Ejército enemigo es aquí y es ahora. No porque su peripecia vaya a verse reflejada de algún modo en el periódico de mañana (aunque su protagonista bien podría aparecérsenos esta misma tarde exhibiendo genitales en el chat). Sí porque ofrece una elocuente disección de dos o tres de las circunstancias que con mayor rotundidad vienen moldeando el signo de los tiempos, desde el implacable ascenso de internet (anulación de la intimidad pero también de la identidad, desahogo sexual, mutación de la palabra en elemento vírico…) hasta la efervescencia de los movimientos de protesta social (aquí más en clave oenegé que de 15-M), pasando por la progresiva banlieuización de nuestras periferias. Santiago, responsable de mailmarketing en una empresa de publicidad, se cepilla a su secretaria con alegría norteamericana (sexo anal, corridas en la cara, bondage light) pero no logra escapar al angst de su existencia protestante: tras la jornada laboral, la única actividad que lo ata al mundo y lo distrae de su culpa es coleccionar palabras. El asesinato de un conocido, Daniel, se traduce en un alud de ellas: hereda la clave de su email y se zambulle en miles de mensajes a vueltas con la cooperación y la conciencia social, pero también quizá con el misterio de su muerte. Pueden sobresaltar ciertos coloquialismos y pecar de redundantes algunas ideas, pero el mensaje es esclarecedor y el argumento que lo sostiene, absorbente. Un Sale el espectro de nuestras letras; esto es, aplauso cerrado.
(Esta reseña ha aparecido en el número de noviembre de Go Mag.)