Decepcionante, por estancado e inútil, el discurso de Arnaldo Otegi durante su entrevista con Mònica Terribas anoche en La nit al dia. Preguntado sobre la voluntad de las partes para llegar hasta las últimas consecuencias de un hipotético diálogo, el portavoz de Batasuna (y de EHAK, por lo que se ve) afirmó estar convencido de la buena disposición de ETA y no tener tan claro que José Luis Rodríguez Zapatero sea consciente de dónde se encuentra el fin de la negociación. Posiblemente no era ni el momento ni el lugar para revelar a qué estaría dispuesta a renunciar la izquierda abertzale a la hora de solucionar el "conflicto", pero bajo su educada sonrisita de 'cara amable del mal' Otegi reveló la misma falta de carisma político, el mismo enrocamiento miedoso que viene impidiendo a HB y sucesores erigirse en protagonistas del fin de la violencia en el País Vasco. No hay acercamiento posible cuando uno de los interlocutores concibe el diálogo como aceptación de todas y cada una de sus posiciones. Y menos cuando se niega a esgrimir el papel que democráticamente le corresponde. Porque añade Otegi que ETA se encuentra a la espera de una señal del gobierno. Es decir, que se lava las manos y acepta una vez más su rol de convidado de piedra. Certifica su grave falta de liderazgo. Demuestra que, ilegalizada o no, la izquierda abertzale no sirve para un pimiento.
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