* Debo acudir a clase de natación en la piscina de mi colegio de infancia y adolescencia. Llego tarde, pero no me preocupa porque cuento con algún tipo de justificación. Tras cruzar el campo de fútbol de cemento, me dispongo a atravesar la explanada de pinos. Algo cae de los árboles: se trata de orugas de un rojo brillante, abominablemente peludas. El suelo está plagado de ellas, ya reptantes ya machacadas por otros zapatos. De repente, soy consciente de que se lanzan con el objetivo de caer sobre mi cabeza, de modo que acelero el paso y me muevo en zigzag para confundirlas. No experimento la menor angustia, ni siquiera cuando una logra aterrizar en mi coronilla. Me desprendo de ella con un manotazo y entro en el edificio de la piscina. Una vez en los vestuarios, me entero de que la clase de natación ha terminado.
* [Haciendo una siesta en el sillón de casa] Me despierto. Me levanto del sillón. La puerta que conduce a mi despacho aparece tapiada con ladrillos. Las contraventanas de madera están cerradas, una luminosidad malsana y húmeda llena la habitación. Pienso en encender la luz, pero cuando le doy al interruptor no sucede nada. [Hace pocos días me enteré, gracias al Waking Life de Richard Linklater, de que en sueños los interruptores no funcionan nunca, nunca, nunca.]
Waking Life: las luces son o ya no estarán…
* [Haciendo una siesta en el sillón de casa] Me despierto. Me levanto del sillón. La puerta que conduce a mi despacho aparece tapiada con ladrillos. Las contraventanas de madera están cerradas, una luminosidad malsana y húmeda llena la habitación. Pienso en encender la luz, pero cuando le doy al interruptor no sucede nada. [Hace pocos días me enteré, gracias al Waking Life de Richard Linklater, de que en sueños los interruptores no funcionan nunca, nunca, nunca.]
Waking Life: las luces son o ya no estarán…
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