Argentina, quizá como ningún otro país, tiende a exigir a sus mitos literarios un perfil humano intachable, circunstancia que no deja de antojársenos próxima al oxímoron. Humano, y por tanto tachable para quien necesitara darse a tales ejercicios, fue Ernesto Sabato, que comenzó como físico y acabó convertido en uno de los cuatro grandes del siglo XX narrativo a orillas del Río de la Plata. Le faltaban dos meses escasos para volverse centenario (1911-2011), guarismo ciertamente anecdótico. No lo son, en cambio, su obra ensayística y su breve labor novelística, presidida a juicio de este ladrador por un Sobre héroes y tumbas que en dos ocasiones me dio crepuscular vuelta y que seguirá sumiéndome en lúcidas sombras cuantas veces lo retome. Descanse en paz.
1 comentario:
ladro al unísono con usted sobre las luces malvas del Riachuelo, cualquier atardecer.
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