Sostiene el protagonista de 24 Hour Party People, no sin razón, que pocos son los grupos de rock que han sobrevivido a la muerte de su líder. Durante la primera mitad de la década de 1990, la escena grunge de Seattle fue escenario del típico enfrentamiento dicotómico-rockero, con Nirvana y Pearl Jam como cabezas de cartel. Pero los segundos, aunque más criticados por los puristas de turno, venían de superar la gran prueba trágica. Y los primeros quedaron finiquitados en el mismo momento en que Kurt Cobain apretó el gatillo de la escopeta que tiempo ha venía reposando contra su cabeza. Antes de ser mermelada de perlas, Stone Gossard y Jeff Ament habían surcado estos mundos de Dios bajo la bandera de Mother Love Bone, cantados por un Andy Wood cuya afinidad por las drogas duras iba a revelarse funesta. Pero hay gente tocada por los hados, y del mismo modo que en Sort reparten una y otra vez el Gordo de Navidad, los amigos recibieron un segundo regalo del destino encarnado en la figura de Eddie Vedder, un muchacho made in Illinois de carisma a prueba de bombas y voz sencillamente prodigiosa. La leyenda cuenta que Vedder recibió una cinta con algunas melodías de Gossard y Ament, que les ideó una letra mientras hacía surf en una playa californiana, que grabó su voz sobre aquellos temas y… bueno, que de ahí surgió la trilogía Alive-Once-Footsteps (aderezada, por cierto, con los épicos solos del guitarra solista Mike McReady).
Precisamente Alive, himno pearljamero por excelencia, ejerció de carta de presentación de la banda en nuestro país. Fue merced a un videoclip programado por Metrópolis en su especial “nuevas tendencias musicales USA”, allá por 1991. Servidor, como varios de sus compañeros de colegio y de generación, quedó inmediatamente prendado, y no volvió a respirar tranquilo hasta que el álbum Ten obró en su poder. Fue el inicio de una historia de amor tan intensa como fiel por ambas partes. Y es que no solo Pearl Jam ha cumplido ya tres lustros de existencia, sino que tampoco ha tenido el menor reparo en inundar literalmente las tiendas de discos con sus trabajos de estudio, bootlegs (sumarán cerca de un centenar sus grabaciones en vivo), recopilaciones de rarezas y, como colofón, un doble de grandes éxitos. Álbum que durante las últimas semanas no logro dejar de escuchar. Y no creo que en la melancolía generacional radique estrictamente la clave que me devuelve a Pearl Jam con tamaña fuerza. Pincho Black una y otra y otra vez, y me convenzo de que se trata de una de las piezas más bellas a las que jamás me haya enfrentado. Off He Goes, Immortality y Man of the Hour la secundan peligrosamente. Pese a su temática incestuosa, Alive sigue representando una explosión de vitalidad. E incluso las canciones de sus supuestos trabajos menores (Binaural y Riot Act) se me hacen cada vez más amables.
En sus propias palabras: “Hail hail, the lucky ones…”.
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