Para ulular lastimeramente:
Es ligeramente dispersa y en exceso blanca: salvo por el prólogo, no se dan situaciones que permitan la menor reflexión por parte de los personajes, mucho menos elecciones morales como la que en La ira de Khan motivaba la legendaria frase spockiana de "el bien de la mayoría es superior al bien de la minoría o de uno solo". Abrams tiene muy clara la meta y, desde el minuto 5 hasta el 122, tiene a sus criaturas corriendo hacia ella (eso sí, menuda carrera la suya).
Para aullar efusivamente:
Que apenas dé respiro. Que sea fiel a la saga original sin flirtear con el hermetismo de una clase de sintaxis klingon. El tono de ópera espacial de sus espectacularísimas batallas galácticas. Su banda sonora y el uso del sonido (nótese el silencio en que transcurren los primeros segundos de la caída libre de Kirk y Sulu, por ejemplo). Que beba tanto de Star Wars (la batalla de la plataforma minera es El retorno del Jedi, el planeta helado es El Imperio contraataca, la salida de la nave de Spock convierte el mamotreto romuliano -muy H.R. Giger, por cierto- en una nueva Estrella de la Muerte...). Que sus actores no lleguen a desentonar (aunque Simon Pegg flirtea con el miscasting y Zachary Quinto cumplía mucho más como Sylar). La participación de Leonard Nimoy, capaz de ponernos el vello tan de punta como las orejas. El juego que le vuelven a dar a Abrams las paradojas espacio-temporales y las realidades alternativas. Y su prólogo: de libro, oigan.
El consejo crepuscular:
A menos que seas alérgico al pelo de alienígena y viajar allí donde ningún hombre ha llegado antes te provoque mareos, no te pierdas, oh lector crepuscular, este festival. Y ya sabes, en uno u otro caso, "live long and prosper"...
Es ligeramente dispersa y en exceso blanca: salvo por el prólogo, no se dan situaciones que permitan la menor reflexión por parte de los personajes, mucho menos elecciones morales como la que en La ira de Khan motivaba la legendaria frase spockiana de "el bien de la mayoría es superior al bien de la minoría o de uno solo". Abrams tiene muy clara la meta y, desde el minuto 5 hasta el 122, tiene a sus criaturas corriendo hacia ella (eso sí, menuda carrera la suya).
Para aullar efusivamente:
Que apenas dé respiro. Que sea fiel a la saga original sin flirtear con el hermetismo de una clase de sintaxis klingon. El tono de ópera espacial de sus espectacularísimas batallas galácticas. Su banda sonora y el uso del sonido (nótese el silencio en que transcurren los primeros segundos de la caída libre de Kirk y Sulu, por ejemplo). Que beba tanto de Star Wars (la batalla de la plataforma minera es El retorno del Jedi, el planeta helado es El Imperio contraataca, la salida de la nave de Spock convierte el mamotreto romuliano -muy H.R. Giger, por cierto- en una nueva Estrella de la Muerte...). Que sus actores no lleguen a desentonar (aunque Simon Pegg flirtea con el miscasting y Zachary Quinto cumplía mucho más como Sylar). La participación de Leonard Nimoy, capaz de ponernos el vello tan de punta como las orejas. El juego que le vuelven a dar a Abrams las paradojas espacio-temporales y las realidades alternativas. Y su prólogo: de libro, oigan.
El consejo crepuscular:
A menos que seas alérgico al pelo de alienígena y viajar allí donde ningún hombre ha llegado antes te provoque mareos, no te pierdas, oh lector crepuscular, este festival. Y ya sabes, en uno u otro caso, "live long and prosper"...
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