Y eso, que feo el que no vaya. O el que, no pudiendo ir, deje de bailar por lo menos una conga pasillo arriba y pasillo abajo en su casa. O el que, no pudiendo ir e incapacitado para la conga por motivos fisiológicos o de ausencia de pasillo en su casa, deje de leer a Casavella. Porque a Casavella hay que leerlo. Y luego, como guinda, se lo baila. Hala hala y tachán...
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