Si dudar es de sabios, los dueños de una o varias certezas deberían abocarnos al escepticismo. Pero la duda vende mal en los diferentes mercados de la vida pública, y muy especialmente en la carnicería de la política. A fin de ganarse la confianza del electorado de cara a las próximas elecciones generales, el Partido Popular asegura tener “Las cosas claras”. Pero “cosas”, en su caso, pasa a convertirse en un término deíctico: particular, asociado a una perspectiva muy concreta, tal y como la palabra “yo” siempre responderá a diferentes realidades según la pronuncie Mariano Rajoy, este ladrador crepuscular o el quiosquero de la esquina.
Manuel Pizarro, último fichaje de la calle Génova, explicaba así el pasado viernes las claves de su paso a la política: “Con 56 años me ha costado mucho cambiar de profesión, pero de otra forma no podría mirar a la cara a María San Gil ni a los hijos de Manuel Jiménez Abad ni a la familia de Miguel Ángel Blanco, ni a aquellos que aunque estén perseguidos siguen dando la cara.”
Queda claro, por tanto, que una legislatura después las “cosas” del PP siguen siendo más bien “cosa”, y que esa cosa ha pasado de trauma a obsesión, de obsesión a compulsiva demagogia. Poco nos importa que el llamado “anti-Solbes” se haya pasado los últimos años cobrando más que todos los miembros del Gobierno juntos (según cálculos de El País publicados ayer). Sí, que comience pagando tamaño peaje. Que no contribuya (o no lo dejen contribuir) a la regeneración del partido. Que la pregunta se presente de forma tan obvia: ¿Hacia dónde ha estado mirando usted, don Manuel, durante todos estos años? Obviamente no a los hijos de Manuel Jiménez Abad, asesinado en 2001. No a la familia de Miguel Ángel Blanco, asesinado en 1997. No a María San Gil, testigo directo del asesinato de Gregorio Ordóñez en 1995...
Economista a tus economías, que del terrorismo demasiado se han ocupado ya (y se siguen ocupando) otros…
martes, enero 22, 2008
Las cosas del PP
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