Busco y rebusco entre los muchos subrayados que he realizado en las páginas de Ganarle a Dios (Edhasa, 2008), libro basado en las conversaciones que la periodista Hanna Krall mantuvo con Marek Edelman, el único cabecilla de la revuelta del gueto de Varsovia que vivió para contarlo. Busco y rebusco pero no doy con uno sólo que me parezca adecuado: aquí aparece la tragedia, aquí asoma el valor, aquí brotan el miedo y la sordidez, aquí se da fe de la suciedad y la traición, aquí se describe el estoicismo, aquí regresa la tragedia para, de paso, arrasar con las "limpiezas" que la versión oficial intentó efectuar sobre los apartados menos políticamente correctos de la Historia... Y ningun entrecomillado alcanza a reunir con cuerpo poliédrico las muchas aristas de este retrato impresionante (disculpa, lector crepuscular, lo gastado del adjetivo; curado de muchos espantos a estas alturas, la lectura aún así me ha impresionado). Porque copiarlo desde su primera hasta su última palabra sin duda infringiría algún copyright, no puedo más que recomendar su breve lectura: rara vez la condición humana se ha desnudado tan sinceramente en poco más de cien páginas. El sentido es la falta de sentido: salir a ver el sol de una mañana de abril aunque puedan matarte por ello. Si Dios existe, qué magníficos animales (sin el menor ánimo peyorativo) hizo de nosotros...
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