lunes, febrero 28, 2005

Apostillas II: Sobre la nacionalidad del sufrimiento

Aparecido en El País del domingo 27 de febrero de 2005:

JOSÉ COMAS: "Una pregunta sobre una cuestión de actualidad, el 60º aniversario del bombardeo de la ciudad de Dresde. Tengo la impresión de que se ha roto un tabú, el de hablar de forma abierta sobre los sufrimientos de los alemanes."
JOACHIM FEST: "¿Es que los alemanes no sufrieron? Naturalmente que sufrieron."
JOSÉ COMAS: "Durante mucho tiempo ése fue un tema tabú. ¿Es sano que haya dejado de serlo?"
JOACHIM FEST: "Mire usted, es un derecho de la persona recordar a sus muertos. Yo nunca me atuve a que no debía hacerlo. ¿Quién me lo va a prohibir? Entre mis parientes hay 30 personas asesinadas, violadas, matadas por rusos y polacos. Naturalmente que pienso en ellos. (...) Ése es un sufrimiento quizá mayor que el de otros."
JOSÉ COMAS: "¿Por qué?"
JOACHIM FEST: "Porque un francés siempre puede decir que su marido o sus hijos murieron por la gloria de Francia. Un alemán no puede decirlo, lo llevaron a la guerra de Hitler y murió..."

Quizá se pierda un poco, el insigne historiador, en esta última respuesta. Precisamente porque unos párrafos antes venía explicando las muchas causas que confluyeron para conducir a Alemania al nazismo y a la invasión de Polonia. Hablar de "la guerra de Hitler" resulta tan extremista como negar el sufrimiento del pueblo germano. Pero la Segunda Guerra Mundial fue, a todas luces, la guerra de Alemania. Una guerra con el plus de perversidad derivado de la Solución Final y los campos de concentración, de acuerdo, pero una empresa colectiva y notablemente popular, cuando menos mientras las cosas pintaron bien. El pueblo alemán tuvo un alto grado de culpa. Su silencio otorgó, su inocencia costó millones de muertos. Pero no alcanzó el grado de culpa suficiente para seguir negándole la humanidad que aquí reclama Fest.

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