Fue El curioso incidente del perro a medianoche uno de los pequeños grandes títulos de nuestro curso 2004 (un año menos en las islas británicas): por calidez, emotividad y punto de vista poco habitual (el de un sosias de Sherlock Holmes infantil y autista), logró escapar a la categoría de lectura en absoluto urgente y de autor desconocido para erigirse en fenómeno popular y recibir similar beneplácito por parte de la crítica (cosecharía el Whitbread al mejor libro y el Commonwealth a la ópera prima). Ahora, tres temporadas más tarde, Mark Haddon regresa con una comedia de enredo y gesto agridulce, protagonizada por un jubilado que, en delirante progresión, confunde una verruga con un cáncer de piel, descubre que su esposa le engaña con un ex compañero de trabajo y se zambulle en un proceso depresivo mientras debe hacer frente a las segundas nupcias de su hija (evento que podría abocarlo al reconocimiento público de la homosexualidad de su otro retoño). Propuesta que, lo mismo que los personajes que la pueblan, sufre sobremanera al enfrentarse a la realidad: Haddon no teje sus mimbres con la habilidad de Tom Sharpe y la desnudez narrativa por la que opta desemboca tanto en lo entrañable y en lo trágico como en lo intrascendente. Así las cosas, Un pequeño inconveniente no hace honor a su título pero tampoco logra erigirse en un (nuevo) notable acierto; acerca peligrosamente a su autor, todo sea dicho, a la siempre melancólica categoría del “one hit wonder”.
(Esta reseña ha aparecido en el número de septiembre de Go Mag)
(Esta reseña ha aparecido en el número de septiembre de Go Mag)
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