Para ulular lastimeramente:
Ciertos subrayados de guión y dirección del todo innecesarios, dada la solvencia de la historia y de sus intérpretes. Es una tara ciertamente menor, pero conduce a instantes en exceso afectados, de los que separan al espectador de aquello que se le está contando.
Para aullar efusivamente:
Su vitalismo cervecero-crepuscular. Su muy demodé tratamiento de la sensualidad. La checa candidez de sus actores (por más que alguno sea búlgaro, otra alemana...). Y su innegable fidelidad al espíritu tragicómico de Hrabal: véase esa fuente de la vida donde, en cuanto las cosas comienzan a torcerse por el lado germano de la guerra, las arias valquirias en cueros gloriosos son sustituidas por soldados tullidos en paños no mayores.
El consejo crepuscular:
Véala. Acto seguido, corra a recuperar el libro en que se basa. O Una soledad demasiado ruidosa. O Trenes rigurosamente vigilados. O... En fin, que celebre a Hrabal. Porque Hrabal lo celebraría a usted.
Ciertos subrayados de guión y dirección del todo innecesarios, dada la solvencia de la historia y de sus intérpretes. Es una tara ciertamente menor, pero conduce a instantes en exceso afectados, de los que separan al espectador de aquello que se le está contando.
Para aullar efusivamente:
Su vitalismo cervecero-crepuscular. Su muy demodé tratamiento de la sensualidad. La checa candidez de sus actores (por más que alguno sea búlgaro, otra alemana...). Y su innegable fidelidad al espíritu tragicómico de Hrabal: véase esa fuente de la vida donde, en cuanto las cosas comienzan a torcerse por el lado germano de la guerra, las arias valquirias en cueros gloriosos son sustituidas por soldados tullidos en paños no mayores.
El consejo crepuscular:
Véala. Acto seguido, corra a recuperar el libro en que se basa. O Una soledad demasiado ruidosa. O Trenes rigurosamente vigilados. O... En fin, que celebre a Hrabal. Porque Hrabal lo celebraría a usted.
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