En el Lancashire inglés de principios del siglo XVII, todo salivazo lanzado al aire caía sobre la cabeza de una bruja o un católico. De los de verdad, de los que jugaban a serlo por no tener más en sus vidas o, sobre todo, de los que estaban dispuestos a aceptar tal condición tras las preceptivas sesiones de tortura y las no menos nocivas estancias en alguna oscura y húmeda mazmorra. Tal es el escenario al que regresa Jeanette Winterson en una novela entendemos que comisionada por la división literaria de la legendaria Hammer Films. De ahí, quizá, que rebusque en el trasfondo histórico del asunto, los juicios de 1612, para quedarse con la protagonista sobre la que menos información existe. Es el primer paso de una apropiación en toda regla que incluye la presencia de John Dee y William Shakespeare, amén de un tono gótico que fluye con sorprendente naturalidad hacia la fantasía y algunos interludios gore que harían palidecer a George R.R. Martin (los episodios de lesbianismo eran de esperar, son marca de la casa). Porque, desde su misma dedicatoria inicial, La mujer de púrpura se lee como un intenso y jugoso proyecto personal (y lo íntimo, cuando de Winterson se trata, es una garantía: no dejen de asomarse a su Por qué ser feliz cuando puedes ser normal), sorprende la dejadez de un epílogo que reclamaba mayor trabajo. Algo que en absoluto desmerece este aquelarre en toda regla, bajo el que se esconde un sentido canto a la diferencia… y la magia.
(Esta reseña apareció en el número de junio de Go Mag.)
(Esta reseña apareció en el número de junio de Go Mag.)
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