Ayer tarde quedé con Cookie Llepisa para tomar una cerveza en su pub inglés de cabecera, ese templo de la cebada bautizado en honor de la dupla icónica queer que son Jorgito y el Dragón. Después de que ella pidiera una Guinness a la camarera (nombre en clave Cleavage, dada su afición a los escotes pronunciados), mientras yo me entretenía observando a una norteamericana de voz dulce y ronroneante (nombre en clave Peta Zeta), Cookie volvió a hablarme de su amiga imaginaria, una descocada estudiante de Erasmus a la que, dado su supuesto país de origen, conocemos por el nombre en clave de Polonia. Por lo general, permitimos que Cookie nos hable de Polonia sin entrar en mayores comentarios, pues creemos que ignorar el problema es siempre la táctica psicológica más adecuada. Pero he aquí que yo tenía el día estresado y, en un momento de crisis, acabé exclamando algo así como:
- ¡Polonia no existe! -Frase que, desde luego, debió emparentarme a oídos de Peta Zeta con las ideas de cierto Führer...
- ¡Claro que existe! -contestó Cookie indignada-. Ayer mismo estuve aquí con ella, puedes preguntárselo a Cleavage...
Obviamente no lo hice. No en ese mismo momento. Pero, una vez la placidez hubo regresado a nuestra conversación, aprovechando que Cookie subía a visitar los servicios, me acerqué a Cleavage e, intentando no distraerme con la generosa porción de piel y carne pectoral en exposición, la interrogué al respecto.
Y mis peores temores quedaron confirmados. Porque, en efecto, Cookie había pasado toda la tarde anterior sola, hablando en voz alta y pidiendo rondas de dos cervezas y dos platos de nachos...
Todo lo cual me conduce a la siguiente conclusión: a las universitarias polacas promiscuas e imaginarias les gusta la comida mexicana.
- ¡Polonia no existe! -Frase que, desde luego, debió emparentarme a oídos de Peta Zeta con las ideas de cierto Führer...
- ¡Claro que existe! -contestó Cookie indignada-. Ayer mismo estuve aquí con ella, puedes preguntárselo a Cleavage...
Obviamente no lo hice. No en ese mismo momento. Pero, una vez la placidez hubo regresado a nuestra conversación, aprovechando que Cookie subía a visitar los servicios, me acerqué a Cleavage e, intentando no distraerme con la generosa porción de piel y carne pectoral en exposición, la interrogué al respecto.
Y mis peores temores quedaron confirmados. Porque, en efecto, Cookie había pasado toda la tarde anterior sola, hablando en voz alta y pidiendo rondas de dos cervezas y dos platos de nachos...
Todo lo cual me conduce a la siguiente conclusión: a las universitarias polacas promiscuas e imaginarias les gusta la comida mexicana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario