JOSH ROUSE - “Subtítulo”
Josh Rouse y Ryan Adams bien podrían ser compañeros de promoción. Cuando menos, de un tiempo a esta parte vienen coincidiendo en la orientación conceptual de los trabajos que nos entregan: álbums o canciones titulados según el año en que vinieron al mundo (1972 y 1974), trabajos dedicados a la ciudad en la que han residido en su pasado más reciente o en la que directamente nacieron (Nashville y Jacksonville city nights), y, en última instancia, un disco que pretende sentar las grandes claves de su aquí y ahora (este Subtítulo que nos ocupa y 29). Adams, claro está, sería el alumno grandilocuente y exhibicionista, dotado tanto para la mímesis como para la originalidad, que una y otra vez necesita dejar a todo quisque con la boca abierta. Y Rouse, por su parte, pasaría por el chavalito más bien apocado que, desde su trinchera en la penúltima fila, se las arregla para delimitar un pequeño universo y nos fascina con su capacidad para revelar nuevos, sutiles descubrimientos sobre los dos o tres escasos pupitres que visita día tras día.
Subtítulo es, en ese sentido, la clave que marca el presente de la existencia de Rouse en cuanto norteamericano residente en el Levante hispano por aquellas cosas que tiene el amor. Y el amigo no tarda ni treinta segundos en situarnos: “I’ve lived in cities where there is no solitude / (…) But, for now, I want to stay in a quiet town”. Hay un par de historias sitas en Estados Unidos, pero parecen fruto de la memoria o de las vivencias de terceros. El grueso del álbum, en cambio, nos remite a una primavera y un verano bucólicos, de luz blanca y dulces episodios cotidianos. Como si de variaciones sobre antiguos temas se tratara, Rouse saca punta a su pop elegante, ora vital ora melancólico, de suaves guiños tropicales (la guitarra de Summertime, la percusión de His majesty rides…). Y si el breve instrumental La Costa Blanca se permite una melodía y progresión de corte más dramático, la tenue fascinación romántica prevalece por encima de todo: “I think you’re wonderful, don’t change your way at all”.
Así las cosas, caso de presentar este puntual trabajo de Josh Rouse en la correspondiente sala de profesores, provocaríamos menos palmas batientes que reflexiones íntimas, en ocasiones aparentemente severas. Pero, por tercer año consecutivo, nuestro alumno predilecto se plantaría en junio con una merecidísima matrícula.
Josh Rouse y Ryan Adams bien podrían ser compañeros de promoción. Cuando menos, de un tiempo a esta parte vienen coincidiendo en la orientación conceptual de los trabajos que nos entregan: álbums o canciones titulados según el año en que vinieron al mundo (1972 y 1974), trabajos dedicados a la ciudad en la que han residido en su pasado más reciente o en la que directamente nacieron (Nashville y Jacksonville city nights), y, en última instancia, un disco que pretende sentar las grandes claves de su aquí y ahora (este Subtítulo que nos ocupa y 29). Adams, claro está, sería el alumno grandilocuente y exhibicionista, dotado tanto para la mímesis como para la originalidad, que una y otra vez necesita dejar a todo quisque con la boca abierta. Y Rouse, por su parte, pasaría por el chavalito más bien apocado que, desde su trinchera en la penúltima fila, se las arregla para delimitar un pequeño universo y nos fascina con su capacidad para revelar nuevos, sutiles descubrimientos sobre los dos o tres escasos pupitres que visita día tras día.
Subtítulo es, en ese sentido, la clave que marca el presente de la existencia de Rouse en cuanto norteamericano residente en el Levante hispano por aquellas cosas que tiene el amor. Y el amigo no tarda ni treinta segundos en situarnos: “I’ve lived in cities where there is no solitude / (…) But, for now, I want to stay in a quiet town”. Hay un par de historias sitas en Estados Unidos, pero parecen fruto de la memoria o de las vivencias de terceros. El grueso del álbum, en cambio, nos remite a una primavera y un verano bucólicos, de luz blanca y dulces episodios cotidianos. Como si de variaciones sobre antiguos temas se tratara, Rouse saca punta a su pop elegante, ora vital ora melancólico, de suaves guiños tropicales (la guitarra de Summertime, la percusión de His majesty rides…). Y si el breve instrumental La Costa Blanca se permite una melodía y progresión de corte más dramático, la tenue fascinación romántica prevalece por encima de todo: “I think you’re wonderful, don’t change your way at all”.
Así las cosas, caso de presentar este puntual trabajo de Josh Rouse en la correspondiente sala de profesores, provocaríamos menos palmas batientes que reflexiones íntimas, en ocasiones aparentemente severas. Pero, por tercer año consecutivo, nuestro alumno predilecto se plantaría en junio con una merecidísima matrícula.
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