viernes, septiembre 08, 2006

David Lynch, el arte y la crítica cinematográfica

“Todo está ya inventado. Y resultaría fácil descartar Inland Empire hacia ese páramo sin leyes en el que conviven videoinstalaciones, bromas visuales (también llamadas arte conceptual), Yoko Ono, happenings y los hallazgos más rebuscados de las artes decorativas. En el juicio que nos ocupa, la pregunta esencial es: ¿quién define lo que es arte? No el público: eso desemboca en la dictadura del mercado. No los críticos: eso desemboca en una tiranía oligárquica. ¿El observador individual? Tal vez, pero ahí se corre el riesgo de la subjetividad absoluta. Por eliminación, la responsabilidad última recae en el propio artista. Idealmente, el creador, con absoluta honestidad, decide lo que es y lo que no es. Todo esto, por supuesto, es elucubración barata. Las cosas no funcionan de este modo.

Acabemos. Inland Empire (el título se refiere tal vez a una zona cercana a Los Ángeles) puede ser calificada de tomadura de pelo. Lo mismo puede decirse, salvando las inmensas distancias, de un cuadro de Paul Klee o del Finnegan’s Wake de James Joyce. A este corresponsal se le han agotado los circunloquios: a la salida del cine comentó que el artefacto era un insulto al espectador y, sin embargo, sigue dándole vueltas al insulto, encontrándole matices y, lo que es más grave, recordando con placer el inmenso disparate.”

Enric González, El País 070906.

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