Quizá se pierda un poco, el insigne historiador, en esta última respuesta. Precisamente porque unos párrafos antes venía explicando las muchas causas que confluyeron para conducir a Alemania al nazismo y a la invasión de Polonia. Hablar de "la guerra de Hitler" resulta tan extremista como negar el sufrimiento del pueblo germano. Pero la Segunda Guerra Mundial fue, a todas luces, la guerra de Alemania. Una guerra con el plus de perversidad derivado de la Solución Final y los campos de concentración, de acuerdo, pero una empresa colectiva y notablemente popular, cuando menos mientras las cosas pintaron bien. El pueblo alemán tuvo un alto grado de culpa. Su silencio otorgó, su inocencia costó millones de muertos. Pero no alcanzó el grado de culpa suficiente para seguir negándole la humanidad que aquí reclama Fest.
lunes, febrero 28, 2005
Apostillas II: Sobre la nacionalidad del sufrimiento
Quizá se pierda un poco, el insigne historiador, en esta última respuesta. Precisamente porque unos párrafos antes venía explicando las muchas causas que confluyeron para conducir a Alemania al nazismo y a la invasión de Polonia. Hablar de "la guerra de Hitler" resulta tan extremista como negar el sufrimiento del pueblo germano. Pero la Segunda Guerra Mundial fue, a todas luces, la guerra de Alemania. Una guerra con el plus de perversidad derivado de la Solución Final y los campos de concentración, de acuerdo, pero una empresa colectiva y notablemente popular, cuando menos mientras las cosas pintaron bien. El pueblo alemán tuvo un alto grado de culpa. Su silencio otorgó, su inocencia costó millones de muertos. Pero no alcanzó el grado de culpa suficiente para seguir negándole la humanidad que aquí reclama Fest.
martes, febrero 22, 2005
Sobre "El hundimiento"
La película de Oliver Hirschbiegel, como los libros de Joachim Fest (historiador) y Traudl Junge (la “secre” de la criatura) en los que se basa, indaga en las culpas y consiguientes penas de una nación que se dejó seducir por la locura y pagó por ello un altísimo precio. Sesenta años después, Alemania no ha logrado hacer las paces con su pasado antisemita, con el peso de una Solución Final de seis millones de muertos que carga su conciencia. Pero ignorar el propio dolor no ayudará a superar tal situación. Hasta hace relativamente poco, las violaciones masivas de mujeres germanas por las tropas soviéticas y el bombardeo genocida de las fuerzas aliadas sobre núcleos civiles, por poner solo dos ejemplos, eran tema tabú más allá del Rhin. ¿Acaso experimentaron Winston Churchill o Arthur “Bombardero” Harris una culpa similar por los centenares de miles de muertos que causaron sus orgías voladoras cuando el enemigo se encontraba ya tirado sobre la lona? ¿Ha examinado el pueblo británico su responsabilidad general en tal asunto? Y no olvidemos que, si la batalla de Inglaterra y los U2 sobre Londres sirvieron de justificación a las huestes de San Jorge, el auge del nacionalismo alemán, Bismarck aparte, había quedado sentado en los mismos abusivos tratados que pusieron fin a la primera guerra mundial (algo que El hundimiento expresa a la perfección a través de los miembros de esa vieja guardia casi prusiana que se niega a capitular y a sufrir de nuevo la humillación de 1918).
Ya en La cruz de hierro osó Sam Peckinpah utilizar el punto de vista del ejército alemán, destacar sus infamias y atropellos pero, también, admitir en sus filas a hombres de honor incapaces de escapar al signo de los tiempos. Erwin Rommel y los ideólogos del atentado contra Hitler también han gozado de buena prensa en el cine. Y, más allá de la frivolidad de Eva Braun y del fanatismo de Goebbels, El hundimiento vuelve a dar voz a quienes cayeron en tan dantesco torbellino sin sacrificar en el envite la totalidad de su cordura. Es gracias a tales personajes que la película se vuelve compendio de todas las tragedias shakesperianas y mantiene al espectador pegado a su butaca durante dos horas y media largas. Pero también está ahí el documento histórico, de una rigurosidad intuyo que admirable. E, insisto, la posibilidad de experimentar el drama en la piel de quienes lo sufrieron en última instancia. Debemos recordar el gueto de Varsovia, Auschwitz y Stalingrado. Pero debemos también comenzar a recordar a idéntico nivel Hamburgo, Berlín y Dresde. Es ahí, desde la nacionalidad misma de la producción, en su valentía revisionista y en su imparcialidad (a Hitler lo que es de Hitler) que El hundimiento se vuelve una obra ejemplar, un testimonio imprescindible, una expresión artística destinada a levantar ampollas a fin de cerrar por fin viejas y más profundas cicatrices.
