Dicen que si te plantas ante la puerta de casa el tiempo suficiente acabarás viendo pasar el cadáver de tu enemigo. Y debe ser cierto, porque casos más extraños se han dado. Esta mañana, por ejemplo, he estado leyendo el artículo de El País dedicado a los líos de la Feria de Frankfort el tiempo necesario para dar con una postura cabal por parte del sector catalán-catalán (en cuyo seno, como es sabido, existe cierta querencia hacia la exclusión de los castellano-escribientes del evento literario que se celebra en la urbe germana). Ha dicho Narcís Comadira: “La invitada ha sido la cultura catalana y no los escritores catalanes, que para mí son solo los que escriben en catalán. A los otros yo les llamo catalanes escritores y, por tanto, están incluidos”. De fondo, políticos aparte (se mueven por intereses más terrenos y aún está por demostrarse que sepan leer), la Associació d’Escriptors en Llengua Catalana como paradigma de mezquindad y resentimiento, de la rata pequeña que un día se encuentra un pedazo de pastel y que prefiere atrincherarse en una esquina del callejón y morir de indigestión antes que compartir el festín con sus semejantes (las otras ratas, cultas y respetables ellas, saben que un libro será la mejor compañía mientras aguardan a que el cadáver de la primera pase ante sus hocicos –claro que, en esta ocasión, la espera se antoja corta).
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