martes, marzo 22, 2005

Palabra de Ozon: ¿desmontando el amor?

Es desoladora y cínica, la visión que da François Ozon de la pareja en su 5 x 2 (Cinq fois deux) –pensaba a los pocos pasos de abandonar la sala. Cuando el caso particular se hincha hasta llenar toda la pantalla de cine (también cuando lo encuentras en forma de palabras y las lees y éstas pasan a ocupar las paredes internas de tu cabeza), multiplicas y proyectas, generalizas y pontificas. La pareja es esto, nos ha querido decir. El amor es lo otro. La felicidad, aquello que asoma más allá… En la última secuencia del film, la pareja protagonista mantiene un simbólico diálogo en su primer instante de intimidad:
- Me han dicho que esta playa es peligrosa –comenta ella.
- No lo parece, el agua se ve tranquila –contesta él.
- Hay corrientes muy fuertes…
Pero, pocos segundos después, vemos a ambos adentrarse largamente en ese mar de riesgo contrastado, el mar de la pareja y el mar de las emociones. Puesto que los cinco episodios de la película se han presentado de forma cronológicamente inversa, sabemos a la perfección que las citadas corrientes y mareas acabarán despedazando a los personajes, que al matrimonio le seguirán el adulterio y las dudas y el nacimiento de un hijo y las desilusiones y el divorcio… hasta un final/principio que es guinda atroz de todo lo acaecido o de todo cuanto acaecerá. La universalidad del simbolismo líquido y lo significativo de las etapas reseñadas invitan, pues, a pensar que Ozon está sentando cátedra. La única manera de que una historia de amor termine bien es alterando sus coordenadas temporales. Ergo, es imposible que una historia de amor termine bien. Palabra de Ozon.
Ahora bien, parte el realizador galo de un presupuesto cuando menos dudoso (presupuesto por el que se rigen sus personajes a lo largo y ancho del film): que el éxito o fracaso de un proyecto se mide en base a cómo acaba éste. Lo que equivaldría a decir que todos los seres vivos que han habitado, habitan y habitarán este planeta fueron y son y serán unos fracasados, pues su trayecto vital ha culminado o culminará indefectiblemente en la muerte. Y la muerte es un mal final, vamos. Ignoro, científicamente hablando, si la pareja constituye per se un billete sin retorno al desencanto. Pero sí sé que no todas las parejas que han acabado mal merecen ser tratadas en términos de fiasco.
A lo que cabría añadir un aspecto más. ¿Disección estructural de la pareja y el amor? Ni mucho menos. 5 x 2 retrata, a lo sumo, el proceso de demolición de una ilusión femenina. Pues convendremos en que es el personaje de Valeria Bruni Tedeschi el que más alto apuesta y el que peor parado sale del envite. Aunque no inocente (como testimoniamos en el capítulo cuarto), es ella quien una y otra vez se lleva la peor parte en su relación con el inmaduro y egoísta y algo tontaina Stéphane Freiss. Visión cínica y desoladora de la pareja, pensaba yo al abandonar la sala. Qué jodido esto del amor, constaté tirando del hilo de la lógica (ideas afines y tal). Hasta que caí en la cuenta. No hay un solo fotograma de amor en 5 x 2. No hay amor en los encuentros, no hay amor en las conversaciones, no hay amor en el sexo, no hay amor cuando se dice “je t’aime” (obsérvese las condiciones en que los protagonistas efectúan tal declaración: tras huir en un momento de necesidad ajena, tras un adulterio…), no hay amor por ningún lado. Es 5 x 2 un excelente retrato de la devastación que podemos causarnos los unos a las otras, las unas a los otros. No es poco. Pero a su vez poco más hay que de ella se pueda extraer.
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