No era esta la novela que desde Acantilado nos habían anunciado como segunda entrega del fenómeno Monteagudo –ya saben, el operario fabril que se destapó con Fin y anunció que los cajones de su escritorio custodiaban varios manuscritos similares–. No lo era y, si queremos pensar mal, es posible que lo haya acabado siendo a raíz de una lógica maniobra comercial: en principio, los mineros chilenos no debían ser rescatados hasta Navidades, tiempo más que suficiente para que la historia de Marcos Montes y sus compañeros atrapados a centenares de metros de profundidad obtuviera un margen extra gracias a la publicidad gratuita del caso real. Intuiciones al margen, quede claro que lo nuestro es la ficción. Y que, tras zambullirnos en ella, las dudas y certezas sembradas por Fin permanecen inalteradas.
Dos fueron los peros principales que mereció esa ópera prima editorial. Uno, cosa de la maldición Shyamalan, lamentó lo abierto de su conclusión, mientras que el otro tachó los diálogos de excesivamente pedestres. En aquella ocasión, el abajo firmante disfrutó tanto del trayecto que no le puso reparos al destino o estilos elegidos por el autor. Aquí, no obstante, una sorpresa final que se canta en la página diez y un capítulo dialogado cuyo objetivo parece ser sólo el de rellenar espacio, con un tratamiento de la cuestión racista a la altura intelectual de un programa de Antena 3, en efecto lastran demasiado las buenas maneras de un conjunto que hubiera dado mejor como relato.
(Esta reseña ha aparecido en el número de diciembre de Go Mag)
Dos fueron los peros principales que mereció esa ópera prima editorial. Uno, cosa de la maldición Shyamalan, lamentó lo abierto de su conclusión, mientras que el otro tachó los diálogos de excesivamente pedestres. En aquella ocasión, el abajo firmante disfrutó tanto del trayecto que no le puso reparos al destino o estilos elegidos por el autor. Aquí, no obstante, una sorpresa final que se canta en la página diez y un capítulo dialogado cuyo objetivo parece ser sólo el de rellenar espacio, con un tratamiento de la cuestión racista a la altura intelectual de un programa de Antena 3, en efecto lastran demasiado las buenas maneras de un conjunto que hubiera dado mejor como relato.
(Esta reseña ha aparecido en el número de diciembre de Go Mag)
3 comentarios:
<span>Estoy totalmente de acuerdo contigo. Después de lo que disfruté con su primera novela, "Fin", esperaba algo más de esta segunda. El hecho de que fuera escrita en primer lugar, hace que las expectativas sigan intactas. Espero más de este autor. En cuanto a lo que dices sobre los mineros chilenos, no cabe duda de que la publicación de "Marcos Montes" en estas fechas se debe a una maniobra editorial, aprovechando las circunstancias. Sin embargo, según ha dicho el autor en prensa, la historia surgió de un accidente en una mina en China.</span>
<span>Desde luego, como dices, no es ésta la segunda entrega que esperábamos. Yo espero que tenga mejores novelas guardadas en el cajón. ¿Le seguiremos la pista, no?</span>
Edda, sin duda le seguiremos la pista. Pero ojito, que como las balas le vayan fallando por una cuestión o la otra... En fin, no avancemos acontecimientos. Y sí, la inspiración original habrá sido China, pero la motivación final apunta bastante a Chile.
Ahora estoy disfrutando bastante con LOS INFINITOS de Banville (aunque a ratos se pone denso). Y ando a medias del SALVATIERRA que me recomendabas. Ya en su día me encariñé mucho de la ópera prima de Mairal, UNA NOCHE CON SABRINA LOVE, y debo decir que me relaja su estilo minimalista pero entrañable e inteligente (menos deprimente, aunque en órbita similar, al de Alejandro Zambra).
Un saludo,
Edda, sin duda le seguiremos la pista. Pero ojito, que como las balas le vayan fallando por una cuestión o la otra... En fin, no avancemos acontecimientos. Y sí, la inspiración original habrá sido China, pero la motivación final apunta bastante a Chile.
Ahora estoy disfrutando bastante con LOS INFINITOS de Banville (aunque a ratos se pone denso). Y ando a medias del SALVATIERRA que me recomendabas. Ya en su día me encariñé mucho de la ópera prima de Mairal, UNA NOCHE CON SABRINA LOVE, y debo decir que me relaja su estilo minimalista pero entrañable e inteligente (menos deprimente, aunque en órbita similar, al de Alejandro Zambra).
Un saludo,
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