Fui niño de St. Elsewhere (A cor obert en su acepción catalana), y aquello me marcó de un modo tal que desde entonces no he logrado aficionarme a ninguna serie de hospitales. Porque tres episodios contados de Urgencias representan todo mi bagaje durante las últimas dos décadas (incluido aquel, por cierto, en que a uno de los personajes principales le caía un helicóptero en la cabeza), anoche decidí pedir cita con el doctor House. Y debo confesar que abandoné su consulta seriamente decepcionado: deducciones baratas (el amigo acusa a una mexicana de engañar a su marido porque dos de sus seis hijos presentan ojos claros, cuando tanto ella como el maromo los tienen marrones), cinismo no especialmente conseguido, trampas narrativas (hubo un salto temporal de fines eminentemente facilón-sentimentales, que de paso atropelló con alevosía una de las tramas), falta de tensión en la resolución de los casos… Vamos, que para galenos de bilis espumosa que esconden un corazoncito de oro, ahora y siempre el Dr. Craig.
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