PEARL JAM, “Pearl Jam”
(Un directo acústico, los bootlegs de rigor y un doble álbum de grandes éxitos: tales han constituido las noticias discográficas de Pearl Jam durante los últimos cuatro años. De hecho, de no ser por las varias iniciativas anti-Bush en las que Ed Vedder y sus secuaces tomaban parte, bien podríamos haber comenzado a temer por la vigencia de la banda más longeva surgida del estallido grunge de los primeros 1990. Demasiado silencio de estudio, se mirara por donde se mirara. Hasta que llegó la hora del aguacate...)
El aguacate como símbolo. El aguacate como universo. Su semilla, metáfora de este planeta que nos empeñamos en castigar por tierra, mar y aire...
Regresemos a 1991, tiempos de sabrosa dicotomía en Seattle. Mientras Kurt Cobain no hacía más que inspeccionarse de cráneo hacia dentro, el no menos introspectivo Eddie Vedder insistía en evaluar el mundo que lo rodeaba. Y si el combustible del primero acabó por revelarse en exceso inflamable, el segundo ha sabido nutrirse durante tres lustros largos de las (buenas) malas noticias que pueblan las primeras páginas de cualquier periódico que se precie.
Es así que Pearl Jam ha regresado, y que lo ha hecho con un disco (significativamente homónimo) a vueltas con la ecología, la guerra de Irak y sus efectos sobre la norteamericana economía; un álbum protagonizado por el verbo ‘caer’, casi siempre en su forma de gerundio. Una llamada de atención, pues: nos estamos yendo al garete. Pero nada de ello es aquí sinónimo de cantinela verde o cháchara tediosa.
Si World Wide Suicide mejora quizá a Do the Evolution, Comatose es puro Vs y Unemployable, con su estado de la cuestión del americano medio à la Sprinsgteen, no hubiera desmerecido en Ten. Palabras mayores, pero no son las únicas. Parachutes es Around the Bend bajo una atmósfera deliciosamente Beatles; Come Back flirtea con Yellow Ledbetter; Inside Job se hace dueña de un crescendo prodigioso que culmina con Mike McReady erigido en el guitar hero que siempre deseó ser; mientras que Army Reserve, Severed Hand, Gone y Marker in the Sand ofrecen un perfil tan universal que, antes de remitirnos a cualquier tiempo pasado, nos devuelven decididamente hacia este presente (musical) ciertamente agraciado.
(Los cuatro años de parón creativo han sentado de fábula en el seno de Pearl Jam. Cuán difícil, por cierto, tornarse ave fénix cuando uno jamás llegó a verse reducido a cenizas.)
(Un directo acústico, los bootlegs de rigor y un doble álbum de grandes éxitos: tales han constituido las noticias discográficas de Pearl Jam durante los últimos cuatro años. De hecho, de no ser por las varias iniciativas anti-Bush en las que Ed Vedder y sus secuaces tomaban parte, bien podríamos haber comenzado a temer por la vigencia de la banda más longeva surgida del estallido grunge de los primeros 1990. Demasiado silencio de estudio, se mirara por donde se mirara. Hasta que llegó la hora del aguacate...)
El aguacate como símbolo. El aguacate como universo. Su semilla, metáfora de este planeta que nos empeñamos en castigar por tierra, mar y aire...
Regresemos a 1991, tiempos de sabrosa dicotomía en Seattle. Mientras Kurt Cobain no hacía más que inspeccionarse de cráneo hacia dentro, el no menos introspectivo Eddie Vedder insistía en evaluar el mundo que lo rodeaba. Y si el combustible del primero acabó por revelarse en exceso inflamable, el segundo ha sabido nutrirse durante tres lustros largos de las (buenas) malas noticias que pueblan las primeras páginas de cualquier periódico que se precie.
Es así que Pearl Jam ha regresado, y que lo ha hecho con un disco (significativamente homónimo) a vueltas con la ecología, la guerra de Irak y sus efectos sobre la norteamericana economía; un álbum protagonizado por el verbo ‘caer’, casi siempre en su forma de gerundio. Una llamada de atención, pues: nos estamos yendo al garete. Pero nada de ello es aquí sinónimo de cantinela verde o cháchara tediosa.
Si World Wide Suicide mejora quizá a Do the Evolution, Comatose es puro Vs y Unemployable, con su estado de la cuestión del americano medio à la Sprinsgteen, no hubiera desmerecido en Ten. Palabras mayores, pero no son las únicas. Parachutes es Around the Bend bajo una atmósfera deliciosamente Beatles; Come Back flirtea con Yellow Ledbetter; Inside Job se hace dueña de un crescendo prodigioso que culmina con Mike McReady erigido en el guitar hero que siempre deseó ser; mientras que Army Reserve, Severed Hand, Gone y Marker in the Sand ofrecen un perfil tan universal que, antes de remitirnos a cualquier tiempo pasado, nos devuelven decididamente hacia este presente (musical) ciertamente agraciado.
(Los cuatro años de parón creativo han sentado de fábula en el seno de Pearl Jam. Cuán difícil, por cierto, tornarse ave fénix cuando uno jamás llegó a verse reducido a cenizas.)
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