Para ulular lastimeramente:
El personaje de Naomi Watts, un tanto intrascendente. Ciertas incoherencias de guión, como el rato que le toma a la NYPD enterarse de tamaño tiroteo en pleno Guggenheim. Y las arenas movedizas morales en las que se mueve su tramo final, a milímetros de empantanarse en un par de ocasiones.
Para aullar efusivamente:
La atmósfera conspirativo-paranoica de su primera hora. El majestuoso uso de la arquitectura como símbolo de las fuerzas mayúsculas y poliédricas a las que se enfrentan los protagonistas. Clive Owen, pese a que este tipo de papeles los interprete ya con el piloto automático. La definición del personaje de Bryan F. O'Byrne, un asesino a sueldo nada sobreactuado que, en tres secuencias mal contadas, se las arregla para mostrarnos numerosos matices y una humanidad, de nuevo, jugosamente fordiana. El duelo dialéctico entre Owen y Armin Mueller-Stahl en la sala de interrogatorios. Y el tiroteo del Guggenheim, claro.
El consejo crepuscular:
No se la pierda; constate que existe el thriller "internacional" contemporáneo más allá de Jason Bourne. A continuación, zambúllase en su videoteca y recupere algún gran clásico del género, como Los tres días del cóndor. Finalmente, tome nota mentalmente de no volver a protestar una sola comisión en la vida, que los bancos las gastan pero que muy mal.
El personaje de Naomi Watts, un tanto intrascendente. Ciertas incoherencias de guión, como el rato que le toma a la NYPD enterarse de tamaño tiroteo en pleno Guggenheim. Y las arenas movedizas morales en las que se mueve su tramo final, a milímetros de empantanarse en un par de ocasiones.
Para aullar efusivamente:
La atmósfera conspirativo-paranoica de su primera hora. El majestuoso uso de la arquitectura como símbolo de las fuerzas mayúsculas y poliédricas a las que se enfrentan los protagonistas. Clive Owen, pese a que este tipo de papeles los interprete ya con el piloto automático. La definición del personaje de Bryan F. O'Byrne, un asesino a sueldo nada sobreactuado que, en tres secuencias mal contadas, se las arregla para mostrarnos numerosos matices y una humanidad, de nuevo, jugosamente fordiana. El duelo dialéctico entre Owen y Armin Mueller-Stahl en la sala de interrogatorios. Y el tiroteo del Guggenheim, claro.
El consejo crepuscular:
No se la pierda; constate que existe el thriller "internacional" contemporáneo más allá de Jason Bourne. A continuación, zambúllase en su videoteca y recupere algún gran clásico del género, como Los tres días del cóndor. Finalmente, tome nota mentalmente de no volver a protestar una sola comisión en la vida, que los bancos las gastan pero que muy mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario