:

La insidiosa intuición de que la cosa comenzó cual divertimento con el que Christopher Nolan quiso abstraerse entre las partes segunda y tercera de su Batman, de que se fue entusiasmando progresivamente con el proyecto pero no llegó a tiempo de darle mayor rigor (que no vigor) narrativo. En términos menos especulativos, el constante cognitus interruptus al que abocan sus (no del todo bien resueltas) secuencias de acción, con el asalto a la fortaleza invernal a modo de regalo de Navidad para quienes sostienen que tal precisamente es el talón de Aquiles del director. Quince minutos y doscientas diecisiete balas menos, en efecto, nos hubieran acercado a la onírica categoría del clásico instantáneo.


Para aullar efusivamente:
Los diversos (y no tan incomprensibles como se ha pretendido) niveles en los que se estructura la acción, destello de guión que desemboca en genialidad de realización durante ese clímax tan cuádruple como del todo memorable. Su montaje, consecuentemente. Que salga airosa del siempre peludo uso de la cámara lenta. Su ritmo, a fin de que el espectador no tenga demasiada ocasión de reparar en las varias contradicciones en las que incurre. Un Leo DiCaprio muy ajustado, un Joseph Gordon-Levitt solvente y una Marion Cotillard maravillosa, dueña de un personaje que aúna tensión y poesía, el sueño de cualquier narración por su capacidad para, sin salirse de la trama, multiplicar sus implicaciones y lecturas. Michael Caine, que aquí pinta poco pero no deja de ser Michael Caine. El carácter juguetón y sabiamente distribuido y nunca redundante de sus efectos especiales, particularmente en lo que a las paradojas
se refiere. Sus diversos y sutiles homenajes: a Heat en el tiroteo bajo la lluvia, a El planeta de los simios en la playa del limbo, a 2001 en la cámara acorazada del subconsciente de la estación invernal... ¿y, quizá, al Following del mismo Nolan?

El juicio crepuscular:
La, de momento, gran película fantástica y de acción de este 2010 hunde sus raíces en 1998, fecha en la que el debut de Christopher Nolan, la recién mentada Following, presentó a otro personaje llamado Cobb, sujeto la mar de ambiguo que gustaba de ir trajeado y manifestaba serios problemas en su relación con la femme fatale de turno. Ladramos este paralelismo para destacar no sólo la consecuente personalidad creadora de Nolan, el gran director hollywoodiense de esta década (especialmente tras la pesadilla en que se ha convertido la carrera de M. Night Shyamalan), sino para prestar nuevas claves de interpretación sobre el final de esta Inception, conclusión de gran sencillez, mucho más abierta de lo que se ha pretendido y que por ello ingresa feliz y justamente en los anales del séptimo arte.

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