Rebusco en las páginas de Nunca bailé en la Casa Blanca (Grijalbo, 1977), colección de las columnas que Art Buchwald dedicó entre 1971 y 1974 a la Administración Nixon, y no logro dar con una sola mención al nombre de Mark Felt, sempiterno número dos del FBI que esta semana pasada salía del armario para entrar en la historia como el legendario Garganta Profunda. Ilusionado aún por la solución del misterio (aunque contrariado también por el desaire que ha sufrido The Washinton Post a manos de Vanity Fair: ningún medio que mantenga un secreto 33 años merece que le roben la exclusiva), aprovecho para releer las ácidas crónicas de Buchwald sobre el gobierno más vituperado de la larga tradición de gobiernos vituperados del país de las barras y estrellas. Y me detengo, extasiado, en estos hermosos versos que el periodista pone en boca del que fuera trigésimo séptimo presidente estadounidense (suspira conmigo, lector crepuscular):
No hay nubes en el cielo,
El viento solo es un susurro entre los árboles,
Los lagos brillan cuando trinan los pájaros.
Es un buen día para bombardear Camboya.
El viento solo es un susurro entre los árboles,
Los lagos brillan cuando trinan los pájaros.
Es un buen día para bombardear Camboya.
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