miércoles, abril 27, 2005

Sir Gawain y la mujer lapidada

Cuentan que sucedió en Afganistán, no hace mucho, algunas horas apenas: una mujer fue lapidada hasta la muerte por adulterio. Su marido, ausente del país durante cinco años, supo a su regreso que ella había mantenido relaciones sexuales con un vecino. A él le propinaron cien latigazos y quedó libre. Ella fue víctima de una lluvia de pedruscos, el primero lanzado (no se sabe a qué distancia, pero se intuye que con la pericia que presta la ira ciega) por el cornudo esposo.

Cuentan que sucedió en Camelot, en tiempos remotos, se ha perdido ya la cuenta de los días transcurridos desde aquel envite: un inmenso Caballero Verde se presentó en la corte de Arturo buscando quien le golpeara con un hacha. Claro que, pasados doce meses y un día, el voluntario habría de prestarse a ser pagado con la misma moneda. Avergonzado por el silencio de sus muchachos, el monarca dio un paso al frente. Y a punto estaba de aceptar el reto cuando Sir Gawain interpuso estas palabras:

Would you grant me the grace,
To be gone from this bench and stand by you there,
If I without discourtesy might quit this board...
I am the weakest, well I know, and of wit feeblest;
And the loss of my life would be least of any;
That I have you for uncle is my only praise;
My body, but for your blood, is barren of worth;
And for that this folly befits not a king,
And 'tis I that have asked it, it ought to be mine,
And if my claim be not comely let all this court judge, in sight.
(*)

Long story short: Gawain golpeó al verde intruso y durante cerca de doce meses pasó por ser el más noble y valeroso de entre los que se sentaban a la Mesa Redonda. Cuando se acercaba la fecha acordada, el caballero partió al castillo del rey Bertilak. Y allí, acosado durante tres noches por la reina, vio puestos a prueba su honor y la lealtad que debía a su anfitrión. Gawain supo capear la tentación pero no así el miedo a la muerte, pues acabó aceptando de la mujer un cinto de seda verde dotado con la mágica propiedad de proteger la vida a su portador. Camino de la Capilla Verde, Gawain renunció a la última posibilidad de escape que le ofrecía un sirviente. Y, una vez ante su antagonista, descubrió que éste no era otro que Bertilak, orquestador asimismo de todas las pruebas a las que había sido expuesto durante los últimos días. Gawain se supo entonces un mal caballero, pues había mentido por omisión sobre el regalo de la dama del castillo. A causa de aquella afrenta recibió un corte en el cuello. Y el cinto verde le sirvió desde entonces para cubrir la cicatriz resultante.

Pongámonos moralistas, cuando menos en el mejor de los sentidos... Tienen las responsabilidades mal imponer. Ni el más valeroso caballero se encuentra en condiciones de lanzar la primera piedra. Pero cuán honesto y glorioso aceptar las propias culpas y obrar en consecuencia.
Eran otros tiempos, sin duda.


(*) Dadme licencia, mi noble señor, para abandonar mi asiento y acercarme a vos, a fin de que pueda dejar la mesa sin caer en gran descortesía… Yo soy el más débil, lo sé; y el menos asistido de sabiduría. En cuanto a mi vida, si la pierdo, será la menos lamentada. Mi único honor está en teneros por tío, y ningún mérito hay en toda mi persona salvo vuestra sangre. Y puesto que este lance es demasiado insensato para que recaiga en vos, y soy yo el primero en solicitarlo, os ruego que me lo concedáis a mí; pero si juzgáis que mi petición no es justa y correcta, dejad que opine esta corte.

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