martes, septiembre 06, 2005

Mes Amis (2)

En nombre del padre
La dualidad de caracteres es la base sobre la que se estructura gran parte de la obra de Amis y, de nuevo, es el motor que da vida a Experiencia, libro que surge de una grave crisis personal y, principalmente, de la muerte del padre. Kingsley Amis fue uno de los angry young men y, como tal, una figura capital dentro de las letras británicas. Desde que optó por la senda literaria, tuvo Martin que luchar contra la sombra paterna y contra los ataques de la prensa de su país: Yo debía ser de una élite genética, por así decirlo. (Para ellos) había nacido con la gran G, el genio, lo que degeneró en la idea de que me resultaba fácil escribir. A eso respondo, ¿por qué no hay un montón de Adam Bellows o David Updikes? ¿Dónde están los hijos e hijas de los novelistas famosos? Hay un par, pero no como para establecer el paralelismo que hubo entre mi padre y yo. De nuevo asoma Freud la nariz: los hijos intentan superar a los padres... O emularlos, siempre, pero entonces se detienen, como si una vez que lo han conseguido el deseo desapareciera. Es como si emulado el padre pudieran relajarse, esa parece ser la situación más común. Pero yo siempre supe lo que quería hacer con mi vida, escribir fue un compromiso conmigo mismo que no tuvo tanto que ver con Kingsley.

Pero no ha sido ése el único foco de conflicto; de hecho, los noventa de Martin Amis, en el bombardeo constante por parte de la prensa y la encarnizada resistencia del escritor, bien podrían recordarse como una nueva (y mediática) batalla de Inglaterra. Alguien describió Desesperación, de Nabokov, como una medida preventiva contra el trabajo del biógrafo. Pero Experiencia es más bien una corrección, tiene que ver con la presión y el daño que me ha inflingido la prensa. La prensa es un instrumento muy ciego, no hace distinciones, la gente supone que todo lo que se escribe es verdad y eso ha generado falsas impresiones a mi alrededor. Por ejemplo, en el caso de mi prima (Lucy Partington, que desapareció misteriosamente en las Navidades de 1973 y cuyos restos fueron hallados en la "casa de los horrores" de Frederick West veinte años más tarde), la gente bien informada asumió que era como las otras víctimas, que se trataba de una sin techo que fue absorbida por ese círculo de corrupción. Pero no fue así, ella era una chica extremadamente religiosa, con intereses artísticos... Así que esta es mi respuesta a lo que se ha dicho. Una respuesta llena de emotividad, relacionada íntimamente con ese otro gran tema de su literatura: el fracaso. Más allá del recuento de pérdidas personales que abre Experiencia, ¿dónde ha fracasado Martin Amis como personaje? En el matrimonio, ese es el principal fracaso. También como padre, o al menos así me sentía en aquel momento. Una sensación tirando a universal... Sí, desde luego. La vida de cada uno es una experiencia ordinaria, universal y única a la vez. Casi todos tenemos un padre, y casi todos los padres se mueren, etc. Y los matrimonios fracasados también son universales, prácticamente llegan al 50%.

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Se ha hablado de una pérdida de la arrogancia, pero la nueva actitud de Amis está más relacionada con la asunción de culpas (el escritor, al igual que su padre, dejó a su primera esposa por otra mujer, Isabel Fonseca, que ahora mismo se pasea por el piso de arriba) y con una sinceridad no exenta de elegancia a la hora de mostrar sus heridas. Los resultados han sido bastante bien acogidos por parte de la prensa, pero hubo también un par de críticas realmente desagradables, y más tarde me he dado cuenta del porqué. Es muy raro haber tenido una infancia feliz, haber mantenido buenas relaciones con tus padres y hermanos. La gente a la que no le gustó el libro estaba claramente reaccionando contra eso. Ni política, ni lucha de clases, ni motivos económicos... Con el asunto de la infancia feliz la gente puede mostrarse muy envidiosa. Mike Nichols me contó que una vez estaba jugando al "Ojalá" (ojalá tuviera una criada, ojalá tuviera una casa en el campo...), y le llegó el turno a una novelista inglesa que dijo: "ojalá hubiera tenido una infancia feliz", y la reunión se fue al garete. Todo el mundo quedó consternado. Cuando has tenido una infancia feliz, con sus altibajos pero feliz, tiendes a pensar que para todo el mundo habrá sido igual, pero no es así. En cualquier caso, ciertos críticos se mostraron suspicaces respecto al hecho de que no hubiera guardado ni una sola de las cartas de Kingsley: Es que soy un desastre, soy muy desordenado. Y lo lamento ahora, claro. ¿Ni rastro de rivalidad? La rivalidad literaria puede ser una fuerza muy feroz, pero siempre dentro de una misma generación. Es ridículo sentir envidia de Saul Bellow, de Nabokov, de Shakespeare, el más noble genio de los últimos cuatro o cinco siglos. Por tanto tampoco hay remordimientos. No, por extraño que pueda sonar. Todo lo importante había sido dicho, teníamos una relación muy cercana y abierta, no había duda acerca de lo que sentíamos. De nuevo, me siento afortunado.

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