Es Lionel Messi hombre de piernas tan breves que, como en las peores pesadillas, como en los mejores dibujos animados, parece que no por mucho agitarlas deba llegar a lado alguno. Sucede, no obstante, que Lionel Messi ejerce de pulga, de pulga argentina para más señas, de modo tal que es capaz de correr 350 veces su propio cuerpo a fin de alcanzar antes y mejor las venas del rival. Allí donde Thierry Henry busca la línea recta coronada por una majestuosa curva, Messi se da a una tarantella centrífuga que viene, va, regresa, expulsa a dos contrarios de su órbita, vuelve a venir para volver a irse y, antes de que queramos darnos cuenta, ha acabado por enredar el balón lo mismo en las mallas ajenas que en la memoria propia.
Anoche, Lionel Messi fue la punta de lanza de un Barça sólido e imaginativo; escoltado por el fútbol de claqué de Deco e Iniesta, por la omnipresencia de Touré y el desgaste de Xavi y Abidal, finiquitó en 45 certeros, inmensos minutos un partido tradicionalmente exigente, cuyos cinco goles puedes, oh lector crepuscular, descargarte más o menos aquí.
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