No es mala cosa, en este mundo de medianías, que la escucha de un disco te aboque a la carcajada. Es posible que exactamente no fuera ése el objetivo de Chris Cornell al contratar los servicios productores de Timbaland. Pero sí es el resultado de algún que otro corte donde el guaperas del grunge, ex líder de Soundgarden y Audioslave, se nos aparece cual papichulo caribeño con la épica diluida a base de piña-coladas. Si uno mantiene su apuesta por el sentido del humor en vez de sentir mancillada la memoria de Seattle (y del clímax emocional del Collateral de Michael Mann), el resto no deja de ser un disco la mar de entretenido, lleno de ritmo y gracia, con algún que otro tema lo suficientemente digno como para que alabemos la voluntad de reinventarse desplegada por el amigo (Mojo lo describió en términos de “tener huevos”). Y, puesto que la cosa no da para demasiadas escuchas, corremos ante el televisor en espera del dueto con Janet Jackson. O con Britney -si incluye a Beyoncé, aplaudiremos con las orejas.
(Esta reseña ha aparecido en el número de mayo de Go Mag)
(Esta reseña ha aparecido en el número de mayo de Go Mag)
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