lunes, diciembre 01, 2008

"Quantum of Solace" de Marc Forster


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Para ulular lastimeramente:
En cuanto secuela, al no alcanzar el tono trágico de Casino Royale, se convierte en mera apostilla; la acción se come a los personajes y Bond, mientras bota de un lado al otro, pierde gran parte del atractivo cosechado en el film anterior. La frivolidad de antaño, además, no casa bien con este 007 hipermoderno, torturado y vengativo: los títulos de crédito iniciales y el interludio erótico-festivo con la espantosa Gemma Arterton son dos borrones (posiblemente impuestos desde la producción) que Jason Bourne jamás se habría permitido. No es gratuita tal referencia: la persecución por los tejados de Siena quizá resulte tan espectacular como la persecución por los tejados marroquíes de The Bourne Ultimatum, pero indudablemente llega segunda a la meta.

Para aullar efusivamente:
Daniel Craig, pese a todo. Olga Kurylenko, que no será la mejor actriz del mundo pero sí es una correcta chica Bond para este siglo XXI. El muy francés gesto perturbado de Mathieu Amalric. La secuencia de la ópera. El sutilísimo homenaje a Goldfinger. Y, mal que les pese a algunos, la canción de turno a cargo de Jack White y Alicia Keys.

El consejo crepuscular:
Si creyó ver la luz con Casino Royale, nada perderá por agitarse la tarde con esta sucesión de ecos insustanciales pero ciertamente entretenidos. Si lo suyo, en cambio, es el levantamiento de cejas à la Roger Moore, quédese en casa repasando Moonraker por trigésima octava vez o la experiencia volverá a dejarlo revuelto.

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