Por mucho que me esfuerce no logro concebir la utilidad de uno de los apartados de la infame Patriot Act de George W. Bush y sus halcones, aquél que permite al FBI consultar los registros de bibliotecas y librerías sin contar con un mandato judicial previo. Como si los terroristas fueran a encargar el Bin Laden’s Omnibus en la tienda de Barnes & Noble de Fifth Avenue, o a acudir en procesión a la National Library para pedir en préstamo los tres ejemplares que allí existen de How to Build a Nuclear Bomb Inside Your Closet (Without Anyone Knowing About it). Se trata, intuyo, de ese viejo tic de la Derecha que induce no a impedir que la gente piense, sino a controlar lo que piensa no vaya a ser que piense diferente. Y es que se comienza pensando diferente, se sigue con la revolución francesa y, a la que te descuidas, los homosexuales están casándose y adoptando niños. Se trata, deduzco, de ese viejo tic de la Derecha que aboga por conservar una larga tradición de privilegios vacunándose contra cualquier posible alteración del orden social. Claro que la vacuna provoca una reacción, y esa reacción puede traducirse en una circunstancia ajena a la inmunidad deseada. Por decirlo de otro modo, jamás la Iglesia habrá resultado más patética (desubicada, pez que agoniza fuera del agua) que esta tarde, cuando descienda a las calles de Madrid para intentar conseguir lo que ya no se le concede por naturaleza, para llorar con lágrimas de cemento cuanto no supo defender desde la representación celestial. ¿O alguien imagina a Torquemada manifestándose contra la influencia del pensamiento judío en la España del siglo XV? De forma paralela (y, por tanto, irónica), el Congreso de Estados Unidos ha votado contra la prórroga de quince medidas de la Patriot Act que caducaban a final de año, investigación de bibliotecas y librerías incluida. Quien todo busca controlar no puede estar seguro de nada. Y la ausencia de seguridades es un rotundo síntoma de debilidad. Puede suceder, claro, que los débiles se enquisten, que clamen y maldigan con la intención de vender cara su piel, que se vayan pero que también se lleven a algunos por delante... no por ello dejan de cotizar a la baja. A diferencia de su mentalidad, la Historia tolera las fluctuaciones de poder. Y, tal y como se presenta la carrera, servidor no apostaría un euro por los caballos de nuestra Conferencia Episcopal y del neo-conservadurismo norteamericano.
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