domingo, febrero 20, 2005
Semánticas sobre la mesa de Txeroki
Sentado todo ello, debo manifestar que siempre he sido firme creyente en la necesidad de un diálogo para solucionar el así llamado conflicto vasco. Durante mucho tiempo, ingenuo de mí, supuse que las partes negociadoras debían ser repartidas entre el gobierno español y ETA, que el fin de la violencia y una serie de reconocimientos para con Euskadi acabarían con esta situación anacrónica que demasiadas vidas se ha cobrado ya. A continuación intuí, ágil yo, que la amenaza de matar resulta de una obscenidad tal que no hay contraoferta que valga. ETA debía desaparecer de la ecuación, pero no así los partidos nacionalistas vascos que con más o menos trampas se hubieran mantenido fieles al juego democrático. Y suspiré por la aparición de un Gerry Adams en el seno de HB (o Batasuna, o como quiera que se llame a día de hoy). Pero he aquí que la justicia demostró que la connivencia entre HB (Batasuna, etc.) y ETA iba más allá de lo meramente ideológico, y la representación política de un pequeño pero significativo espectro de la población vasca quedó ilegalizada. En fútbol, la progresiva expulsión de jugadores desemboca en una suspensión del partido. ¡Pero quedaba una última opción! ¿Y si el Plan Ibarretxe sirviera para conducir a posiciones más moderadas a ese Euskadi violento y profundo que sigue creyéndose necesitado de violencia para subsistir? ¿Y si una reforma planteada desde la democracia devolviera a la sociedad vasca al modus operandi más civilizado, a un marco para el debate no salpicado de sangre, a un ámbito donde la mayoría decide y la minoría se presta al activismo socrático en espera de tiempos mejores para sus convicciones? Pero el asunto salió tarado de fábrica cuando el lehendakari tramitó su propuesta gracias a tres votos de Batasuna. Y, cada vez que el PNV ha defendido (con gesto cínicamente electoralista) el derecho del radicalismo vasco a concurrir a las próximas elecciones autonómicas, el Plan ha sumado nuevas grietas.
jueves, febrero 17, 2005
Hay otros mundos...
Y uno de ellos le pertenece en régimen de exclusividad. Ryan “descerebrado” Adams se convierte, por méritos propios, en el primer personaje que repite entrada en este weblog. Todo un honor que llega motivado por dos circunstancias. La primera, que esta mañana he estado re-escuchando el CD pirata de su participación en Crossroads, donde Sir Elton John y él compartieron temas de sus respectivas carreras en formato de dúo tan delirante como sugerente. La segunda, que he cometido el grato error de entrar en su página web (www.ryan-adams.com). Una página web que se antojaba vacía salvo por una hipnótica espiral (en lo visual) y una canción (en lo sonoro)… hasta que, por sorpresa, un mensaje aparece en la pantalla. Se trata del link a la grabación de una charla entre Adams y dos capitostes de su discográfica, Lost Highway. Alarmados por los entre quince y veinte mensajes de voz que el cantante les dejó de madrugada, los ejecutivos deciden llamarle. Ryan responde en su proverbial estado de incoherencia y “me creo muy simpático, oye”. Y la conversación que se sucede resulta digna de los legendarios Spinal Tap. Sin ánimo de fastidiar la carcajada del cibernauta curioso, algunas perlas del diálogo para besugo y orquesta radican en:
* La sorpresa del músico ante la indignación (poco) contenida que suscita su single Helicopter Soup.
* La reacción de los mandamases frente a la noticia de que Adams pretende publicar seis o siete discos a lo largo del año (aquí habíamos avanzado la inminencia de los tres primeros).
* La fase de intoxicación psicotrópica en que se halla una de las partes conversantes.
* La noticia de que el cantante quiere retirar del mercado sus álbums previos para publicarlos de nuevo bajo el nombre artístico de Mechrobioticon.
* El acuerdo final al que llegan los unos y el otro: Adams no editará Helicopter Soup a cambio de que su web pase a llamarse www.mechrobioticon.com.
miércoles, febrero 16, 2005
Esfuerzos de Billy Pilgrim
martes, febrero 15, 2005
Las dos caras de James Matthew Barrie
jueves, febrero 10, 2005
La garganta que agoniza
Sexo y política, política y sexo. Jamás esta relación se reveló tan evidente como en el año de Nuestro Señor de 1972. Prueba de la acusación #1: Durante la madrugada del 17 de junio, cinco personas son detenidas por irrumpir en las oficinas del Comité Nacional Demócrata, sito en el complejo Watergate de la capital del país de las barras y estrellas. Fue el inicio de un escándalo que, gracias a las sucesivas revelaciones de The Washington Post, acabaría culminando dos años después con la dimisión de Richard Nixon. Prueba de la acusación #2: El 15 de noviembre se estrena la primera película porno legal de la historia de Estados Unidos. Alegaciones de la acusación: Tanto la fuente secreta de los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward como el citado film recibieron idéntico apelativo, “Deep Throat” (esto es, “Garganta profunda”).
