Recibí, a mediados de diciembre, esta postal de Island Girl, quien ni corta ni perezosa había partido en busca de ámbitos más cálidos a la que los primeros fríos vinieron a posarse sobre Barcelona. La defunción de mi escáner me ha impedido hasta la fecha compartirla contigo, lector crepuscular, lo mismo que agradecerle a ella, pública y ladradoramente, el envío. Ahora, Navidades y regalo fraterno mediante, puedo hacer ambas cosas...
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