Analogías tirando a jugosas al margen, más de treinta años después el Deep Throat en su variante política está agonizando (o al menos eso asegura John W. Dean, antiguo consejero de Nixon, en un editorial publicado por The Los Angeles Times el pasado domingo). Y todo parece indicar que The Washington Post se mantendrá fiel a su promesa de revelar la identidad del legendario confidente toda vez éste haya fallecido (posiblemente a través de su propia necrológica). Uno de los secretos mejor guardados de la segunda mitad del siglo XX (también una de las demostraciones de rigurosidad periodística más loables de la historia) será en breve desvelado. Quizá nunca sepamos quien mató a Kennedy, pero este cronista crepuscular ahora mismo no cabe en sí de la anticipación.
miércoles, febrero 09, 2005
El salto mortal de la cultura
También sorprende que, de tanto en tanto, sean las ciencias más preocupadas por el bienestar del ser humano las que arrojan los peores monstruos a la arena de la historia. Josef Mengele era médico, pero eso no le impidió torturar y exterminar a centenares de internos de los campos de concentración nazis entre 1941 y 1945. Y, cincuenta años después, el psiquiatra Radovan Karadzic fue responsable de la limpieza étnica serbia durante la guerra de Bosnia, política genocida que se saldó con 250.000 asesinatos. En ambos casos, el criminal se sirvió de su formación y títulos para propulsarse en un doble salto mortal hacia la locura y la destrucción. Es probable que la semilla del psicópata anidara en sus genes mucho antes de que recibieran la primera lección universitaria. Pero resulta posible a su vez que la suma de conocimientos (y el carácter muchas veces selectivo de lo que aprendemos) condujera a una magnificación del ego que habría de revelarse trágica para el común de la humanidad.
martes, febrero 08, 2005
Mafia y masturbación, panorama literario USA
Mafia y Lethem. Masturbación y Palahniuk. The Vision y Guts. Dos relatos de estilo muy diverso pero que comienzan a señalar los caminos que podría recorrer la narrativa norteamericana durante las primeras décadas de este siglo XXI.
The Vision, cuento que abre la recopilación Men and Cartoon, no deja de ser una apostilla a la monumental La fortaleza de la soledad (Mondadori, 2004). Su protagonista, vecino de la calle Henry de Brooklyn, es convocado a una reunión en la casa de un antiguo compañero de colegio. Con él son quince los invitados que se disponen a jugar al Mafia: tres de ellos (los que extraigan las cartas rojas del mazo) deben conspirar contra el Pueblo, conformado por el resto de los presentes menos el Narrador. Bajo la dirección de éste, cada día el Pueblo señala a un supuesto mafioso y procede a exiliarlo; cada noche, mientras los inocentes permanecen con los ojos cerrados, los Corleone de andar por casa eligen mediante señas a una víctima, y decretan su asesinato. Así, el pueblo vencerá si acierta y proscribe al enemigo correcto. Y la Mafia se llevará el gato al agua si consigue liquidar a todo quisque sin que al menos dos de sus miembros sean descubiertos. Nuestro narrador se revela bastante patoso en el desempeño del juego (entabla una conversación íntima con la mujer que se sienta a su lado, para desconfianza de la turba). Pero la rápida descalificación le permite recorrer la casa a su antojo, e introducirse en el dormitorio de su anfitrión a la busca de cierto traje de súper-héroe…
Guts fue publicado en exclusiva por la edición yanqui de Playboy, pero será sin duda la narración estrella del inminente Haunted, colección de relatos con la que Palahniuk pretende postularse como “el Stephen King del siglo XXI”. Guts carece de argumento. Un narrador se limita a describir, con escabroso lujo de detalle, los peligros de ciertas prácticas onanistas. La primera tiene que ver con la cera de una vela, y se traduce, si mal no recuerdo, en la pérdida traumática de un riñón. La segunda cuenta con una piscina por escenario, y sus resultados discurren entre lo sencillamente atroz y lo largamente indescriptible.
Aunque redactada con elegante sencillez, The Vision no destaca en lo estilístico. Pero incide en el encuentro, tiempo ha propuesto por el autor, entre narrativa tradicional y cultura popular. Criado en la confluencia de varios géneros habitualmente denostados desde las alturas (la ciencia ficción, el noir…), Lethem traslada ahora la temática de súper-héroes a los parajes propios de un John Cheever o un Richard Ford; se atreve incluso a darle la voz solista en esa inmensa orquesta socio-generacional que es cualquier gran novela americana que se precie (léase la ya citada La fortaleza de la soledad).
En Palahniuk, por otro lado, el estilo ampara todo lo demás. Palahniuk es un género en sí mismo, abre su propia senda, discurre por ella y la deja cerrada tras sus pasos, sin opción a que le broten continuadores. Dueño de un admirable vitalismo neo-Nietzcheano, Palahniuk dispara a discreción sus ráfagas de frases cortas y afilados conceptos, desafía la indiferencia del más pintado y se recluye en su hogar de Portland mientras la leyenda crece a su alrededor. Es precisamente lo poderoso de su voz lo que le llevará a no pasar de moda. Debidamente contextualizadas, sus amenazas responden en realidad a los miedos más primigenios.
Lethem es un placer para las vísceras intracraneales.
Palahniuk apunta directamente (y con notable éxito) al centro de gravedad de nuestras entrañas.
Entre ambos, la escena literaria al otro lado del charco trasciende el ahora y se proyecta explosiva hacia el futuro. No dejen de leerlos, el crimen organizado y el sexo más peculiar están garantizados.